devil town ― norenmin.

V

¡Qué generoso el destino que le daba otra oportunidad para amar! Pensaba mientras caminaba por las sombrías calles de aquel pueblo, adornado por los rostros lánguidos y ensombrecidos de los transeúntes que caminaban en dirección a quién sabe dónde. Se preguntaba si aquellas personas eran verdaderamente infelices, pues lo aparentaban.

Mentiría si no dijera que esperaba ver alguna cara conocida, como Chenle o quizás Lucas. Aunque la mera idea de imaginar al moreno pidiéndole algo de contacto físico a cambio de saldar su deuda le ponía los pelos de puntas, no se imaginaba consumando con nadie más que no fuera Jeno.

Aquella frase de "hasta que la muerte los separe" sin duda no entraba en la filosofía de Renjun, quien recorría aquellas veredas adoquinadas en busca de su amante perdido, o quizás de una señal que pudiera ayudarlo a dar con él. Si había algo que el rubio ansiaba era; que la muerte, la cual cruelmente los había separado, volviese a unirlos.

Y al parecer, hay que tener cuidado con lo que se desea. Pues su ferviente deseo estrelló contra él en forma de carroza, arribándolo violentamente. El menor, desparramado sobre los fríos y grises adoquines, observaba algo impactado a todos aquellos rostros que se habían agolpado para presenciar tan caótica escena. Los caballos también parecían algo conmocionados, como si hubiesen sido ellos y no Renjun los que terminaron heridos en el suelo.

─ Permíteme ayudarte.

Alguien a quien no pudo ver con claridad debido a su aturdimiento, le extendió la mano. Su voz sonaba serena y eso le transmitió cierta calma después del golpe que se acababa de dar.

─ ¿Quién es usted?

Se atrevió a preguntar, una vez que pudo verlo con más detenimiento. Descubrió que el muchacho que le había ofrecido su mano, no era más que un joven de unos veintitantos, con aires principescos y una larga cabellera blanca que le llegaba prácticamente a los hombros, acentuando aún más esa imagen de príncipe encantador.

Renjun por un momento se sintió parte de un cuento de hadas, como aquellas princesas que eran rescatadas por príncipes galantes que se paseaban en carrozas demasiado llamativas para su austero gusto.

Pero la arrogancia del extraño rompió aquella burbuja de ilusiones que lo ensimismaba:

─ ¿Cómo qué quién soy?

Aquellas palabras resonaron como un coro, las personas a su alrededor las habían repetido, igual de indignadas que el joven que estaba frente a él. Poseía un semblante tan serio que podría derretir a quién lo mirara directamente a los ojos, pero Renjun no se dejaba intimidar tan fácilmente.

─ ¡Ah, príncipe! Sépalo disculpar, él es nuevo.

Confesó una voz conocida irrumpiendo en aquel momento cargado de tensión. Una sonrisa agradecida iluminó el rostro de Renjun, se trataba de Chenle.

El azabache conversó un par de minutos con el más alto, compartiendo entre si palabras que le resultaban ajenas a Renjun pues no podía comprenderlas. Finalmente, el extraño de blanca cabellera sonrió, como si todo el malentendido hubiese sido aclarado.

─ Disculpa, hombrecito nuevo. Déjame presentarme, yo soy Yuta, príncipe de este reino y de todo lo que ves aquí. ─ Hizo un gesto propio de la realeza y Renjun lo reverenció.

El menor no tenía ni idea de lo qué hacía pero había visto que en el mundo terrenal eso se hacía con aquellas figuras de poder, tales como los monarcas; y le pareció que sería apropiado en una situación así, en la cual nunca se imaginó verse envuelto.

─ ¿Me perdonas por el accidente? Prometo que voy a recompensarte, sube a mi carruaje.

Una sonrisa afable escapó de los labios del mayor, y a Renjun le hubiese gustado decir que no, pues no le interesaba en absoluto pasar el día con un príncipe, solo le interesaba encontrar a su chico. Pero nunca había estado frente a un monarca y mucho menos en un lugar desconocido, así que no se atrevió a desafiar aquel pedido. Primero debía tantear el terreno antes de rebelarse, aquello era clave.