XLVII

1K 105 12
                                    


Cuando desperté, todo me daba vueltas y me sentía muy mareado. Pero, era un hecho que ya no estaba en movimiento. Abrí mis ojos totalmente y noté que estaba en una habitación pequeña, tenía una mesa al frente y el lugar solo era alumbrado por un foco y tenía dos puertas. Todo estaba en silencio y noté que estaba esposado a la silla. 

No tenía caso resistirme. Podía usar a Rashoumon si así lo quería, pero en este momento no era necesario, porque yo mismo había aceptado entrar en este juego, y hacer algo «indebido» no ayudaría mucho a la ya de por sí pésima posición que tenía contra ellos.

Sin embargo, estaba molesto por la situación. Sabía que Dazai-san no me habría mentido con eso de acompañarme en todo momento mientras ellos me llevaban, entonces ellos son los que le habían mentido a él pero no me explicaba el por qué o con que objeto, pero no podía ser algo bueno, así que solo me quedaba estar atento para defenderme en cualquier momento, aunque me sentía aún bastante débil tras despertar: quien sabe que cosa me había inyectado esa mujer. 

—Vaya, vaya, despertó el perro durmiente de la mafia —oí de repente, mientras una de las puertas se abría y entraba a la habitación la mujer que me había atacado antes.

—Supongo que vienes a decirme qué hago aquí y qué es lo que quieres.

—Ya sabes que es lo que quiero, Akutagawa— contestó, dejando un vaso de agua frente a mí y ella, tomando del suyo.

—No lo sé, por eso te lo pregunto.

—No intentes jugar conmigo.

—No lo hago, no podría jugar con alguien que me inyectó no sé que cosa para traerme a este sitio, de manera ilegal. ¿O me equivoco? 

—Pues lo que tú has hecho en todos estos años en la Port Mafia no ha sido precisamente algo legal, ¿no lo crees? Si estás aquí es justo por eso, y lo que quiero es simple: respuestas sobre lo que haces en la Port Mafia. 

—No sé qué crees que yo pueda saber que te ayude, pero lamento decirte que solo perderás tu tiempo conmigo—respondí, algo fastidiado por la debilidad que sentía en mi cuerpo y la situación. 

—Yo seré quien decide si pierdo el tiempo o no. Pero por eso no te preocupes, que aquí abajo tú y yo tendremos todo el tiempo del mundo para charlar, porque... —dijo, acercándose a mí —nadie va a venir a buscarte ni a rescatarte, ni siquiera tu ex mentor. 

—Ahora comprendo por qué quieres saber cosas de mí —contesté, burlándome—. Se nota que no sabes nada de como soy, y que, obviamente, lo que menos esperaría es que alguien venga a salvarme, como a ti te lo parece, porque yo puedo salvarme solo.

—Vaya, resulta que el perrito de la mafia quiere demostrarme que es tan valiente que no espera que lo salven porque él se salva solo, ja, ja, no me hagas reír. Más bien admite que nadie vendría a por ti porque no le interesas a ninguna persona en este mundo, salvo que sea para que mates a alguien.

Ambos nos quedamos mirando. Ella mostraba su arrogancia, y se comportaba como si tuviera la razón, y aunque yo me limitaba a verla sin darle importancia al asunto, muy en el fondo, pensaba que probablemente tenía razón: nadie vendría por mí a ese lugar, porque nadie sabría donde estoy y porque, tampoco harían algo por sacarme, ¿no? 

—Veo que te has dado cuenta que tengo razón, así que por qué no empiezas a contarme sobre... —respondió ella, cuando una alarma comenzó a sonar por el lugar, sorprendiéndonos a ambos—. Ni se te ocurra moverte, ¿me oíste? 

—Creo que tienes problemas.

—No es de tu incumbencia —dijo y salió del lugar. 

Era claro que algo pasaba porque ella lucía nerviosa. Para que hubiera una alarma general sonando significaba que el sitio estaba en riesgo... Tal vez, la única persona que sabía que me habían llevado de repente, estaba ahí... Tal vez, Dazai-san...

—Tú —me gritó, regresando a mi lado— vas a venir conmigo —y abrió la puerta tras mío. Su rostro, desencajado, no tenía huellas de su seguridad de minutos atrás. 

—Me imagino que tu preocupación es porque han venido a rescatarme —comenté mientras ella quitaba la esposa que me ataba a la silla, y la cerraba en mi otra muñeca.

—¡Ya guarda silencio!  —exclamó, exasperada y un grupo de ocho hombres llegaron por la puerta recién abierta, con armas en mano, por mí—. Vas a seguir a mis compañeros y sus órdenes, porque si no lo haces, te recuerdo que tengo en mi poder aún a tu ex mentor, y dudo mucho que quieras que le pase algo, ¿verdad? 

—¿Acaso piensas que el que tengas a Dazai-san va a detenerme de algo? 

—Demuéstrame lo contrario, y te aplaudiré sobre su cadáver.

—Chica, tú no puedes matarlo, no te lo permitirían.

—Me llamo Leila, no chica —dijo, tomándome por el cuello de la gabardina— y puedes apostar a que no juego porque ustedes, perros de la mafia; me deben una y se las cobraré—. Y me soltó de la ropa, agregando—. Además, si fuera tú, no estaría tan seguro de que eso que te inyecté hace rato no necesite una cura— con lo que salió del lugar y los hombres me llevaron consigo. Era un largo camino estrecho y bien podía matarlos ahí, pero no sabía qué me esperaba más adelante y sobre todo, no tenía certeza de lo de Dazai-san, aunado a que mi cuerpo aún se sentía muy debilitado por su inyección y por el intento de asesinato del Jefe contra mí. 

Por tanto, no me quedó de otra más que seguirlos, mientras escuchaba disparos, explosiones y el lugar se sacudía una y otra vez. Caminé por varios minutos hasta que salimos al exterior, donde me llevaron de inmediato a una camioneta, escoltado por cuatro hombres, subiéndome en la parte de atrás, en el asiento de en medio. 

Y así, comenzamos a alejarnos. Apenas si había espacio para que me moviera, pero el movimiento y el calor hicieron que empezara a sentirme mal, débil y muy mareado. No podría ser peor... Tenía de opción matarlos y quedar quien sabe donde, a mi suerte, o esperar ver sus planes... Cuando de pronto.

—Rayos, nos vienen siguiendo —dijo el conductor, alarmando a todos.

—¡Acelera entonces! —gritó el copiloto y sacó su arma, para comenzar a disparar al automóvil que nos emparejaba, mientras que desde este intentaban cerrarnos el paso. Era el momento: debía de hacer algo porque era mi única oportunidad de liberarme, así que usé a Rashoumon y corté el arma del hombre a mi derecha, y al notarlo el de la izquierda comenzó a dispararme, mientras la camioneta parecía perder el control y gracias a mi habilidad, lograba desviar las balas, cuando un claxon muy fuerte comenzó a sonar, echando luz de frente a nosotros.

—¡Maldito mocoso! —gritó el hombre al que le había destruido el arma, intentando encajarme una navaja en el cuello, que mis manos detuvieron, cuando el techo se cimbró, y el sujeto a mi derecha comenzó a disparar hacía este, con lo que lo moví para que no lo hiciera, al tiempo que otro golpe abollaba el techo... 

—¡Nos vamos a estrellar! —gritó el conductor, con lo que vi lo cerca que estaba el camión de impactarnos, cuando el techo cedió y dejó ver, entre la lamina destruida, la luz de la luna, y en ella, a...

—¡ATSUSHI!

Continuará...


Nota de la autora: me extendí mucho -bastante-para poder continuar pero aquí está. Ahora que estos dos se han reencontrado, ¿podrán librar el camión y volver a estar juntos? jaja léanlo en nuestro siguiente capítulo jajaja 

Gracias por leer. ♥


¿Por qué dejarías a la Port Mafia, Chuuya-san? Shinsoukoku SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora