Habían pasado ya algunas horas desde que Merlon les había comunicado las palabras de los Dioses. En su mensaje los Dioses les informaban no sólo que habían logrado pasar exitosamente la prueba, si no que además sus vidas retomarían la normalidad que tanto anhelaban. Pero debían interrumpir su paz al pedirles su ayuda para solucionar un reciente problema. Al parecer una tribu de pequeños seres se había asentado al interior de uno de los bosques. Aquellos visitantes estaban provocando caos por el pueblo al tomar las cosechas de los cultivos de los habitantes, ser demasiado ruidosos y para nada cuidadosos. Por si fuera poco, tenían ciertos poderes y habían conseguido dar con un cofre secreto de los Dioses, extrayendo un preciado objeto que se debía recuperar a la brevedad.
Los chicos que habían esperado tener al menos unas semanas de tranquilidad sin misiones ni peligros próximos, no estaban nada entusiasmados con las nuevas que el anciano del pueblo les había llevado. Aún así, se dirigieron a sus casas para tomar sus armas, comida y demás cosas necesarias para cumplir con la misión. Se reunieron con Merlon antes de partir ya que éste les había dicho que necesitaba darles algo para que fuera más sencilla su tarea. Los muchachos se sorprendieron al llegar al punto de encuentro y no ver ahí al hombre. Merlon era demasiado puntual por lo que era muy rara su ausencia. Antes de que pudieran llegar a preocuparse vieron la silueta del anciano dirigiéndose hacia ellos y no venía solo. A su lado caminaban preciosos chocobos, nueve para ser exactos.
–Perdón por la demora muchachos –dijo depositando en la mano de cada uno de ellos un silbato–. Los Dioses me han pedido que les entregue estos chocobos.
–¡Qué guapo! –dijo Rubius al observar como su chocobo se acercaba a él al llamarlo con su silbato.
–Y me lo puedo quedar cuando acabe la misión –preguntó Auron mientras trataba sin éxito de subirse en el animal.
–Auron no seas maleducado –dijo Luzu ayudándole al castaño a subir.
–Creo que me ha tocado el mejor.
–Pero qué dices Fargan, claramente el mío es superior –contestó Vegetta.
–¿Están bobos? El mío es el mejor.
–El tuyo parece tonto Rubius.
–Creo que nuestros chocobos se gustan mi niña –le dijo Lolito a Mangel.
–No sé si olerse cuente como gustar Lolito.
–Vamos a ponerlos a luchar para saber cuál chocobo es el número uno.
–¡Fargan, no!
Los únicos que parecían no tener interés en la pequeña pelea sobre qué chocobo era el mejor, eran Alexby y Willy. Alexby acariciaba al animal y le ofrecía un poco de fruta que fue muy bien recibida. Willy por su parte ajustó la mochila de su chocobo y metió un poco de TNT, diciéndole a su nuevo amigo que guardara el secreto. Merlon trató de hacerlos entender que todos los chocobos eran iguales, contaban con las mismas habilidades y protección de los Dioses. Aunque seguramente más tarde los muchachos volverían a discutir y realizar pruebas absurdas para enfrentar a sus chocobos, por ahora llegaron a una tregua. Sin perder más tiempo todos se subieron a los animales y emprendieron el vuelo hacia el bosque.
Después de cruzar el pueblo, siguiendo el camino del río y atravesando unas enormes montañas, aterrizaron en las abundantes copas de los árboles que conformaban el bosque que buscaban. Se mantuvieron en silencio atentos a cualquier movimiento o sonido. En un principio todo parecía tranquilo, hasta que un suave murmullo poco a poco comenzó a incrementarse. Siguiendo el ruido ubicaron rápidamente el campamento que los pequeños duendes, si es que eso eran, habían improvisado en aquel lugar.
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Castigo divino en Karmaland
FanfictionRecientemente lo único que reinaba en Karmaland era el caos. Los Dioses hartos de la situación deciden intervenir lanzando una maldición sobre los ciudadanos. Qué les esperará a los karmalienses cuando al despertar noten que ya no son ellos mismos...