Susurros descuidados.

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Con amor para Coni y Honey.




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La horrible sensación de su sandalia zori rompiéndose le heló la sangre, pero eso no fue impedimento para terminar tirado en medio de la calle, Zenitsu se quejó débilmente pero se levantó, no tenia mucho tiempo antes de que Tanjirō regresara a casa. El dolor punzante en su tobillo cuando lo apoyó para seguir caminando fue desagradable para él que odiaba enfermarse y aun así tomo las sandalias del piso para poner un pie delante del otro.

Las transitadas cuadras que lo separaban de la panadería de la familia Kamado nunca se le hicieron tan largas aun a pesar de que las recorría cuando necesitaban pan o iba de visita. La peluca de cabellos largos le hacia sudar del cuello y la nuca, su nula costumbre de usar maquillaje le pasó factura al sentir la cara pesada pero el nerviosismo que sentía mantenía las palmas de sus manos completamente empapadas. Realmente quería huir pero su decisión había sido tomada y no se echaría para atrás.

Sostuvo con fuerza el pomo de la puerta de entrada del local notando que temblaba levemente, intentó calmar su respiración agitada, sentía la garganta seca por el esfuerzo de correr con la ropa prestada por Aoi por lo que tomando una pizca del poco valor que creía poseer finalmente abrió la puerta.

La imagen de una chica rubia con el cabello desordenado, las bonitas ropas arrugadas y manchadas de té además del rostro herido de un feo tallón en la mejilla pero salpicado de un muy delicado tono rosa, con unos grandes ojos cristalinos por las pequeñas lagrimas que de estos se asomaban asaltó la visión de Takeo que atendía la caja registradora sintiendo inmediatamente un extenso rubor, hasta que la bonita persona frente a él se abalanzó con desesperación hasta el mostrador y una voz claramente conocida emergió de los labios pintados:

- ¡Takeo, necesito que me ayudes!

El menor puso una cara de disgusto al reconocer a Zenitsu debajo de todo su disfraz de chica ¿Qué se creía el rubio para salir así de su casa y más aun entrar con esas fachas a la panadería asaltando su pobre corazón? Lo único que pudo hacer fue soltar un sonoro suspiro, lamentarse por lo que preguntaría para posteriormente pellizcarse el puente de la nariz.

- ¿Ahora que hiciste Zen?

El lloroso muchacho soltó las sandalias que llevaba cargando en una de sus manos y tomó las manos del tercer hermano Kamado que se sonrojó aun más por la acción.

- ¡Yo no he hecho nada malo Takeo, no asumas cosas erróneas!

- ¡¿Cómo no quieres que piense mal de ti si estas vestido de chica!? ¡Eres un desastre, no entres así a la panadería, espantarás a los clientes!

- ¡Takeo, Takeo, me declararé ahora, necesito ayuda!

Era inesperado pero por fin por lo que rogaba el de cabellos negros cada noche que veía a su hermano mayor suspirando se cumpliría ya que Zenitsu estaba ahí con una mirada temerosa pero decidida; si tenia que hacer de cupido lo haría por ese par de bobos que lo tenían harto.

-Bien, entra a la casa y espérame en la sala. Llamaré a mi mamá para que me cubra.

Zenitsu asintió agradecido por lo que levantó las cosas que había dejado caer como la peluca y las sandalias para pasar a un lado del mostrador y subir a la residencia Kamado. En su exaltación no se había dado cuenta que los niños menores veían televisión muy entretenidos hasta que Shigeru escuchó como se quejaba al apoyar el pie.

- Zen- Zen vino a visitarnos.

Dijo emocionado para correr a abrazarlo a lo que los otros dos con inmensa alegría repitieron la acción, el rubio más que acostumbrado a la efusividad de los pequeños acarició sus cabezas tal cual Tanjirō le enseñó y conociéndolos las preguntas curiosas no se hicieron esperar: "¿Por que traes puesto un kimono?", "¿Qué te pasó en la cara?", "¿Vienes a ver a Tanjirō?", "Mira Zen- Zen, se me cayó un diente" esas fueron las principales cuestiones y entre jalones lo sentaron con ellos para seguir viendo el programa haciéndole olvidar por un momento porque estaba en esa casa.

Tan dulce como los duraznosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora