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— Bien, Bri, eso es todo —dijo la doctora Wood sonriente.

— ¡Quiero ver mi oso! ¡Mami muéstramelo por favor! —pidió Brian mientras intentaba verlo contorsionándose. Ruth rió levemente.

— Primero dale las gracias a la doctora Wood por haber sido tan amable —sonrió ella.

— ¡Muchas gracias, doctora Wood! —exclamó Brian y corrió a abrazarla. La experta lo abrazó devuelta con una sonrisa.

— No es nada, y allí está el espejo para que veas tu oso —dijo amable.

Brian corrió a este y se dio la vuelta para poder mirar sonriente el pequeño oso que la doctora Wood había dibujado. Sin dudas ella era su médica favorita.

Tras ponerse la playera, la doctora le dio algunas indicaciones a la madre de Brian, y una paleta al niño y salieron. El niño estaba emocionado, la peor parte ya había pasado y si el examen salía bien, podría comer más cosas que añoraba probar.

Brian comenzó a buscar a Roger entre los niños que jugaban. Lo vio jugando con otro niño y se acercó contento y emocionado. Quería contarle todo lo sucedido.

— ¡Roggie, Roggie, Roggie! —corrió hacia su amigo.

— ¡Bri! —el rubio lo recibió con una sonrisa y un abrazo—. ¿Cómo te fue? ¿Te dolió mucho? ¿Ya te dijeron si ya no tienes alergias?

— Una pregunta por una, por favor —pidió riendo el rizado—. Veamos, me fue bien, sí, me dolió bastante y aún no me lo dicen.

— Oh... pero sé cómo quitarte el dolor —sonrió Roger y besó su mejilla. Las mejillas del receptor se volvieron más rojas que un tomate y su sorpresa provocó que cuando Roger se separó, tras unos instantes se formara una sonrisa boba en su rostro.

— Estos dos terminarán casándose —comentó Syd por lo bajo.

— ¿Ah?

— Nada, nada.

— Oh, él es mi nuevo amigo Syd —lo presentó Roger feliz—. Es alérgico como tú.

— ¡Hola! —saludó el nombrado alegre.

— Hola —saludó también Brian—. ¿A qué eres alérgico?

— A la soya, el huevo y las nueces —respondió—. Acaban de hacerme el test del brazo.

— A mí me hicieron el de parches —comentó.

— ¡Debo hacerme ese en un año! ¿Duele mucho? —preguntó.

— Bueno, sí, pero después la doctora Wood te da un dulce y te dibuja un osito en la espalda —respondió Brian.

— ¡Eso suena genial! —exclamó Syd emocionado—. A mí me dieron un dulce, pero no una paleta, y sigo con mis mismas alergias...

— Pero con el tiempo quizás se pasen, mi mami me contó de un caso que el niño hizo muchas anafilaxias y todo, pero ahora ya está sano.

— ¿¡De verdad!? —preguntó Syd con los ojos brillantes.

— ¡Sí! Solo espero que también nos suceda eso —dijo Brian.

— Yo también... así podrías comer el pastel de manzana que hace mi mami —comentó Roger. Brian lo miró con una sonrisa.

— Sería genial —sonrió.

El tiempo siguió pasando, entre tanto conocieron al amigo de Syd, George. Notaron como él no tenía alergias tan severas. Nunca había tenido una anafilaxia, aunque sí otras reacciones severas, y pese a eso, también debía cuidadse al igual que sus amigos. A fin de cuentas, también eran alergias, y las gastritis y las diarreas con sangre que a veces le provocaban, no era nada menor.

Alergies [Maylor]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora