Después de seis años de trabajo y dedicación, Lorena se había graduado de medicina. Sus padres estaban muy orgullosos de ella, pero un poco tristes también, porque el sueño de ella siempre fue estudiar lenguas extranjeras y trabajar como traductora. Aunque su talento para los idiomas no requería licenciarse, estaba en una etapa de su vida en la que se sentía capaz de hacer cualquier cosa.Corrían los primeros días de agosto. Era la primera vez que la muchacha iba a viajar sola, siempre había estado acompañada. Se sentía agobiada, quería tener tiempo para ella, solo para ella. Lo veía como algo necesario, una semana alejada de su vida no le vendría mal. Escogió como destino para su viaje a S.S City, era a lo que podía aspirar ya que no tenía muchos ahorros. Pero buscaba tranquilidad, no comodidad.
Corrían las diez de la mañana del día antes de volver hacia su casa. Estaba en un parque cerca de su pensión, tomando fotografías para tener de recuerdo. Era un sitio misteriosamente hermoso, aunque no tenía nada de especial. Luego de un rato se sentó en un banco a descansar. Sacó de su bolso un libro de Coelho que estaba leyendo, se puso sus anteojos de leer, pero, cuando colocó el bolso a su lado, no se percató de que no lo había cerrado y su labial cayó al suelo y comenzó a rodar. Se dio cuenta y se paró para recogerlo. Como miraba al suelo, no vio que había un hombre parado a pocos metros de ella, en la dirección en la que rodó el labial. Chocó con él y sus lentes cayeron al suelo, uno de los cristales se hizo añicos debajo del pié del joven, quien en ese momento se volteó.
-¡Ay, perdón! Lo siento mucho.-Dijo él al verla en el suelo.
-No, fue mi culpa. No miré hacia adelante.-Él la ayudó a levantarse. También recogió lo que quedaba de sus lentes.
-Mira como quedaron.-Refirió con angustia.
-No te preocupes, son solo anteojos de lectura.
-Bueno, me llamo Miguel.-Lorena se sintió desconcertada con ese comentario, pensó que mostraba empatía.
-Soy Lorena, mucho gusto Miguel.
-Eres turista, ¿Cierto?
-No tanto como turista, viajera es la palabra, y, ¿cómo lo sabes?-Discretamente lo miró de arriba abajo, le pareció atractivo.
-Es que tienes un collar de piedra volcánica con la insignia de la tienda de suvenires de un amigo mío.
-Oh, Qué observador, sí, soy del sur.
-Yo de la capital, qué lejos vivimos tú y yo.
-Sí.-No supo qué más decir, no lo conocía, así que por muy amable y lindo que le pareciera no sabía qué tema sacar.
-Escucha, me siento muy mal por haberte roto los lentes.
-En serio, no te preocupes.
-Hagamos algo, dámelos y yo los arreglo.
-No, no es necesario.-Por dentro le pareció muy bonito el gesto.
-Sí, ya verás, en la tienda de mi amigo hay de todo. Seguro hay cristales para lentes.
-Bueno, si puedes arreglarlo.-Ella sintió que si volvía a negarse sonaría grosera.
-Ok, ven a este parque en la noche, te los traeré como nuevos.
-Una cosita, el cristal roto tenía 0,25 de aumento.
-0,25, no hay problema, ¡Quedamos en eso!
-Aquí estaré.-Dijo ella. Se intercambiaron números de móvil y él se marchó. Lorena pasó el resto del día pensando en la cita que tendrían esa noche, porque estaba convencida de que esa determinación por arreglar los lentes por parte de su nuevo conocido era en realidad un pretexto para volverla a ver. Y a ella la idea le había parecido estupenda, así tendría un buen recuerdo del viaje.
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La fuente del parque
Romance¿Hasta qué punto el amor es para siempre? ¿Cómo saber si vale la pena desenterrarlo? Les traigo una historia de amor...como ninguna otra ©Todos los derechos reservados