IV

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Renjun se sentía increíblemente solo en la inmensidad de la habitación de aquel hotel. Honestamente, no se imaginaba que la vida después de la muerte pudiese ser tan lujosa y al mismo tiempo tan solitaria. Él, quién durante su efímera vida se había considerado un soñador y un creativo empedernido, no imaginaba que existiera tal vida luego del óbito; no entraba aquella idea en su curiosa cabecita.

Y comprendió finalmente, lo limitado que puede ser el conocimiento humano. De qué servía pasar nuestros días dedicando horas y horas al estudio si no podíamos resolver una duda tan elemental cómo a dónde vamos cuándo morimos. Tan misteriosa era la muerte, que aun después de morir Renjun no lograba comprenderla del todo.

Sus ojos se detenían en los cuadros con marcos dorados que estaban prolijamente ubicados en las paredes de empapelado bordo; con rostros que no había visto nunca en su vida, o mejor dicho; muerte. Otra vez la curiosidad de sí aquellas personas estarían vivas lo embargó, imaginando historias al respecto y perdiéndose en su mar de imaginación; hasta que el cansancio prontamente se hizo con él. Sus párpados se cerraron lentamente, sumiéndolo en un sueño que prácticamente lo consumió, apagando la llama de su curiosidad por completo. Y convirtiéndose en un preso del cansancio, se dispuso a soñar.

Su alrededor estaba lleno de colores, tan nítidos y llamativos que podrían cegarlo si no apartaba la vista. El cielo era increíblemente celeste, carente de nubes. Pero a sus alrededores predominaba la negrura de unos paraguas.

¿Por qué llevaban paraguas si no llovía? Se preguntaba un desorientado Renjun.

Dispuesto a saciar su sed de curiosidad, se acercó a aquella multitud emparaguada; tocó un par de hombros pero nadie le devolvió la mirada, alzó la voz en un desesperado intento por capturar la atención, pero nadie se dio por aludido. Era como si Renjun, simplemente no existiese.

Escuchó un par de sollozos y murmullos, el ambiente no concordaba con el clima, aquella multitud se veía tan gris, tan triste; ¿qué los tendría tan mal?

Hasta que finalmente descubrió, que estaba en un funeral. Su funeral.

Cuando la multitud se fue dispersando, pudo descubrir algunos rostros conocidos, teñidos por la amargura y la impotencia. Entre ellos, el de su madre; vestida completamente de negro y con la mirada perdida en el suelo, aquella escena rompía en pedazos el corazón de Renjun. Antes de que pudiese acercarse a su madre para ofrecerle un consuelo al menos espiritual, se vio en otro lugar. Esta vez no estaba al aire libre, sino más bien en una iglesia.

Pudo divisar en el altar, una silueta de rodillas; dedujo que posiblemente estaba rezando. Invadido por la curiosidad, se acercó y, aquella silueta envuelta en un traje oscuro y profunda tristeza, se volvió conocida a sus ojos. Era Jaemin.

Su corazón latía deprisa frente a aquella escena, como si fuera posible que escapara de su pecho, y a estas alturas hasta la situación más bizarra le parecía completamente razonable a Renjun.

Algo llamó la atención del mayor, y es que el llamativo cabello rosado de su amigo había sido reemplazado por un color más opaco; su color de cabello natural. Renjun hubiese pensando que se veía malditamente atractivo en aquel traje y con sus oscuras hebras cayendo sobre su rostro si no fuera porque a aquel rostro tan bello lo empapaban las lágrimas, lágrimas provocadas por el propio Renjun.

El recuerdo de Renjun tiñendo el cabello del menor lo invadió; recordaba claramente como un día Jaemin había llegado a casa con la idea de cambiar de look, si bien siempre se había resistido a aquella idea, esta vez confesaba estar aburrido de verse siempre igual. Y el mayor, iluminado por la emoción, no dudo en tomar riendas en el asunto y pintar aquel cabello, que desconocía sobre colores.

devil town ― norenmin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora