Draco se Larga

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Bella no salió de los límites del jardín de La Madriguera durante varias semanas.

Pasaba gran parte del día jugando al quidditch, dos contra dos, en el huerto de árboles frutales de los Weasley (Harry y ella contra Ron y Ginny; Hermione los miraba, claro, mientras leía. La rivalidad de Ginny hacia Bella era bastante evidente, así que el juego, prácticamente, envés de parejas fue Bella contra Ginny).

Y gran parte de la noche la dedicaba a repetir una vez de todo lo que la señora Weasley le servía en el plato.

Habrían sido unas felices y tranquilas vacaciones de no ser por las historias de desapariciones, extraños accidentes e incluso muertes que aparecían casi a diario en El Profeta. A veces, Bill y el señor Weasley explicaban en casa las noticias antes de que éstas salieran en los periódicos. La señora Weasley lamentó mucho que las celebraciones del decimosexto cumpleaños de Bella y Harry quedaran deslucidas por las truculentas nuevas con que se presentó en la fiesta Remus Lupin, a quien se lo veía delgado y deprimido; además, le habían salido muchas canas y llevaba la ropa más raída y remendada que nunca.

—Se han producido otros dos ataques de dementores —anunció Lupin mientras la señora Weasley le servía un suculento trozo de pastel de cumpleaños—. Y han encontrado el cadáver de Igor Karkarov en una choza, en el norte; los asesinos dejaron la Marca Tenebrosa. La verdad es que me sorprende que Karkarov siguiera con vida un año después de haber abandonado a los mortífagos; si no recuerdo mal, Regulus, el hermano de Sirius, sólo sobrevivió unos días.

—Ya —dijo la señora Weasley arrugando el entrecejo—. ¿Qué les parece si hablamos de otra...?

—¿Te has enterado de lo de Florean Fortescue, Remus? —preguntó Bill, a quien Fleur no paraba de servir vino—. El dueño de la...

—...¿heladería del callejón Diagon? —terció Bella, sintiendo una desagradable sensación de vacío en el estómago—. Siempre nos regalaba helados a Harry y a mí. ¿Qué le ha pasado?

—Tal como ha quedado la tienda, parece que se lo han llevado.

—¿Por qué? —preguntó Harry, poniéndose al lado de Bella, mientras la señora Weasley fulminaba a su hijo Bill con la mirada.

—Quién sabe. Debió de hacer algo que les molestó. Florean era un buen hombre.

—Hablando del callejón Diagon —intervino Arthur Weasley—, por lo visto el señor Ollivander también ha desaparecido.

—¿El fabricante de varitas mágicas? —preguntó Hermione, asustada.

—Exacto. Su tienda está vacía, pero no se ven señales de violencia. Nadie sabe si Ollivander se ha marchado voluntariamente o si lo han secuestrado.

—¿Y las varitas? ¿Dónde las comprará ahora la gente?

—Tendrán que comprárselas a otros fabricantes —contestó Lupin—. Pero Ollivander era el mejor, y no nos beneficia nada que lo retenga el otro bando.

Al día siguiente de esa lúgubre merienda de cumpleaños, llegaron de Hogwarts las cartas y listas de libros para los muchachos. La carta dirigida a Harry incluía una sorpresa: lo habían elegido capitán de su equipo de quidditch.

—¡Ahora tendrás la misma categoría que los prefectos! —exclamó Hermione, algo baja de ánimos: ella era la única del grupo que no tenía un título importante, pues Bella y Ron era prefectos—. ¡Y podrás utilizar el cuarto de baño especial de los prefectos!

—¡Vaya! Me acuerdo de cuando Charlie llevaba una como ésta —comentó Ron examinando con regocijo la insignia de su amigo—. ¡Qué pasada, Harry, eres mi capitán y el de Bella! Suponiendo que me incluyas otra vez en el equipo, claro. ¡Ja, ja, ja!

Bella Price y el Misterio del Príncipe©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora