- ¡Corre, pies ligeros! ¡Pareces una abuelita! ¡A este paso empezaré a llamarte "pies pesados"! - reía una adolescente corriendo entre los árboles de un frondoso bosque junto a la aldea de Kioshi.
- ¡Toph! ¡Regresa! ¡Devuélveme mi planeador! - gritaba un frustrado Avatar a espaldas de su amiga.
- ¡Si lo quieres... ven por él!
Últimamente, la maestra tierra disfrutaba hacer enfadar al joven cuando le jugaba bromas o escondía sus pertenencias. Esta vez, Aang había perdido la paciencia y perseguía a la adolescente que, pese a su ceguera, era más ágil que el maestro aire; además los proyectiles de roca que Toph le lanzaba jugaban en su contra .
Después de la batalla contra el Señor del Fuego, las cosas habían cambiado en el mundo. Aang aún cuidaba del equilibrio entre las cuatro naciones, sin embargo, la paz reinante le permitía ver a sus amigos, quienes estaban recomenzando sus vidas. Un claro ejemplo de ello eran Sokka y Suki, que días atrás habían contraído matrimonio en la aldea de Kioshi .
- ¡No puedo creer que con esa velocidad lograras vencer al Señor del Fuego! - se burlaba Toph - ¡No podrías acabar ni con el Señor de la Sandía!
De pronto, la maestra tierra dejó de sentir las vibraciones que emitían los pasos del Avatar y, antes de que tuviese la oportunidad de reaccionar, algo la derribó.
Era Aang.
- ¡Te atrapé! - exclamó sonriente. Respiraba entrecortadamente por la falta de aire que la carrera le había provocado.
Toph sintió el cálido aliento del adolescente rozando sus mejillas, y no pudo evitar el sonrojo que cubrió las mismas al sentirlo tan cerca de su rostro.
- ¡Quítate de encima, princesa! - farfulló enojada, lanzándolo por los aires con una columna de roca que levantó del suelo.
Respiró hondo, sintiendo cómo el aire llenaba sus pulmones. No había notado que en todo este tiempo había estado conteniendo el aliento. Su corazón latía con fuerza y ella odiaba sentirse así, tan vulnerable. Durante los últimos meses no podía evitar estar cerca de él sin sentirse avergonzada, sin que su corazón se desbocara y latiera frenético, y sin enfadarse consigo misma por ser tan tonta.
- ¡¿Cuál es tu problema?! - gritó un iracundo Avatar, acercándose a grandes zancadas.
- ¡Ya cálmate, pies ligeros! Ten, toma tu...
- ¡¿Por qué haces esto?! - vociferó, interrumpiéndola. - ¡Desde hace semanas estás jugándome bromas todo el tiempo!
- No es verdad...
- ¡¿En serio?! ¡¿Y esto qué es?! ¡Esta tontería de llevarte mi planeador! ¡Dime! ¡¿Qué quieres de mí!
- ¡No lo entenderías! - replicó Toph, a la defensiva.
- ¡Tienes razón! ¡No lo entiendo! ¡¿Acaso te divierte hacerme esto?!
La joven maestra tierra dudó por un segundo. Lo único que realmente quería era estar a su lado, compartir su tiempo con él, y la excusa perfecta para no delatar sus confusos sentimientos era tratarlo de esa manera. No tenía experiencia en todas estas cursilerías y no sabía como reaccionar.
- ¡¿Qué ocurre, Toph?! ¡Dime! ¡¿Acaso no somos amigos?! ¡¿He hecho algo mal?! ¡Dime! - exigió el Avatar.
- Tú no lo notas, ¿cierto? - murmuró, con la cabeza inclinada hacia el suelo.
Aang respiró hondo. No le agradaba gritar así, y menos a ella, quién durante las últimas semanas se había infiltrado en cada uno de sus pensamientos, confundiendo todo en su cabeza. Aún así, estaba seguro de algo: no quería verla triste.
- Toph, lo siento. No debí gritarte de esa forma. Al escucharlo, la joven sonrió imperceptiblemente.
- Yo también lo lamento, me disculpo por todas esas bromas pesadas.
- Todo está olvidado - sonrió él - aunque debo admitir que estaba preocupado por ti... y por mí - se sonrojó - no me gustaría que te alejaras o me odia...
Movida por un impulso, la maestra tierra rodeó con sus brazos al Avatar, quién quedó mudo por la sorpresa.
- Nunca me alejaría de ti, tonto; y mucho menos te odiaría, simplemente porque yo...
- ¡¡¡Aquí están, tortolitos!!! - gritó una estridente voz a sus espaldas - ¡Katara dijo que fueron a tomar aire! ¡Y veo que les sentó "muy bien"! - ironizó el inoportuno, haciendo un ademán con sus cejas.
De inmediato, ambos adolescentes se separaron completamente sonrojados.
- ¡Oww! ¡Miren a la enamorada! - continuó Sokka - ¡Está tan roja como un tomat...!
Un golpe en el estómago lo dejó sin aliento.
- ¡Cállate, Sokka! ¡A no ser que quieras morir a golpes! - Toph lo amenazó, empujándolo fuera de su camino para marcharse totalmente indignada. El guerrero de la tribu agua respiró exageradamente hondo, incorporándose. - Esa chica... - jadeó, sujetándose el vientre - puede dejarte sin aire en los pulmones.
Aang se limitó a asentir con un suspiro. Él ya estaba acostumbrado a quedar sin aliento cada vez que la veía.
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Aire
De TodoDe pronto, la maestra tierra dejó de sentir las vibraciones que emitían los pasos del avatar y, antes de que tuviese la oportunidad de reaccionar, algo la derribó. Era Aang.