La Victoria de Snape

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Bella, estando afuera ayudando a Ron con los chicos de primero, sintió algo raro: ¿por qué no había visto a Harry bajar aún, estando con ellos, o con Neville, o Luna, o, aunque no le agradase, con Ginny?

—¿Han visto a Harry? ¡Manténganse todos juntos! —exclamó Bella, cuando lo chicos de primer año miraban de izquierda a derecha desubicados.

—No, quizá ya se bajó y no nos esperó —dijo Ron, sin prestarle tanta atención al asunto.

Bella hizo una mueca y miró hacia el tren mientras seguía indicándoles a los niños de primer año a donde tenían que ir. Muchos parecían asustados al ver a Hagrid mientras gritaba: «¡Los de primer año!»

Tenía cierta duda, la verdad era que no lo vio bajarse en ningún momento. Cuando Neville y ella regresaron sin él, Bella no sabía qué haría el azabache. ¿Y si hizo algo muy arriesgado?

—No, ¿sabes qué? —dijo, tomando una decisión—. ¡Hermione! ¡Hermione, ven!

Hermione, que estaba junto con Neville y con Luna, cargando las jaulas de los animales y los baúles de Bella, Harry y Ron, fue hacia ella, dejando sus pertenencias con sus amigos un momento.

—¿Qué? —dijo Hermione al llegar junto a ella.

Bella se desprendió la placa que tenía la «P» de prefecta y se la dejó a Hermione, comenzando a caminar hacia el tren.

—Pero ¿qué...? —dijo perpleja, tajándole la muñeca a Bella antes de que se alejara más entre todo el gentío—. Bella, no puedes dejarme esto, ¿adónde vas? Eres prefecta.

Bella se zafó del agarre de su amiga y dijo:

—Antes que prefecta, soy protectora —dijo con seriedad y comenzó a andar hacia el tren.

Caminó con grandes zancadas hacia el expreso, el andén estaba lleno de estudiantes, por lo cual tuvo que esquivarlos mientras seguía su paso. Entonces, cuando entró, miró de derecha a izquierda y fue directamente hacia el punto en donde se había separado.

Recorrió vagón por vagón, abriendo puestas y sin cerrarlas para no perder tiempo. ¿Sería que en serio ya había bajado?

—Está ahí... —dijo una voz femenina, que Bella conocía muy bien.

Bella se volvió vio que Tonks estaba parada detrás de ella y le señalaba con la cabeza hacia el vagón que estaba por abrir. Bella vio las cortinas de las ventanas corridas. Abrió de golpe la puerta, pero no había nada. Entonces cayó en la cuenta: Harry llevaba la capa. Fue tanteando todo a su alrededor, pero antes de darse cuenta, tropezó con algo duro en el suelo. Cayó en uno de los asientos y, como si todo estuviese claro ya, se agachó cuidadosamente y tanteó de nuevo hasta rosar con una tela invisible.

Le quitó la capa. Harry no podía mover ni un músculo. Tendido bajo la capa invisible, tenía sangre brotando de la nariz, caliente y húmeda, por la cara.

—Harry... —el azabache intentó emitir algún sonido, aunque sólo fuera un débil gruñido, pero fue en vano. El tren dio una brusca sacudida. La locomotora se puso en marcha y el suelo empezó a vibrar—. Tonks, Harry... ¿Un petrificus totalus? —entendió, tomándolo por detrás de su cabeza, colocando en sus piernas.

Entonces Tonks se paró en el umbral, hubo un destello rojizo y Harry recuperó la movilidad. Al punto logró sentarse y, adoptando una postura más digna, se limpió la sangre de la magullada cara con el dorso de la mano y levantó la cabeza para ver a Tonks y luego miró a Bella, torciendo el cuello, que sujetaba con una mano la capa invisible.

—Tenemos que salir de aquí ahora mismo —dijo Tonks mientras el vapor empañaba las ventanas del tren, que ya salía de la estación—. Corran, saltaremos.

Bella Price y el Misterio del Príncipe©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora