El encuentro: parte 3

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*Llamada entrante*

Tú: ¿Kihyun? ¿pasa algo? Tengo llamadas perdidas tuyas

Kihyun: ¿estás ya con Kyun?

Tú: sí, lo fui a buscar a la estación y acabamos de llegar a mi casa

Kihyun: ¡vale!

Tú: ven para la hora de cenar, sobre las 21h30

IM: no te piques, Kiki, que se te nota algo celoso

Kihyun: ¿celoso yo? ¿de ti?

Tú: vamos, no discutáis

Kihyun: allí estaré

*Llamada finalizada*

Una vez en casa, colgasteis vuestros abrigos en el perchero de la entrada y pasaste a mostrarle cada rincón de tu hogar a Kyun.

IM: se siente realmente acogedor, me encanta

Tú: ¿verdad? Me encanta cuidar y mimar mi hogar, el ambiente, la decoración, todo debe estar en perfecta armonía

IM: ya veo... eres muy perfecta para ser real, no serás un sueño, ¿no? - dijo pellizcándose la mejilla

Tú: ja, ja, ja, Kyun por favor, tengo muchos defectos, pero no nos conocemos lo suficiente aún para haberlos percibido

IM: ahí llevas razón, voy a necesitar largo tiempo entonces - dijo acariciando tus mejillas

Ambos estabais en el dormitorio, frente a frente, absortos en vuestras miradas. La suya parecía atravesarte el alma, emanaba un poder que erizaba cada centímetro de tu piel. Provocador, poderoso, observador y con un tacto tan delicado y sutil, hacía que perdieras el sentido. 

Se acercó a tu rostro sin apartar su mirada ni un segundo de la tuya, sus manos continuaban acariciando tus mejillas, dejando el suave tacto de sus yemas sobre tus pómulos enrojecidos

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Se acercó a tu rostro sin apartar su mirada ni un segundo de la tuya, sus manos continuaban acariciando tus mejillas, dejando el suave tacto de sus yemas sobre tus pómulos enrojecidos. Tragaste saliva y relamiste tus labios. En el impulso de besar tu boca, caíste lentamente sobre el colchón, cubierto por sábanas de terciopelo gris. Tus manos agarraban con fuerza su nuca, acercándolo más a tu posición. Sus labios tomaron un desvío hacia tu cuello, acariciándolo y besándolo con suavidad. Sus manos, mientras tanto, tomaron tus muslos, subiendo la tela de aquel vestido aterciopelado. Las tuyas, tomaron la tela de su jersey para hacer la misma operación. Sentías su tacto en cada parte de tu ser, su mirada clavada en cada detalle de tu cuerpo. Sacó a pasear su lengua por tus clavículas, subiendo por tu cuello hasta llegar a tus labios, los que le encantaba morder. Se liberó de sus prendas superiores, continuando por subir tu vestido hasta deshacerse de él. Tu lencería era su paisaje favorito y sonriendo de medio lado, dedicó varios minutos a contemplar tu cuerpo vestido de encaje negro, acariciando tu vientre y besando tus muslos. Te estaba devorando como un animal salvaje devoraría a su presa, hambriento, sediento, deseoso por saciar su apetito contigo.

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