Castigo

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Parecía un día cualquiera en Karmaland, todos sus habitantes continuaban con sus acostumbradas rutinas sin imaginarse lo que estaba por ocurrir. Los Dioses cansados de todas las peleas, explosiones, traiciones y por demás cosas ilegales que los karmalienses cometían, decidieron reunirse para poner un alto a la situación. Muchas posibles soluciones se propusieron, desde encerrarlos indefinidamente en la cárcel o en sus casas, hasta castigos más crueles como quitarles sus queridas mascotas o destruir parte de sus hogares. Pero todos los Dioses llegaron a la conclusión de que en el fondo el verdadero problema era que ningún habitante se ponía en los zapatos del otro, no entendían el sufrimiento de cada compañero y por eso no les importaba volar por los cielos las propiedades de los demás, robarles o herir a sus mascotas. Los Dioses sabían que esto no podía continuar y que debían actuar de manera inmediata, así que su plan comenzaría al ponerse el sol de ese mismo día.

Mientras tanto, en su mansión Vegetta estaba buscando intensamente meteoritos, recientemente se había convertido en su nueva obsesión, no sólo por los raros y codiciados materiales que podían contener, si no además porque lo ayudaba a despejar su cabeza. Desde las alturas en su casa del árbol, Vegetta observaba atentamente cualquier movimiento en el cielo cuando algo en el pueblo llamó su atención. Parecía que algún vecino tontito estaba descargando su ira a base de TNT sobre alguna construcción del pueblo. Pero es que acaso ya no había ningún momento de paz en Karmaland, últimamente sus compañeros no paraban de hacer tonterías, ya no solo se limitaban a actos de venganza, parecía que simplemente lo hacían por diversión. Se encontraba distraído en su propio enojo que no se percató de la presencia de nueve destellos de luz en el cielo, una de ellas por cierto acercándose peligrosamente hacia él.

En el pueblo de Karmaland por su parte, Fargan y Willy estaban haciendo de las suyas. Los dos integrantes de la hermandad oscura se encontraban aburridos y encontraron como única solución explotar algo. No podían ir a ninguna casa, ya que, en estos momentos de la noche, sospechaban que la gran mayoría se encontraría en sus moradas, así que decidieron hacer una rápida visita al establo y provocar unas cuantas explosiones. Al encender la última dinamita algo proveniente del cielo los sorprendió.

Rubius, Mangel y Alexby disfrutaban de su velada acampando fuera de la casa del rubio. Hacia tiempo que no coincidían los tres y por lo mismo estaban muy felices platicando, quemando malvaviscos en la fogata y comiendo un montón de chatarra. Alexby propuso con malicia que sería una gran idea contar historias de terror, ya que sabía de sobra que sus amigos eran unos miedosos, sobretodo el disfrazado de osito. En un inicio Mangel y Rubius se opusieron, sabían muy bien que después de escuchar aquellos relatos no podrían seguir disfrutando tranquilamente de la noche, ya que cualquier ruido o sombra les haría pensar lo peor, culminando en horribles pesadillas al dormir. Sin embargo, terminaron accediendo debido a las burlas de Alexby, que no dejaba de hacer ruidos y movimientos de una gallina. Así que los dos jóvenes pusieron toda su atención a Alexby que con una voz muy macabra narraba su historia. Se acercaba el final, la peor parte, Rubius fallaba en tratar de ensartar un simple malvavisco en una vara debido al temblor de sus manos, y Mangel seguía cubriéndose cada vez más con una manta. El grito que planeaba dar Alexby para asustar a sus amigos nunca llegó ya que fue interrumpido por una fuerte luz que dejó cegados a los tres chicos.

Cerca del campamento, el vecino de Rubius y alcalde, Lolito se encontraba en compañía de su mejor amigo y mano derecha Auron. Su Mangel se había ido de "pijamada" con Rubius y él no había sido invitado, no lo querían alaísimo, así que decidió hacer su propia reunión con amigos, pero se dio cuenta de que solo una persona aceptaría su invitación. Y ahora se encontraba junto con Auron pescando en su bella playa mientras bebían unos zumitos. No había transcurrido mucho tiempo cuando notaron algo inusual en el agua, en un principio pensaron que se trataría de una ballena, ya que por esta zona eran de lo más común, pero mientras más se acercaba la criatura se dieron cuenta de que se trataba de otro animal. ¡Era una mantarraya! Lolito miró a Auron y sin siquiera decir una palabra el pelinegro ya tenía lista una cuerda para intentar atrapar al nuevo animal. Ellos ya se habían enfrentado a esto antes, eran prácticamente expertos en llevar sirenas de un lado a otro, una mantarraya no iba a poder contra ellos. Después de varios golpes lograron mover al animal hasta la orilla, empapados de pies a cabeza se tomaron un segundo para planear su siguiente movimiento. Nunca notaron que a unos cuantos metros Luzu los observaba. El anterior candidato se dedicaba actualmente a desenmascarar al verdadero Lolito, tenía muy claro que no se había reformado y que por el contrario el nuevo poder adquirido lo estaba corrompiendo más. Ya ni siquiera podía fiarse de su vecino y antiguo aliado Auron, el cual seguramente junto con otros integrantes de la alcaldía cometían actos igual de ilegales a los de su jefe. Y justo había logrado agarrarlos en el momento exacto, atrapando a un animal cuya captura estaba prohibida. Sacó su arco y esperó pacientemente a que los otros dos regresaran a la orilla para emboscarlos. Pero justo cuando Luzu disparaba la primera flecha en dirección de Lolito, algo logró antes impactarlos a los tres.

Los Dioses habían concluido su misión, los rayos fueron lanzados y su plan empezaría a desarrollarse una vez que los ciudadanos se despertaran. No estaban confiados en obtener los resultados esperados, pero llegados a este punto no tenían otra opción más que arriesgarse. A partir de mañana sabían que sobre Karmaland iba reinar el caos como nunca, pero deseaban creer que al final volvería la paz a su amado pueblo. 

Castigo divino en KarmalandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora