Slice of life

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Volvía a casa temprano de nuevo. No podía quejarse porque le agradaba, pero de igual manera le resultaba extraño no seguir con su rutina diaria.

A esa hora el autobús tenía varios asientos sin ocupar y el sol brillaba de forma cálida, los últimos rayos que dejaba siempre eran los más suaves como caricias llenas de cariño propiciadas por el astro rey. Y a pesar de la hora, las calles no se veían sobrecargadas de vehículos. Llegaría a casa pronto, a Xiao-er le daría mucho gusto porque podría comer de ese paté de salmón a una hora apropiada y no a media noche cuando ya tendría que estar en el techo para avistar la luna en su máximo esplendor.

Su trabajo le aislaba de los demás la mayoría del tiempo, lo más seguro era que sus habilidades sociales se hayan oxidado pero es que no era su culpa, su trabajo en sí no permitía interacción con otros a menos que fuese necesario. No a todos les interesaba pasar horas y horas en una misma posición proporcionando suaves movimientos para no arruinar una obra de arte, patrimonio cultural de tu país y del mundo y era una dicha para él encargarse solamente de las pinturas y pergaminos, dentro de lo que cabía.

Y es que Lan XiChen se encargaba de restaurar y conservar algunas pinturas, cuadros, pergaminos, partituras y alguno que otro escrito en el museo de la ciudad. El trabajo requería de disciplina y precisión para dar un excelente cuidado a los artículos, casi se exigía ser perfecto. Y contrario a la opinión popular, era un trabajo agotador. Y sin embargo, Lan Huan disfrutaba su trabajo.

Ahora que lo pensaba, no veía a su hermano desde el recital de guqin de verano. A-Yuan seguramente ya era un poco más alto y tal vez haya empezado con las lecciones de aquel ancestral instrumento que ambos hermanos Lan aprendieron a tocar desde los seis años.

Y hablando de su sobrino, Lan XiChen decidió que haría una parada antes de ir a casa. Xiao-er se molestaría y él aceptaría la ley de hielo impuesta por su compañero al no atender sus exigencias.

Tuvo que caminar dos cuadras desde la parada del autobús hasta su nuevo destino, pero no fue problema para él, disfrutaba de caminar sin apuro. Pronto el sonido de vehículos circulando por la calle fue sustituido por risas divertidas y una vocecita más que conocida para él.

-¡Sr. Lan! -sus brazos fueron más rápido que su cerebro tomando al cuerpo más pequeño con firmeza. Una enorme y brillante sonrisa con matices infantiles resplandecía ante él.

-¡JingYi! Por todos los cielos, no hagas eso -regañó la encargada al niño pero éste simplemente sonreía para Lan XiChen contagiándole de la emoción luego de aquel susto.

Aquel huracán hecho niño llevaba el nombre de JingYi y, como muchos otros, fue acogido por un orfelinato y resultó convertirse en un muy buen amigo del Lan. Cada vez que él visitaba el lugar, el pequeño corría a saludarle y preguntar por A-Yuan ya que ambos habían sido amigos hasta que WangJi adoptó a su ahora sobrino.

Verán, los hermanos Lan también eran conocidos por su filantropía y en un evento que requirió su presencia, conocieron a esos inseparables amigos. Lan XiChen le prometió a JingYi que cuidaría de A-Yuan y a él le visitaría cuando pudiera, lo que resultaba ser con bastante frecuencia. Por supuesto, aquellas visitas tenían un propósito.

-Ayer encontramos un conejo entre los tulipanes y lo cuidamos hasta que la señorita Luo lo llevó a un refugio. Nos dijo que ahí lo cuidarán muy bien -contaba el niño a su amigo mientras comían mooncake sobre una banca en el patio trasero, JingYi balanceaba sus piernas de atrás hacia adelante y XiChen sonreía al escucharle atentamente.

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