El día del funeral de Michael Gross había muchas personas. Strom no conocía a la mayoría, pero Dunkelheit recordaba sus rostros. Eran personas que pasaban habitualmente por la calle del pueblo en la que ellos vivían durante el verano, todas conocían al joven discapacitado, aquel que cantaba para ellos casi todas las tardes acompañado de su guitarra. Entre los rostros afligidos de los presentes, logró distinguir a aquel hombre que una vez había alabado la voz de su amigo. Él suspiraba y murmuraba cosas como: "¡Qué desgracia!" o "Ellos no saben lo que han hecho". Dunkel lloraba abrazada junto a Strom, no podía mirar el ataúd de Michael. Le dolía demasiado, pero en un acto de valentía y amor hacia el joven, giró su cabeza hacia el agujero y antes de que levantaran la tumba. Se acercó con pasos vacilantes hacia el cuerpo de su antiguo amor de la infancia. El cuerpo estaba al descubierto aun. Ella se inclinó y pronunció unas palabras de despedida que nadie pudo llegar a escuchar, luego besó su mejilla, pálida y fría y se le concedió la tarea de cerrar la tapa del ataúd. Cosa que le resultó más dura que acercarse al cuerpo para darle un último adiós. Con las mejillas húmedas y coloradas cerró por fin la caja de madera maciza dónde reposaría para siempre el cuerpo de Michael Gross, el que reclamó Dios, según ponía en su lápida de mármol fino y blanco como el marfil del que parecía estar hecha Dunkelheit.
Apoyó la mano durante unos segundos en la fría madera que era calentada por el sol que brillaba como nunca en aquella triste tarde. Depositó una corona de flores sobre ella. La joven alzó su mirada al cielo y luego se fue, para volver a rodear el cuello de Strom con sus brazos, cubiertos por la tela de un vestido negro de cuello alto abierto con encaje en el escote. El cual la envejecía hasta hacerla semejante a algunas de las jovencitas de 20 años que estaban presentes en el funeral.
La madre de Michael, cubierta por un velo negro, dejaba que cascadas saladas rodaran por sus mejillas amargamente teñidas de rojo por el dolor de haber perdido a su único hijo, el cual creyó que aunque creciera, siempre sería su niño. Ahora sí que nunca crecería. Deseaba con todas sus fuerzas que la esperara allí arriba en el Paraíso, lugar que quería visitar lo más pronto posible para reunirse con su pequeño y el que una vez fue su amado esposo. Todo lo que quería se le era arrancado cruelmente de las manos.
Varias semanas después, Strom y Dunkelheit recibieron una carta, entregada personalmente por la enlutada madre de Michael, Imgard Gross. Decían así:
Mi querido amigo:
Mi madre se equivocaba, aquí no curan a la gente... Hace unos días desaparecieron dos niños, que como yo, habían entrado en la consulta . Preguntamos por ellos, las enfermeras y los médicos nos respondieron que habían sido trasladados a una unidad de cuidados intensivos, porque padecían unas enfermedades muy graves. Pero no era más que una mentira, pues ayer pasó lo mismo. Esta vez era una chica con la cual compartía una única cosa... Has adivinado amigo mío, ambos éramos paralíticos, mas no estaba enferma, gozaba de una salud excelente.
Uno de los chicos que habían desaparecido se había acercado a mí nada más llegar. Nos hicimos amigos muy rápido, siempre resolvíamos problemas matemáticos juntos y él hallaba siempre la respuesta a todos mucho antes de que yo lograra terminarlos. Era muy inteligente... Demasiado, aunque no comprendía bien los sentimientos, creo que tenía algo extraño que los médicos llamaban Autismo. Pero era un verdadero genio. Me hubiera encantado ver a donde podría haber llegado aquel niño.
Si estás leyendo esto, es porque porque estaré ya mirándote desde la nubes. Estoy más que seguro de que el próximo voy a ser yo Strom, sé que nunca lograré salir de aquí. He intentado escaparme y todos mis patéticos intentos no han servido para nada más que ganarme unos cuantos golpes por parte de las enfermeras que trabajan en este detestable lugar. Ya lo he aceptado, me harán desaparecer como a mi amigo. No tengo idea de cómo ni cuando, mas sé que va a suceder, espero que sea lo más pronto que les sea posible. Porque quiero salir de aquí a toda costa y ya no me importa la manera. Si permanezco, al final sí que me pondré enfermo.
Tan sólo quería decirte que te quiero como la hermano que nunca tuve y quiero que seas feliz y tengas suerte en la vida. Se avecinan tiempos oscuros, hermano. Como despedida y última voluntad debo pedirte un favor. Ni como amigo, ni como hermano. De hombre a hombre: cuida de Dunkelheit por mí, por favor. No me iré tranquilo de este mundo sin saber que por ninguna razón la vas a abandonar. Te lo ruego, si de verdad la amas, jura por tu vida que no dejarás que le pase nada.
Michael Gross 20 de Diciembre de 1933
Mientras que la otra contenía las siguientes palabras:
Mi amor :
No te voy a decir nada que no sepas ya. He de suponer que sabrás cuál es mi terrible destino, en fin que les espera a todas las personas "enfermas" como yo, que acaban por mala fortuna en clínicas de la muerte como ésta. Pero te preocupes por mí, el trato que nos brinda el personal hace que la nuestro cautiverio sea menos horrible y más soportable.
Ya se han llevado a varios niños, y sobre sus muertes han soltado sus mentiras para cubrirlas como se cubre con una sábana vieja los trastos que no queremos que se lleven de polvo en el desván de nuestros hogares. Añoro mi casa.
Ellos creen que somos débiles y que nuestra vida no es digna de ser vivida. ¿Cómo alguien puede creer tener el poder de decisión sobre la vida de otro ser humano? ¿O es que acaso no lo somos?
Espero con ansias que llegue mi momento. Me siento tremendamente enjaulado. Tú siempre decías que era un ángel, pues este ángel quiere volver a ver el cielo. Y si la única manera de ser libre es abriendo las alas, lo haré con gusto y pesar. Pesar por no haber tenido la oportunidad de despedirme de ti como es debido, en persona. Esto es el adiós, Dunkelheit, te amo y siempre te amaré, pero tú y yo nunca estuvimos destinados a estar juntos. Hasta aquí he conseguido llegar, peor tú debes seguir. Guardaré estas palabras entre mis pertenencias para que podáis recibir mis últimas voluntades.
Si de verdad me amas, aunque seas como amigo o hermano, prométeme que seguirás protegiendo a Strom como siempre has hecho. Te deseo lo mejor en la vida y espero que encuentres a alguien que te merece.
Siempre tuyo: Michael Gross. 20 de diciembre de 1933.
Nunca nada volvió a ser lo mismo. El corazón de Dunkelheit se congeló en el momento en el que cerró al tapa del ataúd de Michael, como si se hubiera llevado la luz de su vida con él a la tumba.
ESTÁS LEYENDO
Mi cordura por tu vida
Historical FictionEsta es la historia de Dunkelheit Zorn, una chica alemana que tuvo la mala fortuna de estar en la época equivocada, en el lugar equivocado y en la familia equivocada. Su padre es el despiadado comandante del campo de concentración austríaco Mauthaus...