Oh, blanca gardenia. ¿Dime cuando volveré a saciarme con tu dulzura?
¡Girasol, girasol tú que brillas ante el sol! ¡Guía tú mi camino hasta su corazón!
Y tú margarita; tan fragante, tan bonita, acompaña a la buena rosa y vístela de pasión, para que...
Simboliza el amor al sol y la búsqueda constante de luz, pero también la felicidad, la vitalidad, el positivismo, la admiración y la energía.
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"Ahora tenemos un calor magnifico e intenso y no corre nada de viento, es el adecuado para mí. Un sol, una luz que, a falta de un calificativo mejor, sólo puedo definir con amarillo, un pálido amarillo azufre, un amarillo limón pálido. ¡Qué hermoso es el amarillo! "
Carta a Theo No. 522
Vincent van Gogh
El paseo vespertino no resuelve el creciente aburrimiento en TaeHyung. Las calles adoquinadas hacen un ruido constante bajo las suelas de sus zapatos. Tres comerciantes ambulantes se le han acercado para venderle todo tipo de cachivaches inservibles, y casi cae a la seducción del último artilugio de presunto valor histórico... De no ser, claro, porque no lleva un solo centavo encima.
Está silbando una dulce canción de la que no recuerda tres cuartas partes de la letra, pero lo que recuerda, le es suficiente para avanzar por la vida con un semblante de falsa alegría. Las palomas revolotean cercanas al piso, corriendo y peleando por migajas de pan... mientras la animada ciudad, disfruta de una tarde despejada por las nubes.
Hace unas semanas llegó a París, y aunque esperaba más emoción por parte de la ciudad capital, se siente satisfecho por el nuevo aire que ofrecen las calles parisinas, con sus chicas bonitas paseando perros y los niños jugando al aire libre... Pues no extraña ni un poquito, las alergias molestas que el campo le provoca; y, debe admitir, hay cierto deje de esperanza entre las esporas del aire.
Por eso, a pesar de estar aburrido hasta la médula, está un poco, solo un poco alegre. Por eso es que no importa que sus únicos bienes sean la ropa que lleva puesta y dos francos conmemorativos, —cortesía del abuelo Kim—; nada pareciera poder arruinar la tranquilidad de esta tarde.
Busca en el bolsillo de su pantalón la dirección que a duras penas logró anotar, hacía unos días cuando aquella mujer le llamó, diciéndole que podría recibirlo ese fin de semana; y es en ese momento cuando nota el letrero de la florería enmarcado en caoba. Se siente nervioso, ansioso. Limpia sus manos sudorosas a los costados de su pantalón. La ciudad entera parece detenerse en el tiempo, dejando en pausa los revoloteos, los gritos de los vendedores y los murmullos de los caminantes; no hay mayor sonido que el del que bombea incesante desde su pecho, como un animal salvaje, enjaulado en sus costillas.
Recuerda el tiempo en que visitaba la florería en su niñez. Los adornos de las losas le rememoran el camino que recorrieron sus pasos, como un eterno enamorado, tomando de esas manos sus más profundos deseos de bailar. Recuerda las pequeñas heridas creadas por las espinas... Y recuerda la calidez enraizada a esas mejillas que ahora parece añorar más que a nada en el mundo... Porque lamenta tanto haberse ido; y porque el tiempo ha abierto una brecha que espera, tener oportunidad de enmendar algún día.
