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Bajo del avión estirando las piernas por fin después de 13 horas de trayecto. Miro a mí alrededor sorprendida, aún no creo estar pisando suelo Argentino. Mis amigas Isa y Lucía bajan un rato después con cara de pocos amigos.

-Vamos alegrar esas caras- digo riéndome.

-Tú no has tenido que aguantar a un bebé llorar y a un hombre roncar- dice Lucía de mala gana.

-Claro como a la señora le han dado boletos en primera clase...- añade Isa rodando los ojos.

-Bueno bueno, no me comáis- digo dándome la vuelta.

Agarro bien mi maleta y me dirijo a la entrada de la terminal. Las tres nos paramos justo al estar fuera y miramos a todos lados buscando algo que no aparece.

Isa es más alta que yo y la más grande en cuanto a edad, tiene el pelo pelirrojo y usa unas gafas que la hacen lucir adorable. Tiene la típica personalidad de chica que pasa del mundo, es borde cuando quiere y la mayor parte del tiempo, pero luego es un amor.

Lucía es la más pequeña, pelo negro, largo y liso, usa gafas también aunque está más tiempo sin ponérsela que con ellas. Tiene un carácter muy fuerte pero es algo vergonzosa, su corazón es enorme y muchas veces se lo digo, es demasiado mona.

Y bueno pues solo quedo yo, soy la del medio. Tengo el pelo castaño oscuro tirando para negro con algunas mechas rubias de mi época de adolescente rebelde. Mi personalidad invita a la gente a conocerme y a veces amarme, no lo digo yo, lo dicen mis amigas. Según ellas soy muy linda y cariñosa siempre, da igual con quien sea y la realidad es que no me gusta tratar a nadie mal, es más si me buscan en pocos casos me encuentran, suelo pasar de las peleas.

Lucía pasa su mano por delante de mi cara haciendo que la mire extrañada. En ese momento señala a lo lejos un cartel que sobresale entre el gentío "Rocío la fotografa", no puedo evitar reírme.

Caminamos hasta donde se supone que está el cartel y nos encontramos con un hombre no muy mayor delante nuestra sonriente.

-¿Rocío?- pregunta mirándome fijamente y yo asiento -Bienvenida, soy uno de los representantes de Urban Roosters acá, Camilo, un gusto-

-El gusto es mío- le estrecho la mano sonriendo.

Camilo nos explica que la organización se ha encargado de buscar un piso lo bastante grande para estar las tres cómodas. Guarda nuestras maletas en el maletero del coche y nos lleva hacia la ubicación que le han proporcionado.

La zona en la que entramos es muy bonita y los pisos son geniales, cuando paramos frente a uno de los bloques no puedo parar de sonreír.

-Todo listo, mañana quieren ver a la fotógrafa en acción, pasaré por ti bien temprano- dice Camilo bajando nuestras maletas -Ahora disfruten de la ciudad, espero que sea de vuestro agrado-

Tras despedirse se va dejando que nosotras subamos al que va a ser nuestro nuevo hogar. Al abrir la puerta y ver lo amplio que es Lucía se pone a saltar como loca haciendo que Isa y yo nos miremos con horror.

Mientras ellas eligen habitación yo echo un vistazo por el resto del piso. Hay una cocina más grande incluso que la mía última, el salón consta de una mesa, dos sillones de cuero negros y un mueble con TV y PlayStation incluidas.

-Isa, tienes una PlayStation aquí- digo sonriendo al escuchar que viene a toda leche.

-Que guay joder, podré viciarme- dice ella sentándose y conectando todo.

Ruedo los ojos, en la hora que le he dicho nada, ahora ocupará el salón ella sola. Me dirijo a la que será mi habitación, es bastante amplia, tiene un balcón que da a un patio interior común para todo el vecindario. Cuando me asomo me percato de que hay niños jugando en él y sonrío, podría tirarme las horas muertas mirándolos.

Abro el armario mientras de fondo tengo música puesta en aleatorio desde mi playlist de Spotify. Comienzo a colocar todo como a mí me gusta, bien ordenado. Termino como media hora después y me lanzo exhausta a la cama, entre el viaje y la pequeña mudanza había acabado muerta.

Subo la música para relajarme, me tumbo boca arriba y cierro los ojos quedándome poco a poco dormida. En total no sé si dormí minutos o horas, solo sé que algo frío me cayó sobre la cara haciéndome saltar de la cama.

Cuando me centro un poco abro los ojos y veo a Isa con una botella de agua vacía en las manos, frunzo el ceño y miro a Lucía que está en la puerta descojonándose.

-Muy graciosas- digo de mala gana levantándome.

-No puedes llegar a Argentina y dormirte tía- dice Lucía negando.

-Estoy cansada- ruedo los ojos.

-Esta noche dormirás, ahora vamos a ver un poco la ciudad- añade Isa tirando de mí hacia el armario.

Me pongo un pantalón vaquero y una camiseta de manga corta bastante suelta, me calzo mis deportivas y salgo de la habitación ya lista. Mis amigas me esperaban en el salón y nada más verme se dirigieron a la puerta.

-¿Preparadas para descubrir Argentina?- pregunta Isa divertida.

Lu y yo asentimos eufóricas, comienza nuestro tour personal por la ciudad de Buenos Aires. Desde luego no veremos todo hoy porque no nos da tiempo, pero descubriremos algunos sitios. Andamos durante un buen rato mientras Isa nos explicaba que teníamos delante y la historia detrás de cada monumento y escultura.

Decidimos comer algo antes de volver a nuestro nuevo piso ya que aún no habíamos hecho ni la compra. Entramos a una pizzería muy famosa de Argentina, estaba bastante llena pero encontramos un sitio libre para las tres. Mientras esperábamos que trajeran nuestra demanda me fijé en un chico que se me hizo muy familiar.

¿Sabéis la sensación esa de que conocéis a alguien pero no caéis en quien puede ser? Pues así me siento yo ahora mismo, parezco una acechadora mirando al chiquillo de la forma en la que lo estoy haciendo. De repente, como si él hubiera sentido mi mirada se gira y al verme mirarlo me sonríe. Enseguida quito la vista muy nerviosa y la bajo hacia mi plato algo sonrojada.

Terminamos de comer y miro de nuevo donde estaba el chico, ya no está ahí, de seguro se ha ido cuando no miraba. Salimos del local hablando animadamente y me olvido por completo de lo que acaba de pasar. Lucía se empeña en que no quiere andar y tenemos que pedir un taxi para volver a casa.

Además si no es por el taxi nosotras nos hubiéramos perdido por la zona, no sabíamos volver al fin y al cabo. Llegamos a casa y me fui enseguida a mí habitación para cambiarme, me puse mi pijama preferido y salí al balcón a mirar que se cocía por el patio interior.

Un grupo de muchachos me llamó la atención, parecían de mi edad más o menos, no como los niños de esta mañana. Por lo poco que vi y pude escuchar estaban tirando algo de free. Sonreí inconscientemente y entré de nuevo a la habitación tirándome a la cama.

Es hora de descansar, me esperan unos días bastantes moviditos conociendo este nuevo mundo.

IṈEҒΔBLE~WOS (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora