LVIII

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Atsushi y yo nos mirábamos en el medio de ese pasillo, lleno de los rayos del sol dorados propios del ocaso, con el ruido cancelado del bullicio de la acera a unos cuantos pasos, porque, a ese breve espacio, solo pertenecíamos él y yo.

Y, al mirar sus ojos de colores, recordé un instante, lo que estaba llenando de pesar a mi ser.

—¿Cómo que no nos podremos volver a ver? —pregunté, ante lo que Fukuzawa acababa de decirme.

—¿Es que acaso pensabas que ibas a poder recibir visitas mientras te mantuvieras preso? Akutagawa-kun, esto no son vacaciones —contestó él, con severidad.

—¡Jamás pensé eso! —exclamé, ofuscado, porque ciertamente se me acaba de derrumbar parte del mundo, en algo que era obvio pero de lo que no había caído en cuenta.

—Escucha, Akutagawa-kun, si alguien supusiera que tú y Atsushi-kun tienen una relación, entonces... —dijo Dazai-san, intentando calmarme.

—Pero, no tenemos una relación —espeté, como si eso fuera a cambiar la situación, aunque en el fondo las palabras de esa mujer respecto a Atsushi me retumbaron como si estuviera en ese instante escuchándolas: «Tal vez dejar de lado tu interrogatorio y comenzar con alguien más... Tal vez comience con Atsushi...». 

—Todo el mundo cree que se odian, pero si descubren que ustedes en realidad son amigos, con eso será más que suficiente para poner en peligro a Atsushi-kun, y estoy seguro que no quieres que eso suceda —agregó Dazai-san.

—No...

—Entonces, es hora de irnos. 

Miré a Fukuzawa un momento más y salí tras de Dazai-san, cerrando la puerta. Comenzamos a andar por el pasillo, con mi cabeza revuelta ante la perspectiva de lo que tendría que suceder, cuando, al pasar por la sala de estar donde se encontraban los demás miembros de la agencia, un grito, del chico pelirrojo que alguna vez intenté asesinar, detuvo mi paso y el de Dazai-san. 

—Creo que es mejor que...

—¡¿Qué?! —exclamó Atsushi, con la angustia reflejada en su pálido rostro.

—Que tú y yo... Que tú y yo... —dije, pero al notar mi debilidad al mirarlo así, busqué lucir ante él como cuando recién lo conocí, como si no me importase—. Es mejor que te alejes de mí.

—¿Qué?

—Ya me oíste, lo mejor será que dejemos las cosas hasta aquí.

—Ryu, ¿de qué me estás hablando? —me preguntó, acercándose a mí, con lo que di un paso hacía atrás. Atsushi comprendió al instante que no quería que se me acercara, porque detuvo su siguiente paso en seco.

—Sabes perfectamente que acepté ayudar a Dazai-san.

—¿Eso qué tiene que ver con alejarme de ti? 

—Que no sé cuánto tarde esto, y...

—¿Y? ¿Acaso crees que no puedo esperar por ti este tiempo? —Atsushi se notaba herido, y su rostro triste mostraba ahora un gran enojo—. ¿En serio, crees que después de todas las cosas que hemos pasado, yo me alejaría de ti por algo tan simple? 

—Pues tienes que hacerlo —contesté, severo.

—¿Qué es lo que te pasa? ¿Qué es lo que no me estás diciendo? —Su voz parecía apagarse ante cada palabra dicha, como la luz en sus pupilas.

Ese era justo el problema, que no podía decírselo. No podía arrastrar a Atsushi a esperar por mí durante quién sabe cuánto tiempo, como si él tuviera que pagar por los pecados que yo había cometido en el pasado y que, justo ahora que era feliz, habían regresado a cobrarme factura.

—Nunca debimos de cruzar esa línea... —dije, sintiendo como se me revolvía el estómago ante cada palabra —. Lo nuestro, ha sido un error.

—¿Un, error? —susurró él, y sus ojos se llenaron de lágrimas. 

—Somos de mundos distintos; ya lo has visto hace un momento. Jamás podré pertenecer a un sitio como este, y mucho menos, hacerte feliz.

—¡Déjate de estupideces! —Atsushi se acercó a mí, y no pude evitarlo. Cuando me di cuenta, nuestra distancia era mínima—. No sé por qué me dices esto, pero no voy a dejarte solo, porque te...

Pero no dejé que terminara, porque besé la comisura de su labio izquierdo un momento, tras lo que pasé de largo y me dirigí a la puerta. 

—Es mejor así... Olvídame —le dije, pero cuando iba a tomar el picaporte para girarlo, sentí como me jalaba del brazo derecho, volteándome en la inercia, para dejarme atrapado, con la espalda pegada a la puerta, y su rostro frente al mío, tomándome de los brazos.

Su expresión de enojo se disolvió cuando, de pronto, me besó de manera frenética, con lo que no pude evitar corresponderlo. Nos besamos durante varios segundos, hasta que el ruido de un claxon afuera nos detuvo.

—Veamos si tú puedes olvidarme —dijo, y soltándome entre sus lágrimas al vuelo, se dio media vuelta y fue hacia el ascensor, que de inmediato abrió sus puertas cuando lo solicitó, desapareciendo sin voltear a verme siquiera un instante.

Aspiré hondo, y por fin salí de ese pasillo.

En el automóvil, ya me esperaba Dazai-san, quien era justamente el que tocaba el claxon. Subí y tomamos camino.

—¿Le dijiste algo a Atsushi-kun sobre lo que hablamos con Fukuzawa-sensei?

—No.

—Mientras estés en esta misión, pondré tanto trabajo en él para que no le sea fácil pensar en ti.

—Ok.

—Lamento que tengan que ser las cosas así, Akutagawa-kun.

—No importa ya, solo dime qué es lo que tengo que hacer.

Dazai-san notaba con seguridad mi seriedad y molestia, por lo que ni insistió más y me dijo claramente el plan que tenía que seguir, al menos de inicio.

Para ser honestos, no me veía tardando años en cumplir dicha misión, y aunque sabía que tomaría un tiempo, estaba dispuesto a hacer lo que fuera para conseguir que esos días fueran los menos posibles.

Condujo alrededor de una hora, hasta que llegamos a una especie de búnker, muy a las afueras de Yokohama. Bajé con Dazai-san, esposado tal como mi primera orden lo indicaba, y me dirigí con él al lugar.

Eran mis últimos momentos de "libertad" antes de entrar a ese laberinto y comenzaba a arrepentirme de haber dejado a Atsushi así, sin una explicación más allá.

—Dazai-san.

—¿Si?

—Cuida a Atsushi por mí —le pedí, mientras unos hombres se acercaban a lo lejos a nosotros—, y si ves que él está sufriendo, haz algo para que me olvide. 

—Atsushi-kun es tan aferrado como tú, y primero vendría a sacarte de aquí antes de pensar en olvidarte —respondió, dejándome sin palabras—. Buena suerte. —Los hombres llegaron y me llevaron, con lo que entré a esa fortaleza de la cual solo sabía una cosa: o cumplía mi misión, o a Atsushi, en el tiempo, lo perdería... 

Y la cosa es que, aunque yo quisiera que me olvidara, porque eso sería para él lo mejor, en el fondo tenía razón... yo tampoco podría olvidarlo...


Continuará...


Nota de la autora: pues conociendo a Sushitto hermoso dudo mucho que se rinda así como así, aunque no creo que sea el único. Gracias por leer. 

¿Por qué dejarías a la Port Mafia, Chuuya-san? Shinsoukoku SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora