II. Años felices

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"Dime si me quieres como yo te adoro, si de mi te acuerdas como yo de ti."




El viejo me ama, hace grandes cosas por mí. Así que ese sábado por la tarde emprendimos el viaje de poco más de dos horas y media.

Y tenía razón, la maestra vivía en medio del bosque, encontramos su casa mucho después de no ver nada más que árboles alrededor de la carretera.

Supimos que era su casa. Además de que no había otra en kilómetros, no podía ser de alguien que no fuera artista una construcción tan pintoresca.

Había una casa de cada lado de la carretera, pero ni nos pasó por la mente que pudieran ser de personas diferentes.

Alrededor de ellas habían menos árboles que en el resto del camino.

Íbamos en dirección oeste. La casita del lado derecho (hacia el norte), estaba a unos diez metros lejos de la orilla de la autopista, parecía de un cuento de hadas, pequeña, el diminuto edificio principal no parecía de más de diez por diez metros, y a los lados un par de lo que parecían ser más partes residenciales también chicas. Las paredes externas eran color beige tostado, el techo de dos aguas color ladrillo, rojo oscuro, al igual que la puerta y los marcos de las ventanas. Frente a la entrada principal, bajos y largos escaloncitos de piedra. El resto del piso que la rodeaba era césped limpio y ecuánime. A unos metros, hacia el este, un techo de madera sostenido igualmente por cuatro troncos, debajo de éste una mesita rodeada de sillas, como para una reunión familiar en domingo por la tarde, claro, de una familia muy pequeña.

El patio de césped terminaba perfectamente en un rectángulo rodeando el edificio, como si éste estuviera en el centro de la pista herbosa. Justo donde limitaba el rectángulo, empezaba de nuevo el gran cúmulo de cipreses hinoki y algunos árboles más gruesos. Antes de éste se encuentra estacionada una pick-up gris, frente al lugarcito de reuniones, a unos cuatro metros.

En la casa del otro lado pasaba lo mismo con el patio, sólo que el rectángulo era mucho más grande, quizás diez veces, y ni siquiera alcanzábamos a ver el límite sur. Había dos edificios juntos, sin pintura, hechos de madera conservando su color.

El del fondo era un simple rectángulo de unos veinte por doce metros, el lado corto era paralelo al camino.

El más cercano a nosotros, un cubo, también de madera. Ambos con los techos de la misma forma que el de la otra casa, pero hechos de madera.

El cubo estaba a al menos unos veinte metros de la carretera, para acercarse a él había que caminar un prolongado desnivel también cubierto de hierba, en el que se encontraba un enorme roble del que colgaba un columpio muy sencillo.

También frente a estas había una pequeña galerita de troncos, y más hacia el interior, varios columpios más sofisticados, resbaladillas y un juego del sube y baja, todo pintado en los mismos patrones lilas, como si los hubieran comprado en un mismo paquete. Debían llegar niños allí frecuentemente. Yo me divertiría tremendamente en ese lugar.

Más hacia allá, había un plantío de árboles de manzana medianos, más pequeños que los del resto del bosque, de unos dos metros todos, incontables.

Algo sobre la muerte de la Gran Shimura | BnHA fanfiction | Artists AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora