III

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El clima era frío, el aire gélido acariciaba sus desprotegidas orejas, según Chenle estaban en verano pero parecía irónico que hiciese tanto frío, al menos para Renjun. El menor decía que los veranos aquí eran más helados y hostiles que el propio invierno.

A Renjun nunca le desagradó el frío, por el contrario, lo amaba. Pero saber que la muerte era tan fría y amarga no lo consolaba demasiado, quizás esperaba encontrarse con algo muy distinto, algo más caliente como el infierno o simplemente la oscuridad imponente, sin sensación de frío ni de calidez.

―  Pronto te acostumbrarás, los muertos no podemos sentir frío. Es cuestión de que te habitués a la sensación.

Chenle buscó consolarlo, pero sus palabras no parecían ser recibidas. Renjun estaba demasiado concentrado en la imponente construcción que se cernía sobre ellos, oculta entre los prominentes abedules que le daban un aspecto más sombrío al lugar durante la noche.

Una vez bajo el umbral del hotel, Chenle tocó la enorme puerta que les daba la bienvenida y esta se abrió sola, como si tuviese algún sistema que la hiciera abrirse automáticamente ante el tacto. Renjun se estremeció levemente por el ruido que esta causó y al menor le resultó gracioso, pensó que su nuevo amigo tendría mucho que aprender aún.

― Bueno, aquí nos despedimos.

La mirada del más alto estaba cargada de nostalgia, como quién debe separarse de un gran amor o de ese amigo que compartió momentos durante tantos años. Renjun no era nada de eso, acababan de conocerse hace cuestión de horas pero sin embargo había sentido una curiosa conexión con el chico, parecía comprender cómo se sentía porque él también estuvo en su lugar; perdido y asustado en el pueblo de la muerte, donde no hay retorno a casa. Sentía cierta impotencia, le hubiese gustado poder acogerlo en su hogar y cuidar de él, pero por el momento esto era lo mejor que podía ofrecerle.

Chenle trató de ser positivo y decirse a sí mismo que sus caminos se volverían a cruzar; este no sería un adiós, sino más bien un hasta luego. El destino se encargaría de cruzar sus caminos, porque después de todo, el destino sigue obrando aún después de morir.

― Muchas gracias por todo, ya nos volveremos a ver.

Las palabras del mayor hicieron estremecer a su corazón, sin pensarlo previamente lo rodeó con sus brazos en un cálido abrazo. Chenle estaba demasiado muerto, no podía sentir estímulos físicos pero pudo jurar oír latir su corazón una última vez y su cuerpo calentarse ante el tacto, aunque quizás su mente solo le estaba jugando una mala pasada.

Elevó su mano en señal de despedida y se alejó del rubio, perdiéndose entre la funesta oscuridad nocturna. Renjun finalmente se quedó solo con sus pensamientos, los cuáles no eran pocos y lo atormentaban demasiado.

Una voz en el interior se hizo presente, invitándolo a entrar o más bien presionándolo a que lo hiciera porque no era apropiado tardarse tanto, hacía demasiado frío como para dejar la puerta abierta de par en par.

Renjun avanzó con desconfianza y se adentró en el interior de las instalaciones, en sus paredes se podían apreciar muchos cuadros como si la gente de aquel lugar no quisiera olvidar los rostros que las protagonizaban, o quizás era simple decoración; pero al pequeño le gustaba imaginar lo primero. La enorme puerta se cerró tras él, asustándolo levemente y trayendo consigo una fuerte brisa ante tal impacto.

El empapelado era sobrio y oscuro, un par de sillones adornaban la sala de estar, que parecía una antesala a la verdadera muerte. En uno de los aterciopelados asientos se encontraba sentado un joven que aparentaba ser un poco mayor que Renjun, con un libro en su mano y un cigarro entre sus labios. Pensó que ahora sí tendría sentido fumar, no habría pulmones algunos que arruinar.

devil town ― norenmin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora