Parte 1: Cuando el diablo no tiene qué hacer, en algo se ha de entretener

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Pansy estaba aburrida, y ya se sabe lo que dicen: "cuando el diablo no tiene qué hacer, en algo se ha de entretener". Se estaba emborrachando sola en la sala común de Slytherin, a base de whisky de fuego, camuflado dentro de una cantimplora de excursionista. Por supuesto, no estaba autorizada para beber eso, ningún chico de su edad lo estaba, pero ¿quién le iba a decir nada a ella, que era prefecta y miembro de la Brigada Inquisitorial? Ella podía hacer, literalmente, lo que le diese la gana.

Pero el alcohol la estaba embotando, y no se sentía más entretenida ni más feliz que antes. Estaba empezando a echar de menos a las chicas: Millicent, Tracey, y Daphne siempre solían tener algún chisme jugoso que contar, aunque a veces le costase trabajo soportar a ese pedazo de carne con ojos que era Millicent.

Por desgracia era sábado y todos habían decidido irse a Hogsmeade. Ella también hubiese podido ir, si no se hubiese lesionado jugando al quidditch. Una lesión sin importancia, pero suficiente como para que la señora Pomfrey le hubiese recomendado quedarse ese día descansando en su sala común. La chica no iba a discutírselo. Era bastante aprensiva en lo que a enfermedades y malestar físico se refería. Así que allí estaba ella ahora, desparramada en un cómodo sofá de cuero negro, en la verdosa sala común. Ni siquiera podía ir a molestar a Ron Weasley, y cantarle aquello de "A Weasley vamos a coronar". Aquél sábado apestaba, pensó dando otro trago a su cantimplora.

Aunque por molestar, a quién más disfrutaría haciéndolo sería a la sangre sucia de Granger. Eso no era ningún secreto para nadie, pensó sintiéndose vagamente inquieta, mientras cruzaba las piernas y las descruzaba. Inconscientemente volvió a cruzar las piernas, notando un cosquilleo incómodo y placentero al mismo tiempo. "Podría ir a masturbarme al dormitorio, en realidad ahora es el mejor momento, pues nadie me va a molestar", pensó Pansy, pero cambió inmediatamente de opinión cuando su mejor amigo, Draco Malfoy, entró en la sala común buscándola con la mirada.

-Ya sé que no puedes vivir sin mí, rubio, pero en serio, deberías estar disfrutando del buen día que hace, y no quedarte un sábado encerrado entre cuatro paredes, -dijo en broma la chica, aunque estaba más que contenta de verlo.

-¡Más quisieras tú que no pudiese vivir sin ti, engreída! Me he hartado de aguantar simios. La verdad, puestos a escoger entre la fauna del lugar, prefiero la compañía de una serpiente como tú. Está más en concordancia con mi alcurnia, ¿no crees?

-Yo ya te lo he dicho muchas veces: somos tal para cual. Algún día se te pasará esa tontería con Harry, y comprenderás que lo mejor que podemos hacer es prometernos. ¡Un buen y tradicional matrimonio de conveniencia, que nos solucione la vida a los dos! ¡Eso es lo que nos hace falta!

-Esto... Pansyti... lo que tiene esa cantimplora no es agua ¿verdad? ¿Qué es?

-Una poción para los corazones solitarios y rotos. Toma un trago: tú la necesitas más que yo, -dijo Pansy con cierta crueldad.

Nunca apuestes contra un MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora