El Lamento del Fénix

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—Vengan, Bella, Harry...

Bella negó con la cabeza.

—No pueden quedarte aquí, muchachos... Vamos, vengan conmigo...

—No —dijo Harry.

No querían marcharse del lado de Dumbledore, no querían irse a ningún sitio. La mano de Hagrid temblaba en los hombros de los muchachos. Entonces otra voz dijo:

—Vamos, Harry.

Una mano mucho más pequeña y suave le había tomado la de Bella y tiraba de ella para que se levantara. Otra mano más delicada hizo lo mismo con Harry. Los muchachos obedecieron a ese contacto sin prestarles atención. Cuando ya habían echado a andar a ciegas, abriéndose paso entre el corro de gente, se dieron cuenta de que era Nehyban, que iba como Leo, quien ayudaba a caminar a Bella hacia el castillo. Entonces, dedujeron que quien llevaba a Harry era Luna. Oía voces ininteligibles; sollozos, gritos y lamentos hendían la oscuridad, pero ellos siguieron su camino, subieron los escalones de piedra (Nehyban cargó a Bella sin ningún impedimento) y entraron en el vestíbulo.

Bella veía caras cuyos rasgos no distinguía; sus compañeros los miraban con ojos escrutadores al tiempo que susurraban y se hacían preguntas, y los rubíes de Gryffindor brillaban en el suelo como gotas de sangre mientras los cuatro se dirigían hacia la escalinata de mármol.

—Vamos a la enfermería —dijo Harry—. Bella tiene mal su pie —Totalmente perdido en sus pensamientos, no deparó en que ya Nehyban se había fijado, sino no la hubiese cargado.

—Sí, ya lo noté —dijo Nehyban tranquilamente—. De igual forma teníamos que ir allí, órdenes de la profesora McGonagall —repuso ella—. Están todos allí: Ron, Hermione, Lupin... Todos.

El miedo volvió a prender en el pecho de Bella: se había olvidado de los cuerpos inertes que habían dejado atrás.

—¿A quién más han matado? —preguntó ella.

—No te preocupes —contestó Luna—, a ninguno de los nuestros.

—Pero la Marca Tenebrosa... —dijo Harry—. Malfoy dijo que había pasado por encima de un cadáver.

—Pasó por encima de Bill —dijo Nehyban—, pero él está bien, sigue vivo.

Sin embargo, Bella advirtió en el tono de Nehyban algo que no auguraba nada bueno.

—¿Estás seguro? —preguntó Bella dudando en si de verdad quería obtener la respuesta.

—Claro que estoy seguro, muñeca. Está... un poco molido, pero nada más. Lo atacó Greyback. La señora Pomfrey dice que no... que no volverá a ser el de antes... —Bella vio que se puso un poco serio—. En realidad, no sabemos qué consecuencias tendrá. Verás, Greyback es un hombre lobo, pero no se había transformado cuando lo atacó...

—Pero los demás... Había otros cuerpos en el suelo.

—Neville está en la enfermería, pero la señora Pomfrey afirma que se pondrá bien. El profesor Flitwick perdió el conocimiento, aunque sólo está un poco débil y se ha empeñado en ir a vigilar a los de Ravenclaw. Y hay un mortífago muerto; lo alcanzó una maldición asesina que aquel tipo rubio y corpulento disparaba en todas direcciones... Si no llega a ser por la poción de la suerte de Harry, muñeca, me parece que nos habrían matado a todos, pero las maldiciones pasaban rozándonos...

Llegaron a la enfermería. Al entrar, Bella, aun en brazos de Nehyban, vio a Neville acostado en una cama cerca de la puerta; al parecer dormía. Ron, Hermione, Ginny, Tonks y Lupin se apiñaban alrededor de una cama al fondo de la habitación. Nehyban bajó a Bella y se aseguró de que colocara su brazo encima de sus hombros para que pudiera caminar con él de soporte.

Bella Price y el Misterio del Príncipe©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora