magia ; gustavo cerati

ｕｎｏ

"Tal vez parece que me pierdo en el camino,
pero me guía la intuición"

Jueves 20 de Noviembre, 2008

10:45 hrs 

Buenos Aires, Argentina.

Clara se despertó antes de que la alarma de su teléfono se encargara de hacerlo. Estaba nerviosa, quería saber que era lo que Pedro se traía entre manos esta vez. Confiaba en él, y cómo no hacerlo cuando se trata de Pedro Aznar, uno de los músicos más reconocidos en el país.

Desde que lo conoció en el bar donde trabaja y en donde la dejan tocar con su banda por las noches, supo que era alguien con suerte. Justo uno de los días donde ella tocaba, él fue. Estaba sola, sentada en el medio del escenario tocando Que ves el Cielo de Invisible. A Pedro lo impactó verla plantada con tanta seguridad: él mejor que nadie sabe lo difícil que es lograr que la gente preste algo de atención, y ella los tenía a todos mirándola y aplaudiendo al final de cada canción.

En medio de una de las pausas que hizo para tomar aire, Pedro se acercó a hablarle. Cuando Clara se dió vuelta después de que él le tocara el hombro, se quedó helada. No lo podía creer, tenía a uno de sus músicos favoritos felicitándola por lo que amaba hacer. Y si eso le parecía algo que sólo en sus sueños podía pasar, menos pudo creer que él le diera su número y la invitara a su casa, dónde está su estudio.

Tres meses después de ese día, todavía no lograba entender que era lo que había visto en ella. Muchas veces se preguntaba si habría otro motivo detrás de su acercamiento, pero él siempre fue muy atento y para nada invasivo con ella. Sí le parecía un hombre atractivo, y para el tiempo que llevaban conociéndose se tenían bastante confianza, algo que no siempre pasa tratándose de dos personas tan cautelosas como lo son ellos. Quizás el hecho de que tuvieran un temple parecido ayudara a que esa afinidad exista, esa es la explicación que encontró para entender su relación. A lo sumo que llegarían era a ser buenos amigos, y la idea de que eso pudiera suceder nunca le pareció mala.

El celular de Clara empezó a sonar por toda la habitación y ella corrió desde el baño, lugar donde estaba, para atenderlo.

—Pedrín, que raro vos llamándome tan temprano. — Dijo con voz divertida mientras que uno de sus brazos se posaba en su cintura.

—Vine a buscarte, tenemos que ir al estudio.— Un silencio del lado de Clara se formó. Golpeó su frente con la mano del brazo que tenía libre y se rió. —Te olvidaste de que era hoy, ¿no?

—No, no me olvidé. Pero no pensé que ibas a venir tan temprano.

Ambos rieron, ya no les sorprendía la torpeza de Clara, quién le pidió que fuera a comprar café mientras ella se duchaba rápidamente y estaba lista para ir con él. 

Veinticinco minutos después, Pedro la vio bajar por las escaleras del edificio donde vive. Tenía puestos unos jeans y una remera blanca un poco suelta. Su pelo recogido en un rodete sencillo le despejaba la cara, haciendo que sus facciones se notaran más.

—Perdón por demorar tanto, pero no podía salir como estaba— dijo sentándose en el asiento del copiloto del auto, cerrando la puerta. 

—Tendrías que comprarte una agenda, ya te lo dije.

— Mirá si voy a andar anotando cada cosa que tengo que hacer, seguro que después no me acuerdo si lo hice o no.

—Bueno pero si lo tachás, ya sabés que lo hiciste. — Dijo obvio mientras prendía el auto nuevamente. —Tu café está ahí. — Señaló con su cabeza uno de los asientos de atrás.