IV. Débil.

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El dolor punzante en su cabeza provocó que tuviera que despertarse. Se quejó en voz baja apenas abrió los ojos y la luz le cegó. Apenas estuvo consciente, lentamente empezó a estudiar el lugar en donde recién estaba dormida. Muchas camillas, como si fuera una enfermería.

Divago en su mente los pocos recuerdos que le quedaban, hasta que recordó lo que había pasado con ella antes de caer inconsciente. El demonio, Hotaru, y Yuno, quería respuesta de lo que había pasado con todos incluyendola a ella. Más sin embargo, la preocupación de no saber que había pasado con Hotaru afloró más en su corazón, bastante preocupada por saber si el pequeño infante estaba bien, o si estaba lastimado. Quería verlo, y también quería regañarlo por que se había metido entre ella y el demonio poniéndose en peligro.

Así que, dispuesta a ir a buscar respuestas; se levanto a como pudo de la camilla que rechinó apenas se movió. Ahogó un grito cuando uno de sus pies tocó el suelo. Fue el peor dolor que alguna vez sintió, aunque bueno, no tanto como cuando se lo quebraron, pero algo así. Se apoyó de unas muletas que estaban al lado de la cama, y a muy duras penas, comenzó a caminar. Lo peor que haber hecho puesto que su abdomen, espalda y pie le hicieron pasar el peor rato a causa del dolor punzante que le causaban.

Empero, ya estaba de pie, así que sin retroceder, caminó hacía lo que parecía la salida de la enorme estancia. Su preocupación por los niños Ueda hizo que no desistiera de ir a buscarlos por su propia cuenta. Llegó al pasillo, y con cuidado asomo la cabeza buscando alguien que le pudiera ayudar.

Aquel lugar le era tan familiar que le hizo pensar seriamente en donde estaba.

«Este lugar se parece a...»

— ¡Oye! — una voz interrumpió sus pensamientos. Fue fuerte y clara —. No deberías estar fuera de cama, puedes empeorar tus lesiones. 

Aoi Kanzaki apareció frente a Maemi. Con un ceño ligeramente fruncido típico en su rostro, ayudó a la joven chica a llevarla de vuelta a su camilla.

— Bien, espera aquí, por favor. Le iré a avisar Kochō-sama que ya has despertado.

Fue lo que dijo antes de irse por la puerta de la enfermería. Con solo la aparición de Aoi, Maemi supo que se encontraba en la Finca Mariposa. Se quedó asombrada y sin palabras que encontrarse en tal lugar. Estaba tan consternada en sus pensamientos, que en ningún momento escuchó como Shinobu había entrado a la habitación. Ahogó un grito cuando la vio frente a su camilla.

— Aoi me dijo que habías despertado y vine lo más rápido posible, ¿como estas?, ¿te duele algo? — interrogó Shinobu, mientras caminaba para sentarse en un banquito al lado de la camilla de la muchacha. Maemi negó y su mirada flaqueo, le resultaba extraño e incómodo convivir con un personaje de fantasía a solas.

— Estoy bien, solo..., un poco de dolor en la cabeza, no es nada. 

— Me alegro — exclamó Kochō con esa voz tan calmada y característica de su personalidad falsa —. Tu rostro me es familiar, ¿fuiste mesera en uno de los restaurantes a los que fui con mis compañeros, no es así? — Maemi asintió —. Ya veo, es una gran coincidencia toparnos dos veces seguidas.

«Lo mismo digo», pensó.

— Mi nombre es Kochō Shinobu— se presentó —, ¿podrías decirme tu nombre?

— Soy Kekai Maemi.

La mirada de la chica tembló ante los grandes ojos purpura de la joven Pilar.

— Antes de venir aquí, Aoi me comentó que te encontró en mitad del pasillo. No lo vuelvas hacer, ¿si? Es peligroso que andes sola, podrías empeorar tu lesiones — expresó preocupada —. Cada que ocupes algo, solo llámanos, esta Finca esta dedicada a cuidar a heridos.

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⏰ Última actualización: Jul 11 ⏰

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Cambiando destinos | Kimestu No YaibaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora