Connor

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La espera se había vuelto larga, las noches aún más. La casa de Hank siempre había sido muy silenciosa, pero ahora no era así. Connor aprovechó los días que el teniente se había ido de viaje para poner algo de jazz a todo volumen (por lo cuál había recibido algunas quejas de los vecinos), también para dar una limpieza extrema a toda la casa. Desde limpiar el alféizar de las ventanas hasta desempolvar las repisas de viejos y amarillentos libros. Connor se percató de que Hank conservaba muchas cosas de antaño. Como por ejemplo, una podadora averiada, un balón de fútbol americano desinflado, y una silla con dos patas rotas. Le costó tiempo y energía (aunque en realidad no se cansara) limpiar completamente el garage. Se sentó en el suelo para descansar y alargó su brazo para alcanzar una caja muy sucia que había sobre una estantería de por ahí. Eran fotografías de un Hank delgado y jovial, con Sumo de cachorro entre los brazos. Connor limpió el polvo de la fotografía para apreciarla aún más. Se veía feliz y sonriente. Algo que no había visto desde que lo conoció.

— Algún día sonreirá así conmigo, Hank.

Era una mañana hermosa, el cielo estaba muy azulado y las nubes yacían como desgarradas sobre el cielo. Sin mencionar lo cálido que era la brisa. Los árboles del vecindario se movían suavemente formando una deliciosa melodía. Connor salió de la casa con una bolsa de basura, y Sumo, el San Bernardo salió justo detrás de él con entusiasmo para correr por todo el jardín mientras ladraba feliz y agradecido, pues hacía un tiempo que no había sentido la luz del sol.

— Sumo, no te vayas muy lejos.

Connor sonrió y se sentó sobre las escalones de la puerta y se quedó ahí admirando al gran perro, que estaba boca arriba moviendo las patas y con la lengua de fuera. Connor descansó sus brazos sobre sus piernas y se quedó pensativo viendo a la calle.
Se sentía nostálgico, ahora no estaba usando su uniforme ni nada parecido. Usaba una camisa de manga corta y unos jeans negros, y sin mencionar que  traía puesto un mandil rosado lleno de suciedad y algo de grasa. Parecía todo un ama de casa.
El ruido de un auto estacionándose lo trajo de vuelta a la realidad. Entornó los ojos para ver de quién se trataba, y se quedó helado.

— ¡Hank...!

Connor se acicaló rápidamente mientras veía al hombre bajarse del auto. Hank sonrió, tenía en la mano una bolsa con el logotipo de Cyberlife.
Sumo y Connor se levantaron del suelo. Ambos parecían sorprendidos por la repentina llegada, sin embargo, el perro corrió hasta donde el mayor y se paró en dos patas para tratar de alcanzar el rostro del teniente para lamerlo.

— Sumo, basta. Ni que me haya ido por años. Oh...Connor, ¿cómo estás? — dijo Hank mientras miraba detrás del androide como inspeccionando que todo estuviera en su lugar.

— Hank, creí que nunca llegaría. Han pasado apenas dos días. Oh, y si lo que le preocupa es la casa, déjeme aclararle que está en perfectas condiciones. Todo está en orden — respondió Connor, quien intentaba de sonreír para convencerlo. Pero no lo logró porque parecía más bien una extraña mueca.

Connor guió la vista hacia la bolsa que llevaba Hank e intentó tomarla pero el hombre no lo dejó diciendo que era un regalo. Pasaron a la casa junto a Sumo, quien movía la cola de extremo a extremo. Hank tenía una extraña sonrisa. Como si supiera algo que el androide no. Caminaron hasta la sala y se sentaron en el sofá, Sumo se recostó en el suelo y cerró los ojos.

— Ahora sí Hank, ¿va a decirme que lleva ahí? ¿Por qué tiene el logotipo de Cyberlife?.. — Connor sonaba un poco inquieto. Incluso había comenzado a jugar con sus dedos.

— No quería decirte sobre esto, pero... es un regalo. Ábrelo. Espero que te guste...— Hank se cruzó de brazos y le acercó la bolsa al androide, parecía feliz.

Connor la tomó entre sus manos y metió lentamente su mano al interior de la bolsa. Había una caja pequeña de color azul, y un moño rojo mal puesto. Hank soltó una risilla avergonzado.

— Quise decorarlo...pero no salió muy bien ahora que lo veo.

— ¡No importa! Es el primer regalo que recibo en mi vida... es muy valioso— el rostro se le había puesto azulado.

— Pero, ábrelo Connor — indicó impaciente.

Connor se deshizo del moño con cuidado y con delicadeza apartó la tapa de la cajita. Al abrirlo se encontró con un objeto muy peculiar. Era como una especie de chip de color negro y franjas gris. Connor intentó descifrar para qué era, y se quedó muy callado, mirando fijamente a la extraña cosita entre su mano. Al darse por vencido después de unos segundos, se decidió a preguntar a  Hank.

— Perdone pero...¿qué es esto?.. ¿Me hace falta una nueva pieza?.. ¿Debe cambiar algo de mí? ¿No le agrado? ¿Es mi voz? — Connor preguntó entristecido.

— No, no, no. Nada de eso Connor. Esto es algo que venía queriendo desde hace un tiempo... Es un nuevo sistema. Es especial. Esto es un sensibilizador, o algo así dijo la androide de Cyberlife — Hank desvió la mirada hacia Sumo, que ya estaba durmiendo. Parecía a avergonzado.

—¿Sensibilizador?.. ¿A qué se refiere, teniente? — Connor miró con todavía más extrañeza al objeto.

— Esto sirve para que sientas. ¿Entiendes? Para que sientas el tacto... el dolor, las cosquillas, todas esas cosas Connor. Creí que eso te haría feliz. Podrías sentir el pelaje de Sumo. O cualquier otra cosa. O sentir el sabor de una malteada... — Hank suspiró. Estaba comenzando a creer que tal vez no era tan buen regalo.

Pero en cambio, los ojos de Connor habían tomado un extraño brillo, estaba feliz de haber recibido algo así, solo que era inesperado. ¿Por qué de pronto le interesaba eso a Hank? Sonrió y miró el chip.

— Muchas gracias teniente. Es definitivamente el mejor regalo... pero, ¿cómo debo usarlo? ¿Debo abrir mi cabeza o algo así? O quizá ponerlo en mi LED...

— No Connor. Debes ponerlo sobre tu boca y tragarlo. Se supone que eso se desprende o algo así y llega a tu sistema. Es raro. No le entendí muy bien a la señorita. Pero debes tragarlo. Eso sí.

— Ya entiendo. Veamos... — Connor colocó el chip sobre la punta de su lengua y sin más lo tragó. Vio al teniente Anderson, quien parecía emocionado.

—¿Y bien?.. ¿Te sientes diferente?

Connor estaba por contestar, pero en su cabeza apareció una notificación que comenzó a leer.
"Usted ha instalado el sistema de sensibilidad. Confirme para aprobarlo".
Connor lo aprobó y al momento de hacerlo percibió algo. Sintió algo suave sobre sus posaderas, bajó la vista y notó que era el sofá. Se miró ambas manos y se tocó los nudillos. Estaba frío y era muy terso. Casi iba a gritar de la emoción pero logró controlarse.

— ¡Hank! ¡Teniente! ¡Lo estoy sintiendo! ¡Estoy sintiendo! ¡Esto es muy suave! — Connor se levantó deprisa y comenzó a pasar su mano por todas las superficies, por la mesa, por la pared, por la repisa de los discos de jazz, y se detuvo con una sonrisa burlona para abalanzarse sobre Sumo.

— Te estabas perdiendo todo un mundo, Connor. No podía estar completa tu conversión a divergente si no sentías tu alrededor. ¿Te gusta? — Hank se acercó al muchacho para tocar también al perro.

Pero Connor solo pudo sentir dos cosas. Un impulso y el pecho caliente. No estaba pensando bien. Sin pensarlo ni una vez tomó el rostro de Hank  Anderson y lo acercó al suyo para asestarle un beso suave, caliente y muy húmedo.



𝖪𝗈𝗂 𝗇𝗈 𝗒𝗈𝗄𝖺𝗇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora