4. La curiosidad de Violeta

3 1 0
                                    

Violeta estaba sentada en el pórtico de la casa de sus abuelos, ubicada en un agradable y espeso bosque alejado de la ciudad. Grandes árboles, aire fresco, un ruidoso río... todo muy bonito, sí, pero aburrido a la larga. De hecho, si no fuera porque había podido traer su amigo Jorge, con el que pasaba la mayor parte del tiempo, hace mucho que se hubiera resignado a acostarse mirando el techo, contando los segundos para irse. Con Jorge ahí siempre se mantenía entretenida.

Como iba contando, ella estaba sentada en aquel pórtico (con Jorge, por supuesto) cuando de repente apareció una esfera de luz a unos pocos metros de ellos. Imagina la situación por unos momentos. ¿Qué hubieras hecho en su lugar? Quizá alejarte por precaución, llamar a alguien para analizar esto juntos, o simplemente salir corriendo tan rápido como tu cuerpo te lo permita. También podrías escoger la opción más imprudente y acercarte sin tener idea de qué se pudiera tratar. Eso mismo hicieron ellos.

La luz resultó ser bastante tímida, puesto que mientras ellos se acercaban, esta se alejaba. De esta manera terminaron siguiéndole a través del bosque, que se iba espesando más y más.

Al cabo de un rato llegaron a la entrada de una cueva, a la que la esfera ingresó. En este momento, Jorge intentó convencer a Violeta de que quizá no era una buena idea seguir persiguiendo a la luz, puesto que tanto la cueva como el exterior estaban oscureciendo progresivamente. Ella ignoró el consejo, con el argumento de que esto era la primera cosa realmente emocionante que les había sucedido en días.

Una vez dentro, Violeta siguió correteando a la esfera, en una especie de juego de escondite en la que la segunda tenía desventaja, puesto que era difícil ocultarse en una cueva oscura siendo tan luminosa. Jorge era el que peor la estaba pasando, ya que su amiga le tenía agarrado de la mano y lo arrastraba con ella mientras descendían.

Pasado un tiempo desde que entraron, Violeta seguía correteando entre risad cuando se tropezó y cayó en un hueco de pared casi lisa, tapado por unas cuantas ramas. Este tenía la profundidad y oscuridad suficiente como para que no pudiera salir con facilidad. En el momento que levantó la cabeza, la luz desapareció. La cueva se quedó completamente a oscuras. Violeta se había raspado las piernas, y estaba adolorida debido a la caída. Desesperanzada, abrazó a Jorge y se puso a llorar.

Cinco horas pasaron. A altas horas de la noche, la policía llegó con linternas a una cueva en el bosque. Al adentrarse, encontraron a una niña que coincidía con la descripción dada. Se había quedado dormida abrazando a su oso de peluche. Sus heridas no eran nada graves, así que las desinfectaron y la llevaron a casa.

Posterior a eso, cercaron la zona. El hueco en el que la habían encontrado no parecía natural de la cueva, y no hacía sentido que estuviera oculto por ramas. Por supuesto, la cama de huesos donde reposaba Violeta cuando fue rescatada tampoco era normal.

Relatos de una mente desbordada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora