II

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Sus ojos se abrieron, haciéndolo llevarse una gran sorpresa; aparentemente estaba vivo. A no ser que estuviese en el infierno, sino no se explicaba cómo había despertado. Y aquel lugar lucía diferente a como imaginaba el averno; carente de color alguno, todo era gris y silencioso. No había ninguna criatura de enorme cola y cuernos sometiendo a alguien entre las intensas llamas.

Observó sus manos, seguían allí. Sus pies también, incluso podía sentir su respiración, si realmente estaba muerto todo se sentía demasiado real. Él nunca había creído en la vida después de la muerte, le parecían falacias para endulzar los oídos de la gente y que la idea de dejar de existir para siempre sonara más amena. Pero para Renjun, no había nada más tranquilizador que saber que dejaría de existir, el descanso eterno parecía algo demasiado encantador a sus ojos.

― Hola.

Un joven que aparentaba más o menos su edad, le extendió la mano. Su mirada era aún infantil, pero sus rasgos faciales delataban el paso de la pubertad, sus pómulos eran marcados y sus labios rosados y finos. Su cabello era oscuro, igual al de todos los que transitaban aquellas calles, pero el chico parecía tener algo que lo hacía distinguirse del resto de la multitud, algo que lo destacaba entre todas aquellas cabezas oscuras y cabizbajas.

Renjun pensó que su cabeza era excesivamente grande, bajo otras circunstancias hubiese reído y agregado algún comentario al respecto. Pero en ese momento, estaba confundido, no conocía ni al chico ni al lugar al que misteriosamente había llegado.

Aún no se había percatado que seguía en el suelo, con la cabeza atiborrada de desordenados pensamientos; buscando hacer encajar las piezas de un rompecabezas al cuál parecían faltarle varias partes.

El mayor tomó la mano que le era extendida, se sentía demasiado fría al tacto pero prefirió no decir nada. El extraño parecía demasiado agradable, Renjun pensó que la gente del infierno no se parecía en nada a como los retrataban en el mundo terrenal. O aquello no hacía más que confirmar su teoría de que seguía vivo, lamentablemente.

― ¿Estoy muerto?

Se atrevió a preguntar, al desconocido le tomó por sorpresa aquella inquisición.

― Claro que lo estás, aquí todos lo estamos. ― Una sonrisa iluminó su rostro, era juguetona; como si estuviese mencionando una obviedad. ― Dudo mucho que El Príncipe permita que entren vivos a este lugar.

¿El Príncipe? A Renjun lo invadió la curiosidad, de los labios ajenos salían muchas palabras que él no comprendía, se sentía como si estuviese en otro país; totalmente ajeno al idioma y a las costumbres. Y en efecto, ese era otro país, muy lejano a su hogar.

― Déjame llevarte a casa.

El joven tiró de su mano, conduciéndolo por unas callejuelas sin consentimiento alguno. Si toda la gente aquí era como ese chico entonces no cabría duda de que este era un lugar muy extraño, pensó.

Renjun no dijo nada en todo el camino, simplemente se limitó a observar en silencio a ver qué podía aprender de aquel sitio, necesitaba analizarlo en profundidad para descubrir cómo salir de allí, cómo morir de verdad.

Varias personas que pasaban por ahí se le quedaron viendo, seguro les parecía extraño su atuendo o simplemente ver un rostro desconocido les inquietaba, pero era un hecho que estaba llamando la atención de todos a su paso.

― Te ves muy extraño.

Renjun pensó lo mismo de aquel chico, pero no dijo nada. Era irónico que alguien que afirmaba estar muerto y lo llevara a su casa sin siquiera conocerlo, le dijera extraño a él.

devil town ― norenmin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora