III. Noticias

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"Madre, acaricia mi frente, que no soy capaz de dormir.
Madre, acaricia mi cabello."



Ese octavo año conmigo, era su octavo año tras el día en que, según diagnósticos, moriría.

Se lo habían dicho casi una decena de médicos, que su vida no se alargaría más que unos días. Pero esos días ya se habían convertido en ocho años.

Ocho años con nuevas personas que se convirtieron en sus más fuertes vínculos.

Los ocho años más valiosos para todos.

El cáncer no se fue de todos modos. Se trataba de un tumor entre su estómago y páncreas.

Se fue el miedo a la muerte.

          —¡Han bailado como nunca! Digo, han bailado muy bien —. Dijo en tono de broma una vez reunidos todos de nuevo un par de semanas después de la presentación. Siempre descansamos luego de los eventos.

Tuvimos un par de clases en grupo y cada que podían me felicitaban por el detalle que tuve con la maestra ese día.

Era un ser sagrado para nosotros, y ahora yo había sido quien había hecho la demostración más bella.

Al finalizar esa semana, el sábado, que usualmente no tenemos clases, recibimos un mensaje suyo cancelando las clases de los siguientes días, argumentando que estaría atareada atendiendo a sus hijos que le visitaban.

La siguiente semana también, algo la tendría ocupada.

Y la siguiente también.

Volvió al mes y medio con un pañuelo blanco cubriendo su cabello y quizás 10kg menos.

Venía con la camisa blanca y los pantalones beige formales de siempre, esta vez una chaqueta anaranjada, pero del mismo estilo que las otras, estaba sentada en la sala, con la mirada perdida hacia afuera de la ventana en frente suyo, el punto debajo de sus labios se veía pálido, pero el mismo gesto de siempre en el resto de su rostro y en su aura, de fortaleza, de entusiasmo, de esperanza.

Al lado estaba su esposo.

Mi clase fue individual, mi corazón se heló cuando la vi, se me cayó del pecho, mis ojos se secaron fríos y la fuerza en mis manos y mis rodillas desapareció.

Fui discreto con mi reacción, la recibí con una sonrisa y lanzándome a ella con un abrazo con cuidado, no quería lastimar ese cuerpo de cristal.

Saludé a Kotarō Shimura con un apretón de manos y un beso en la mejilla.

Fue una de esas veces que me daba la clase desde el asiento, tocaba el piano y se acercaba solo ocasionalmente a levantar mis brazos o mi barbilla con los dedos. Incluso con esos pocos movimientos ahora se veía agitada, cansada.

Al terminar la clase me contaron lo de hacía ocho años. Que estos ocho años habían sido un regalo extra de Dios según ellos. Eran muy religiosos.

Algo sobre la muerte de la Gran Shimura | BnHA fanfiction | Artists AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora