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Renjun nunca había pensado en el suicidio, hasta aquella noche. La oscuridad alimentaba sus pensamientos negativos, la luz de los faroles era demasiado tenue y el frío de la víspera invernal lo hacía sentirse excesivamente nostálgico.

Extrañaba el verano, la arena dorada recorriendo su cuerpo y el brillo áureo del sol iluminando sus claras hebras. Pero había algo que extrañaba más que todo eso, alguien a quién extrañaba de sobremanera. Se trataba de su novio, Jeno.

Las noches se volvían más frías y oscuras en su ausencia, la luz de los faroles parecía mitigarse con cada noche que culminaba y no había mantas suficientes para devolverle el calor que había perdido, un calor que solo Jeno podía otorgarle.

Sin embargo, no estaba solo. Tenía a su mejor amigo, Jaemin; quién se encargaba de encender velas cuando la noche se cernía sobre la ciudad y el frío parecía ser insoportable. El menor nunca había soltado la mano de Renjun, pasaba tardes enteras buscando formas de hacerlo reír y noches colmadas de besos y caricias con el propósito de sacar a su novio muerto de los pensamientos de su amigo.

Pero aquella noche, Renjun se encontraba solo en casa. Jaemin se había disculpado innumerables veces por no poder pasar tiempo con él, por no poder encender sus suaves mejillas ni iluminarlo con sonrisas. Sin embargo, Renjun estaba tranquilo, la ausencia de su ex pareja no parecía que fuera a quitarle el sueño esa noche, algo que dejaba a Jaemin muy tranquilo, llevándolo a pensar que quizás había logrado enamorar al mayor.

Renjun encendió un par de velas y se dispuso a enriquecer su mente con una breve lectura, esta noche El Principito estaba entre sus opciones y no dudo en tomarlo. Se deleitaba con las ilustraciones, cada una más llamativa que la anterior; si había algo que a Renjun le fascinaba era el arte, se consideraba muy bueno en ello y podría pasar horas admirando una pintura o un dibujo sin aburrirse en absoluto.

Por un momento envidió al Principito, él podía salir de su zona de confort, abandonar ese pequeño planeta que parecía no aportarle nada nuevo. Para Renjun, todo se había vuelto exhaustivamente aburrido, todas las rosas eran iguales entre sí, carentes de aroma y color; la vida pasaba a través de sus ojos sin emoción alguna, el sol brillaba todas las mañanas de la misma manera y el viento parecía soplar en la misma dirección cada día.

Renjun deseó con todas sus fuerzas poder viajar a otro planeta, saltar de estrella en estrella; descubriendo vidas nuevas, diferentes a la suya, algo que pudiese aportarle una nueva sensación, un motivo que lo impulsase a seguir avanzando.

Pero sabía que eso no era posible, que solo había una forma de abandonar este planeta y no era precisamente viviendo. Nunca había contemplado la idea del suicidio, siempre fue alguien bastante conforme con su vida y no podía pedir nada más. Pero, desde que la luz que iluminaba hasta sus noches más oscuras, se había apagado, comenzó a sentirse desorientado.

Siempre le parecieron absurdas aquellas historias dramáticas donde la gente moría por amor, ¿qué clase de motivo tenían para culminar su vida solo por una persona? Renjun no lo comprendía, había tantas otras personas en el mundo de las cuáles enamorarse, que su mente no entendía como aquella gente solo podía estar con esa persona, como nadie más podría llenar ese vacío nunca.

Pero con la llegada de Jeno; ese pensamiento cambió. Su mente aún no lo comprende, incluso cree que es absurdo contemplar la mera idea de acabar con su vida por amor, pero su corazón no quiere escuchar, se ha cerrado desde que Jeno no está y no quiere seguir latiendo ni un segundo más si no es para él.

Dejó el libro sobre la mesada, poniéndose de pie en dirección al baño. Tomó un pequeño frasco con pastillas en su interior, se las había encargado a un amigo hace algún tiempo atrás, pero nunca pensó que las necesitaría tanto; ni siquiera sabía en qué estaba pensando cuándo se las pidió, pero en momentos como este agradecía profundamente tenerlas.

devil town ― norenmin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora