Capítulo 4.

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Septiembre del 2007.
Otoño.

Cuando Emilio llegó al día siguiente a su clase, estaba preocupado por su tarea.

No quería mostrarla.

O más bien, no quería mostrarlo.

Sentía a ese chico como un sueño hecho realidad, no sabía si era real, si así pasaron las cosas, si fue su imaginación desesperada por encontrar el objetivo de su tarea que imaginó al chico o qué... Pero ver la foto en diferentes tamaños, a blanco y negro, y a color, le hizo comprender que no era su imaginación.

-Buenos días, gente -canturreó la maestra Leticia cuando entró, mirando divertida a sus alumnos. A veces Emilio creía que a su maestra le encantaba verlos en problemas.

Eran cerca de 15 alumnos los que estaban en la clase avanzada. Emilio vio a sus compañeros regresar el saludo con nerviosismo. Entendía el ánimo, él también estaba casi vomitando de los nervios. Era pésimo con ese sentimiento, siempre le daba muchísima ansiedad cualquier evento en el que tenía que ponerse bajo lupa y observación, o estar frente a mucha gente, lo cuál era muy irónico ya que quería ser músico, un artista.

-Uy, qué ánimo, mi gente -Se burló la maestra, sonriendo maliciosa.

Definitivamente le encantaba verlos en apuros.

-Okay, para que vean que no soy tan mala, acabemos con esto, ¿de acuerdo? ¿Quién quiere presentar su tarea primero?

Nadie alzó la mano. El silencio los rodeó. La maestra enarcó sus cobrizas cejas y miró a todos a detalle, hasta detenerse en Emilio.

Ay, me lleva la chingada, pensó Emilio, sonriendo sin obvio entusiasmo.

-Te toca empezar, Marcos -canturreó Leticia.

-Chale -dijo Emilio mientras se levantaba y caminaba con su portafolio hasta el frente. Sí, le daba tremenda ansiedad pararse frente a multitudes, odiaba eso, pero era mejor pasar y acabar con todo de una vez.

Sacó las fotos y mostró solo una, la de color. La acomodó en el cordón del pizarrón para que sus compañeros la vieran y le comentaran qué le faltaba. No pudo ver la foto porque si lo hacía, seguramente se sonrojaría.

-Qué preciosos ojos -dijo su maestra, admirando a su lado la foto.

-Lo sé.

-Buen planteamiento del luz y sombras, Emilio. Me gusta el contraste del modelo y el sol, hace que sus ojos sean lo primero que atraiga.

-Me gusta el fondo, buena toma, Marcos, casi parece foto sorpresa -comentó uno de sus compañeros, una chica de sonrisa amable y ojos cafés. Varios de sus compañeros lo elogiaron también y uno le comentó que tal vez podría haber tomado una toma más abierta, que abarcara todo el cuerpo y no solo el torso y rostro.

Intentó hablar pero su maestra lo interrumpió:

- ¿Cómo se llama tu belleza etérea y por qué lo elegiste, querido?

Emilio se quedó callado.

- ¿Emilio?

-Es que no sé cómo se llama -definitivamente sentía sus mejillas ardiendo pero no quería mirar a nadie más que a su maestra y su sonrisa de incredulidad.

-Okay... ¿Por qué te atrajo la atención? ¿Por qué la consideraste una belleza etérea?

- ¿Ya vio la foto? -fue imposible responderle. Sus compañeros se rieron y él se puso aún más rojo, pero la maestra también se rió y asintió, como dándole la razón. Emilio suspiró bajito y miró de nuevo la foto-. La verdad es que iba caminando hacia mi dormitorio por la salida secreta cuando lo vi en el puente. Me quedé muy embobado y solo pensé "es él" -se acercó un paso, sin dejar de verlo-, luego pensé que necesitaba sacarle una foto para ver que realmente era real... Y ya.

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