O19

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Con la televisión prendida en la oscuridad de la sala de estar, mis pies no podían dejar de moverse al compás de los segundos traspasar unos a otros. Mis ojos hacía ya rato habían perdido el hilo de la película que se proyectaba por más de una hora, y aunque todo parecía interesante y entretenido en un principio, mi cabeza no dejaba de pensar en el mismo nombre que más me exasperaba en esos exactos momentos: Jeon JungKook. 

A estas alturas, incluso creía que era bastante idiota de mi parte negar el hecho de que él me gustaba. Diablos. ¿Cómo se supone que debía explicarle lo mucho que me afectaba un solo beso suyo? Que hacía de mi corazón una completa sinfonía y mil mariposas revoloteando en mi interior. Era tan frustrante, tan frustrante como enterarme días después que mi querida mejor amiga Somi terminaba siendo su hermana y ambos eran demonios. 

Y es que, ni siquiera podía razonar bien cuando la información a penas se retenía en mi memoria como un mal disco duro y por más que intentara, me era completamente inevitable no dudar de cada aspecto, incluso la más mínima cosa que me sucedía preguntándome una y otra vez si todo esto era posible. 

Sumergida completamente en mis pensamientos, ni siquiera me percaté del timbre que resonaba por mi apartamento ya tres veces hasta el cuarto intento, y recién ahí, mi burbuja se rompió. Con pasos arrastrados, dejé mi cobija a un lado y abrí la puerta en su totalidad, creyendo que tal vez se trataría de JungKook o Somi pidiendo disculpas que tampoco necesitaba y que parecían incluso forzadas. 

Sin embargo, nada de eso pasó.

Grande fue mi sorpresa cuando ninguno de los dos se visualizaron frente a mí y, en cambio, estaba un chico que jamás había tenido la oportunidad de ver en mi vida entera.Una cabellera rubia cubría un poco de su frente que contrastaba justamente con su blanquecina y tersa piel. Sus ojos, del color miel y dulzón, no dejaban de hacerse presente buscando mi tímida mirada por sobre la suya, que parecía incluso superior. Una camisa blanca holgada y unos pantalones negros de conjunto era lo que finalmente llevaba, y solo me bastó darle una ojeada a su figura en sí para presentir que nada bueno vendría de aquí. Cerré un poco la puerta casi por inercia, y aunque traté de lucirme decidida y segura bajo su atenta mirada, había un destello en esta que simplemente no me dejaba mentir, o que simplemente se me hacía difícil hacerlo. ¿Qué demonios tenía ese chico? Me hacia sentir cómoda cuando sabía que no lo estaba en realidad. Era molesto. 

Aun así, di mi mejor esfuerzo y le regalé una vaga sonrisa, a penas alzando la comisura de mis labios. 

—¿Si? —pregunté indecisa.— ¿Quién eres?  

Una sonrisita traviesa escapó de sus labios y se encogió de hombros. Como si se estuviera divirtiendo de mí. 

—¿Quién crees que soy, preciosa? —indagó de vuelta y las ganas de virar los ojos no me faltaron. 

Dios mío, a penas lo conocía un segundo y ya venía a decirme esos horribles pronombres. Por un segundo se me pasó la idea de cerrar la puerta en su cara y no saber de él nunca más, pero automáticamente descarté esta porque... bueno, si él de por sí era descortés, lo mío sería el doble. Y porque, en cierto modo, la curiosidad me picaba. 

—Si lo supiera o tendría indicios creo que no haría falta preguntártelo ¿no crees? —sus ojos formaron una fina línea al compás de la sonrisa que esta vez no se molestó en esconder y asintió, casi como si fuera un pequeño niño y yo su madre.— y por favor, creo que es muy pronto que vengas a apodarme cuando ni siquiera me conoces. No lo hagas de nuevo. 

Y de repente, como si le hubiera contado uno de los mejores chistes en el mundo, empezó a reírse frente a mi cara, sin molestare en disimularlo y gastando la poca paciencia que me quedaba. ¿Es que acaso se estaba burlando de mí? ¡Ni siquiera lo conocía! 

Our wish | LizkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora