Del odio al amor

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Luego de aquel fallido intento de razonar con el líder de secta Jiang, ninguno volvió a acercarse al otro y se enfocaron en los preparativos de la boda.

En vísperas del evento, Lan XiChen cedió su título de líder de secta a su hermano menor, quien lo aceptó aún no convencido de todo aquello, en especial de la boda de su jiejie con Jiang WanYin. Temía que su hermana fuera encerrada de nuevo, con la diferencia de que esta vez ella viviría un infierno en carne propia.

El día de la boda, Lan XiChen llegó hasta el templo en el sedan vestida con las más exquisitas telas de un alegre, aunque sobrio, color rojo. Su cinta blanca con patrones de nubes fue reemplazada por una de la misma tonalidad de sus ropas y usaba una horquilla de loto al centro de su cabeza que logró contener sus largos cabellos en orden. Un tenue carmesí maquillaba sus párpados sin excederse, lo mismo sucedía con sus labios.

El velo en su cabeza no fue retirado en ningún momento. Realizaron las tres reverencias de acuerdo a la tradición; cuatro tablillas reposaban en el altar en representación de los padres de los novios, pero además de pedir a sus padres desde el fondo de su corazón por ayuda, Lan XiChen tuvo en mente a su hermano y a su tío, porque ellos en vida velaban por su bien.

La esposa retiró su velo cuando hubo estado en la habitación adornada para la ocasión, esa que compartiría con Jiang Cheng desde aquella noche. Desató la cinta roja y la guardó en una cajita de madera en la cual también reposaba la cinta blanca que escondió días previos a su boda.

Se cambió a ropas más cómodas y se fue a dormir así sin más. No pasó mucho tiempo cuando sintió como otro cuerpo se acomodó a su lado con el mismo objetivo: dormir para acabar con aquel terrible día y así tener paz aunque fuese durante el sueño.

Al menos se dirigían palabras de cortesía. Su relación no parecía tan hostil como sucedió con los padres del actual líder Jiang. No obstante, eso no detuvo los rumores que circulaban incluso dentro de la secta. La gente decía que los Jiang estaban malditos, puesto que los pilares principales que sostenían Yunmeng flaqueaban debido a los conflictos que guardaban del ojo público con recelo, y los errores del pasado parecían afectar el presente y futuro de la secta.

El tiempo pasaba de forma lenta y la relación entre los señores Jiang no parecía ni avanzar ni retroceder, creando un ambiente tenso siendo los discípulos quienes pagaran caro pues su líder no tenía piedad de nadie cuando entraba al campo de entrenamiento. De hecho, era aún más cruel que cuando era soltero. Y las cosas empeoraban cuando su esposa pedía piedad por los jóvenes.

Fue poco tiempo después de la boda que se realizó una cacería nocturna organizada por LanLingJin. Y hubo un pequeño detalle que impresionó a muchos si no es que a todos.

Se supone que es la Señora, madre de la secta, pilar de esta, quien cuida de los suyos cuando el líder se va a atender asuntos fuera de su hogar acompañado de jóvenes discípulos.

La nueva Señora de Muelle de Loto acompañó a su esposo a la cacería para ser su apoyo.

Lan, es decir, Madam Jiang no desconfiaba de las habilidades de su marido, en lo absoluto; es sólo que una antigua tradición dictaba que los recién casados debían trabajar juntos en una hazaña de semejante complejidad para reforzar la alianza que formaron. Una tradición tan antigua que se había olvidado por varias generaciones y que, oportunamente, volvió a realizarse luego de la boda de los actuales señores Jiang.

Y así fue como Madam Jiang tocaba a Liebing sobre su espada para ayudar a Jiang Cheng quien en tierra azotaba con Zidian a todo aquel cadaver putrefacto que se cruzara en su camino y si el látigo no los alcanzaba entonces Sandu podría encargarse de cortar carne podrida.

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