Síndrome de Estocolmo [Spideychelle]

Tercera parte

—¿Y si alguien me reconoce?—Preguntó MJ en el auto mientras que se dirigían al centro comercial. La gargantilla le apretaba el cuello a tal punto de casi estrangularla y la diadema le apretaba la cabeza. El dolor era insoportable.—Llevo tres días desaparecida. A éste mundo mi hermana ha de tener a todo un equipo policial buscándome. De seguro ya hasta aparecí en las noticias.

—De hecho llevas cuatro días desaparecida. Estuviste inconsciente durante dos.—Dijo Harley.

—No te preocupes por eso, querida.—Dijo Nat en el asiento del copiloto volteando a verla con una sonrisa.—Wanda puso un encantamiento en ti para que no te reconocieran.

—¿Disculpa?—Preguntó MJ confundida.

—La señora Vision es una bruja.—Dijo Peter levantando su cabeza del hombro de MJ y viéndola con una sonrisa.—Ella puso un encantamiento en mis padres para que no los reconozcan cuando salimos a algún lugar.

—Y cuando estemos en el centro comercial cada persona que te vea no te reconocerá si saben que estás desaparecida y han visto tu rostro en las noticias.—Dijo Steve.

MJ suspiró. Éstas personas habían pensado en todo.

Y los odiaba por eso.

—Puedes ir a ducharte en el baño de arriba.—Dijo Natasha una vez volvieron a la casa y después de que le quitaran a MJ la diadema y la gargantilla y las reemplazaran por las esposas en las muñecas y tobillos que le pusieron cuando la sacaron para desayunar. MJ sostenía las bolsas con las cosas que le habían comprado en el centro comercial, y sentía agradecida con Peter por haber convencido a Steve y a Nat de dejarla comprar los productos necesarios para el tipo de cabello que tenía.—Peter, por favor muéstrale dónde es, y asegúrate de que ella no intente escapar.

—Sí mamá.—Dijo Peter y con una sonrisa escalofriante llevó a MJ arriba, fueron por un pasillo y pararon en frente de una puerta.—Éste es el baño, tómate el tiempo que quieras para arreglarte.

—¿Esperen que me duche con éstas cosas?—Preguntó refiriéndose a las cadenas en sus muñecas y tobillos.

—Por supuesto que no.—Dijo Peter riendo, sacó una llave y le quitó a MJ las esposas de las muñecas y tobillos.—Pero ni intentes escapar, la ventana está bien cerrada con llave y no se puede romper.

MJ gruñó y entró al baño, cerró la puerta con llave y puso sus bolsas a un lado encima del lavabo. Sacó el shampoo y acondicionador que había comprado y mientras que esperaba a que el agua se pusiera caliente se desvistió y luego entró a la ducha.

Suspiró al sentir el agua caliente en su cuerpo, sintiéndose relajada por primera vez en días. Pasó sus dedos por su cuero cabelludo, el cual había sentido sucio y grasoso por los días sin bañarse.

Jadeó al sentir unos brazos rodeando su cintura y abrazándola por detrás. Temblando de miedo volteó y vio a Peter, quien le sonrió para luego besarle el cuello. Él no llevaba puesto ropa, y ella sintió una descarga eléctrica por su columna al sentir la entrepierna de Peter rozar su parte de atrás.

—¡¿Pero qué...?! ¡¿Cómo entraste?! ¡Puse la puerta con cerrojo!

—Tenemos llaves para todas y cada una de las puertas de ésta casa, preciosa.—Dijo Peter y siguió besándole el cuello.

—¡¿Qué crees que estás haciendo?!—Chilló MJ.

—Hago lo que mi madre me dijo. Me aseguro de que tú no intentes escapar.—Soltó la cintura de MJ y la volteó para besarla.

MJ se odiaba a sí misma por empezar a gustar de la forma que Peter la besaba y la tocaba. Se odiaba por gustar de la forma en la que él la hacía sentirse protegida en esa casa llena de psicópatas. Pero Peter también era un psicópata. Estaba enfermo como todos en esa casa, y él era uno de sus secuestradores.