5. Una historia de amor lleva a otra.

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5. Una historia de amor lleva a otra.
Epílogo.

     Nanami no veía por donde la llevaban sus pasos, su visión estaba nublada por las lágrimas que aun no se sentía lista para derramar. Caminaba por los ya oscuros pasillos de la escuela apoyando una mano en la pared, mientras la otra se aseguraba de no dejar caer sus cosas al suelo. Para ser sincera, ni ella conocía el motivo por el cual seguía en la Academia, pues su único fin había terminado.

     Sin embargo, al observar la entrada repleta de estudiantes que salían de sus clubes, todos riendo y platicando entre ellos, no se vio capaz de unirse a aquella bola de adolescentes sabiendo incluso que, probablemente, su hermano mayor ya se había vuelto loco buscándola por todos lados.

     Como un último impulso, abrió la puerta de un salón al azar para adentrarse en él. A diferencia de lo que pudo pensar al inicio, las luces estaban prendidas, y el mobiliario no se levantaba aun. En el momento creyó que algún estudiante despistado había olvidado limpiar aquel aula, pero no le tomó demasiada importancia, pues lo primero que hizo tras cerrar la puerta detrás de sí fue dejarse caer al suelo. Mientras su espalda iba cayendo apoyada contra la pared, sus sollozos iban en aumento, y al creerse sola, no se molestó en acallarlos.

     Hasta que escuchó la voz.

     — ¿Corazón roto?

     Alzó su mirada tan rápido como su cuello se lo permitió. Las lágrimas, como si de un interruptor se tratara, secaron inmediatamente.

     — ¿Eh?

     Un chico de estatura promedio y complexión delgada la miraba desde su cómoda posición en el escritorio del profesor. Estaba sentado de tal modo que una pierna se apoyaba en la mesa, y la otra quedaba colgando. Tenía un palillo de galleta en la boca, sosteniendo con su mano derecha el envoltorio. Se veía de semblante despreocupado, por el modo en el que se encorvaba con los hombros flojos. Su mirada avellana carecía de angustia alguna, como si ver a una chica llorando delante suyo no fuera nada interesante. Esto sumado a su cabello teñido de azul le daban un aire ajeno al ambiente tenso de la escuela. No parecía hecho para el estrés.

     — No vayas a ofenderte, sólo que no pareces el tipo de persona que viene aquí por diversión, — señaló a su alrededor — ¿O vas a decirme que te gusta la fotografía?

     No lo había notado antes. Aquel era el cuarto de revelación del club de foto. Varias bandejas con líquidos brillantes se alineaban en una mesa contraria a la puerta, a un lado del escritorio. Los asientos estaban acomodados de tal modo que formaban un círculo en el centro, donde varias cajas (probablemente repletas de fotografías) estaban apiladas en dos torres. Girando, observó que la pared del fondo se llenaba de imágenes ya reveladas, mostrando paisajes, personas, animales y un par de lugares en la Academia.

     Dejó de analizar su alrededor para centrarse en el chico.

     — Lo lamento, no sabía que había alguien aquí — dijo, consciente del tono entrecortado de su voz.

     — Está bien — él bajó al suelo de un salto y caminó hasta ella, todavía masticando aquel dulce. — Entonces sí es un corazón roto. Déjame adivinar, ¿un rechazo, quizás? ¿O una ruptura desafortunada?, incluso pudo haber sido un engaño...

     Ella volvió a bajar la mirada. La había visto llorar, así que le pareció estúpido limpiar sus lágrimas, pero si podía conservar algo de dignidad en aquella extraña situación, iba a buscarla.

     — Es algo más complicado que eso...

     — Ya veo... — murmuró el chico, bajando para quedar arrodillado a su altura, manteniendo una distancia prudente. De pronto, su rostro se iluminó, como si se le hubiese ocurrido una idea. Extendió el paquete de palillos en su dirección y le dirigió una leve sonrisa — ¿Quieres uno? Dicen que los dulces ayudan con el mal de amores.

     La chica leyó la etiqueta y alzó una ceja.

     — ¿Pockys de Matcha?

     — Sé que no es un sabor muy común, pero...

     — Son mis favoritos. Gracias.

     Él observó fascinado como ella metía una mano dentro de la cajita para obtener aquel pocky. Pareció complacido de que lo disfrutara sin una sola queja.

     — Por cierto, — dijo entonces, buscando cortar el silencio que amenazaba con romper aquella atmósfera. — Soy Takami Yusuke, de segundo año.

     — Fuji Nanami, igual de segundo año.

     Yusuke se acomodó a un lado de ella, apoyando su espalda contra la pared, y apenas a la mitad del mismo palillo.

     — Entonces, Nanami-san, ¿vas a contarle a este completo extraño tu mal de amores, o guardarás todo para ti misma y te hundirás en una profunda agonía de la que nadie podrá salvarte?

     Soltó una risa ante tal comentario.

     — Señor extraño, que tiene por nombre Yusuke-san, por supuesto que compartiré mis penas contigo. Ahora, escucha bien y ponte cómodo, que vamos para largo.

     — Tengo todo el tiempo del mundo. ¿Sabías que la escuela nunca cierra el candado de atrás?

     Se miraron con una sonrisa cómplice, que volvía poco probable el hecho de haberse conocido hace pocos minutos.

     Ninguno deseó estar en otro lugar.

     Después de todo, dicen que una historia de amor lleva a otra.

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854 palabras.

Muchas gracias por leer. Si les gustó esta mini-historia, estoy trabajando en otras de los demás personajes de Haikyuu!!
Háganme saber si les interesaría leerlas en los comentarios.
Repito: Si detectan errores, faltas gramaticales o incoherencias, por favor avísenme para corregir a la brevedad posible ;)

GRACIAS POR ACOMPAÑARME HASTA EL FINAL.

Oh, she is so in love... (Haikyuu!!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora