-Veo que te diste cuenta.-Efectivamente, Lorena ya lo conocía, sus sospechas se confirmaron. Pero no lograba recordar de dónde.
-Adivina.
-Es que no caigo, no te recuerdo.
-¡Lo harás! Vamos-Le tomó una mano y se fueron trotando. Miguel la estaba llevando a otro lugar. Por ese puente pasaba mucha gente, al trabajo, a la escuela, a su casa. Pero nadie se detenía a observarlo, un puente que estaba en pie casi desde la construcción de S.S City, hacía más de 500 años. Aunque cumplía bien su labor: Permitir a los ciudadanos pasar a la otra orilla del río. Ya eran las 11:00 PM.
-¿A dónde vamos?-Le preguntaba ella a él con curiosidad y tratando de recordar quién era.
-Ya verás cuando lleguemos.- Fueron hasta el centro de la ciudad, que no quedaba muy lejos de ese puente. Se levantaba imponente una gran torre, La Torre de S.S City. La construcción portaba tres enormes relojes en tres de sus cuatro costados, levantados a unos 70 metros sobre el nivel de la calle. En su totalidad, la torre medía 101 metros. Estaba abierta al público las 24 horas, de lunes a sábado, por suerte era jueves. Subieron por uno de los ascensores, no sin antes visitar las galerías en su interior. Ahí se mostraban exposiciones de famosos pintores, hermosas esculturas, había incluso una gran biblioteca, que atesoraba más de un millón de libros. La azotea estaba a una altura de 90 metros, en ella había una gran antena que completaba la altura. La vista era impresionante. Ambos quedaron hipnotizados con ella.
-Aún no sabes quién soy, ¿cierto?
-Disculpa, pero no me acuerdo de ti. Dame una pista al menos.-Miguel mostró una sonrisa, contagiándola a ella, que hizo lo mismo.
-¡Ay Lore! Algún día me casaré contigo.-Algo en la mente de Lorena se desbloqueó. Lo recordó, empezaron a aparecer muchos momentos. Se alegró mucho, empezó a llorar de felicidad. Lo abrazó con fuerza, como se abraza a un buen amigo, como se abraza a un amor secreto disfrazándose de amistad el verdadero sentimiento.
Lorena y Miguel siempre habían sido vecinos, se conocían de toda la vida. Los niños ´´normales´´ juegan con otros niños a la pelota, los carritos y los trompos. Las niñas ´´normales´´ juegan a las mamás, con las barbie, o con la suiza. Ellos no jugaban nada de eso, en primer lugar jugaban juntos. Sus juegos eran muy elaborados, hacían el rol de una familia: la Mamá, el Papá y un niño, de juguete casi siempre. Las demás veces leían, discutían sobre temas relacionados con la naturaleza: Por qué las hojas son verdes, por qué el sol es amarillo, etc. Eran muy unidos, se contaban muchas historias. A él no le gustaba verla llorar, se molestaba cuando la veía con otro varón, pero nunca se lo decía. La defendía de los abusones, siempre le decía que se iba a casar con ella. Ella siempre lo esperaba para hacer sus tareas, le arreglaba el pelo cuando lo veía despeinado. Lo veía como ´´el muchacho con el que debía casarse´´, pero siempre le decía que ni soñara con eso.
Cuando Lorena decidió apartarse de la gimnasia, él la apoyó, y más luego con todo lo que pasó después. Ambos tenían en el otro un amigo incondicional. Como al principio de algunas historias de amor, la adolescencia cambió cómo se veían el uno al otro. Sus cuerpos empezaron a cambiar, él soñaba con ella, sus primeras experiencias sexuales la tuvieron de protagonista. Ella se estaba convirtiendo en mujer lentamente. Coqueteaba con él, le mandaba indirectas muy directas, que él nunca atrapaba. Su amistad se mantenía, solo estaba evolucionando. Ella le gustaba a él, ella se enamoró de él. Él no le decía nada por miedo a ser rechazado y a perder su amistad. Ella tampoco decía nada porque se supone que son los hombres quienes se declaran, además no quería perder su amistad si algo salía mal. A los padres de Miguel les llegó una oferta para trabajar en el extranjero, inicialmente eran cuatro años. Así que el chico, en ese entonces de dieciséis años recién cumplidos debía irse a vivir a la capital con sus abuelos.
No le dijo nada porque por esos días, ella estaba inmiscuida en los preparativos de su fiesta de quince años. El día de su partida, su teléfono celular sonó, era ella diciéndole que ya estaba todo casi listo para la fiesta que sería esa noche. Él la felicitó, de nuevo porque a las doce de la noche había ido hasta su casa a mojarla. Le dijo que no faltaría, que ansiaba verla vestida de princesa. Y le dijo que la quería. Cuando colgó sus lágrimas no se hicieron esperar, no pudo decirle que no iría, que se tenía que separar de ella. No pudo decirle la verdad. Nunca la llamó, le daba vergüenza, ella debía odiarlo. ´´Tal vez no quiera hablar conmigo´´, pensaba. Se sentía una basura por haberse ido sin explicación. Sí la había, solo que no se atrevió a decirla. Su consuelo era que lo hizo por su bien. Miguel nunca se olvidó de Lorena, ni de su cara, ni de su sonrisa.
Era la primera vez en mucho tiempo que Lorena se sentía tan bien en los brazos de un chico. Pero este era más especial que los demás, era su amigo de la infancia, su vecino Miguel. O Migue, como ella lo llamaba. Muchos recuerdos que parecían perdidos regresaron, no hay otra manera de decirlo, se sentía Feliz. Se apartó de él y lo abofeteó muy fuerte:
-¡Esto por desaparecer sin decirme nada!-lo abofeteó de nuevo:
-¡Esto por no ponerte en contacto conmigo!-lo hizo una tercera vez:
-¡Y esto por la falta que me hiciste!-esto último lo dijo entre llanto. Él la abrazó para consolarla, muy fuerte, como si no quisiera que se le escapara nunca más.
-¿Tienes idea del daño que me hiciste? Llegué a pensar que estabas muerto, hasta que llegó a mis oídos que te habían visto en la capital ¡Entonces pensé que solo te olvidaste de mí!
-¡Eso nunca! No te saqué de mi mente ni por un segundo, Lorena. De eso puedes estar segura.
Le contó por qué se había mudado, mientras hablaba, sus ojos estaban aguados de la emoción.
-Quisiera regresar el tiempo, para no haberte abandonado, es algo que nunca me voy a perdonar. Pero no te pido que me perdones, no quiero que te veas obligada, ya que ni yo me puedo perdonar.
-No hay nada que perdonar.-Dijo Lorena justo después.-No fue tu culpa, no dependía de ti quedarte. Cuando somos jóvenes debemos seguir a nuestros padres, es la ley de la vida. Por otro lado, estoy molesta, aunque estuviera preparando mi fiesta de cumpleaños debiste decirme. Me quitaste la oportunidad de despedirme, fue muy desconsiderado de tu parte.-Miguel se sentía apenado, incapaz de replicar mientras Lorena lo regañaba. Dicho lo dicho ella sonrió y agregó:
-Pero bueno, ya han pasado 8 años, ya no vale la pena entristecerse o enfadarse por eso.-Él estaba muy contento con lo que oía, luego ella comentó:
-Además, eran más las ganas de verte que las de reprocharte.-Se abrazaron nuevamente, él dijo:
-¡Qué lección me has dado! Si hubiera sido al revés probablemente yo no te hubiera perdonado.
-Bueno, de los dos yo siempre fui la más comprensiva.
-No solo eso, me has demostrado que eres mejor que yo.
-¡No exageres! Que no es para tanto.-Seguían abrazados. Ya eran pasadas las doce, pero el sueño aún no rondaba por esa torre.
-¡Miguel, qué bonita vista! Me hace pensar en lo pequeños que somos, y las grandes cosas que los humanos hemos hecho como especie.
-Es cierto, la vida es impresionante. Estoy muy agradecido de estar en ella. Vemos a diario cosas que son espléndidas, como la lluvia, el atardecer, los árboles; ´´Esa es la más hermosa forma de magia, sin embargo es la más simple´´. Eso dice mi profesor de filosofía.
-¿Crees en la magia?
-¿Acaso tú no? La vida es una muestra de que existe. ´´ ¿Qué hay más mágico que una vida?´´ Tú que estudiaste medicina, piensa cuántos factores deben existir en un equilibrio perfecto para que la vida se sostenga.-Lorena no se cansaba de escucharlo, cuando eran vecinos era igual, Miguel siempre traía un tema nuevo de conversación.
-¿Te puedo contar una historia? Ya que nos pusimos místicos. En cierto modo trata de lo que hemos estado hablando.
-¡Claro! Te escucho, sabes que me encantan tus historias.-Ambos sonrieron, ella comenzó.
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La fuente del parque
Romance¿Hasta qué punto el amor es para siempre? ¿Cómo saber si vale la pena desenterrarlo? Les traigo una historia de amor...como ninguna otra ©Todos los derechos reservados