Parte 3

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Lena hizo una mueca. ¿Qué le estaba pasando?

Probablemente, pensó, su amiga Alex fuera la responsable de aquel cambio. ¿Era ella quien había destruido su alegría? ¿Quién si no? Kara le había repetido alguna vez los ácidos comentarios de su amiga sobre ella. Y tenía la impresión de que Alex la freiría en aceite hirviendo si tuviese oportunidad.

Que subestimase su relación con Kara la sacaba de quicio. Ella se sentía orgullosa de cómo la trataba. Cuidaba de ella y era una mujer feliz. ¿Por qué? Porque Lena mantenía alejada la dura realidad de la vida. Incluso conseguía que sus sueños se hicieran realidad.

Aunque Kara no lo sospechaba, dieciocho meses antes había usado sus influencias para que entrase en un curso de diseño en la universidad. Gracias a ella, había empezado a diseñar bolsos que, en su opinión, ninguna mujer sensata debería comprar. Recordó entonces el bolso que parecía tener forma de tomate... Pero el asunto era que Kara estaba contenta con su vida o, al menos, lo había estado hasta que la serpiente entró en el paraíso.

Estaba secándose con la toalla cuando Kara entró en el cuarto de baño.

—Si no podemos celebrar aniversarios, ¿qué podemos celebrar? —le preguntó, muy seria.

Lena se quedó parada con la toalla en la mano, las gotas de agua deslizándose por sus pechos. No había esperado un segundo asalto. El primero la había tomado por sorpresa.

—No sé qué...

Kara se dio cuenta de que tenía un nudo en la garganta, un nudo que crecía con cada segundo.

—Una vez me dijiste que nada permanece igual, qué todo debe progresar —le recordó— Dijiste que las cosas que permanecen estáticas mueren. Sin embargo, en los dos últimos años nosotras no hemos cambiado en absoluto.

En ese momento, Lena decidió que debía guardarse sus sabias palabras para sí misma.

Kara hablaba con el corazón. Quería entender lo que estaba pasando entre ellas, necesitaba saber qué eran la una para la otra.

—¿Qué pasa entonces, Lena? ¿Dónde va nuestra relación?

Que Kara la sometiera a tal interrogatorio exasperó a Lena. Pero, decidida a cortarlo de raíz, la atrajo hacia sí y buscó su boca con tal ansiedad, que la dejó temblando, desconcertada.

—¿Vamos a la cama? —murmuró.

Ella se puso pálida, como si la hubiera abofeteado. Aparentemente, Lena creía que era muy fácil distraerla.

—¿Ésa es la respuesta? Quiero sentir que soy parte de tu vida, no sólo alguien con quien te acuestas. Lena abrió los brazos, suspirando.

—¡Pero eres parte de mi vida!

—Si eso es verdad, ¿por qué no conozco a tus amigos? ¿Te avergüenzas de mí?

—Cuando estamos juntas prefiero tenerte para mí sola. No voy a pedir disculpas por eso —contestó — Cálmate. Te estás poniendo nerviosa.

—No estoy nerviosa. Sencillamente, estamos teniendo una discusión —replicó ella, buscando dentro de sí la tranquilidad que le hacía falta.

—No pienso discutir contigo.

—¿Otra cosa más que te niegas a hacer?

En ese momento, empezó a sonar el teléfono y Kara se alegró de la interrupción.

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