Chapter *13*

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Salí de casa con un suéter puesto pues extrañamente amaneció haciendo un frío que helaba hasta los huesos, frío, en verano, el mundo cada vez está más descontrolado.

Emprendí mi camino hacia la escuela, estaba a punto de llegar, me faltaba cruzar el parque y las dos cuadras que habían de distancia entre este y esta, había una pequeña feria el día de hoy, de esas  que venden pequeños objetos, comida y no se que más. Miré la hora en mi celular para ver su tenía tiempo tan siquiera para ver qué había ahí pero, lastimosamente sólo me quedaban diez minutos antes de que empezaran la primer clase así que seguí mi camino, resignado a dejar que la gente se llevara las mejores cosas en ese lapso de tiempo en el que yo me encuentro en clase.

Decidí ir corriendo lo que quedaba de trayectoria y así tal vez entrar un poco en calor, faltaba una cuadra para poder llegar a la escuela y por muy rápido que corriere, nunca llegaba a esta, me estaba cansando y es que una cuadra era como cruzar un campo de cuatrocientos metros y con lo flojo y lento que soy pues, ya se imaginarán.

Miré la hora en mi celular el cual llevaba en la mano izquierda, faltaban tres malditos minutos para poder llegar a tiempo, eso era lo que me pasaba por creer que por levantarme y salir temprano de casa llegaría a tiempo, ¿porque, quien me manda a caminar más lento? Era estúpido, ahora que lo pienso, fue muy estúpido en realidad.

Decidido a dar mi último esfuerzo, seguí corriendo como si mi vida dependiera de ello, la gente me veía como si vieran a un lunático caminando desnudo por la calle, aunque eso no se alejaba mucho a lo que en realidad estaba pasando. Faltaban unos cuantos metros ya, tal vez seis o diez pero me estaba quedando sin fuerzas, sin energía, sin aire pero, decidido a no cansarme en vano, di mi último empujón y logré llegar.

Cerrado, el portón estaba cerrado, al final casi morí de cansancio en vano, el celador estaba colocando aquel candado gigante cuando llegué, traté de convencerlo que me dejara entrar pero el muy idiota me dijo que debía de madrugar más, sin embargo seguí insistiendo e insistiendo e insistiendo, como por diez minutos pero, el muy buen hijo de mami me amenazó diciendo que si no me iba, llamaría a mis padres.

Sin pensarla dos veces me retiré de ahí, volviendo por donde vine, no porque llamaran a mis padres sino porque a quien llamarían sería a mi abuela y ni de imaginar lo que me haría si se lograra a enterar, me arrancaría las orejas, me tendría en cuarentena por tres largos meses y ni hablar del trabajo que me pondría.

Sin nada más que hacer y con la decisión final de no volver a casa hasta que se llegara la hora de salida, decidí volver hacia donde se encontraba la feria, al menos algo bueno debía de surgir de tanta desgracia que me persigue ¿no? Pero esta vez, a paso normal, ya me pasó una desgracia por andar lento una vez, dos veces no me ocurrirá lo mismo.

Al llegar donde estaban aquellos pequeños puestos, pude observar que había mucha gente, demasiada para ser tan temprano en una simple feria y cuando hablo de temprano me refiero a que eran las 7:19 am, la gente si se toma encerio lo de las ferias "anotado".

Empecé a observar lo que había en el primer local, eran libros, libros de todo color, tamaño y grosor, un tanto monótono para alguien que sólo se la pasa leyendo la mayor parte del tiempo, así que decidí ver todos los locales de una manera rápida, viendo apenas de reojo lo que ofrecía cada uno de estos.

Había ropa, juguetes, cremas y perfumes, joyerías, había muchas cosas más pero que en lo personal no me llamaban mucho la atención, hasta que llegué al último local donde se encontraba una señora delgada, de baja estatura, su pelo atado en una sola trenza apenas y dejaba ver rastro de que alguna vez fue negro, vestía con un vestido morado con una especie de flores de colores blancas y negras que lo abrazaban, combinaba con ella.

Mi ángel guardiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora