El principio de este capítulo es un homenaje a la parte de "Harry Potter y la Orden del Fénix" en la que los gemelos Weasley se largan de Hogwarts hartos de Umbridge volando en sus escobas, y dejándole la tarea de fastidiarla lo máximo posible a Peeves (que tampoco necesita que lo animen mucho a ello). Veréis que es casi igual que la escena del libro. He pensado que no tenía demasiado sentido hacerle muchos cambios porque no lo iba a mejorar.
Habían pasado dos semanas desde aquella noche en la que Pansy había estado a punto de tomar una terrible decisión. Tras esto, ella y Hermione habían seguido con su pública relación, sin grandes aspavientos pero sin ningún disimulo. Mientras Harry las había animado a ello, Ron se había opuesto frontalmente, alegando que la slytherin no era nada de fiar y que todo era una trampa para sacarle información a Harry, pero a nadie se le escapaba que en realidad el asunto era otro.
Pero no había sido esa la única preocupación del trío –ahora cuarteto– dorado, sino que como siempre Harry se había visto involucrado en problemas con Snape: había fisgoneado en un pensadero durante un despiste del profesor precisamente aquellos recuerdos que él había querido proteger de su vista durante la clase de oclumancia. Las consecuencias al ser descubierto por el profesor habían sido las esperadas: Snape había montado en cólera y por supuesto las clases particulares de oclumancia se habían suspendido definitivamente. Pero no era esto lo que perturbaba al chico, sino algo que había visto allí que no dejaba en muy buen lugar ni a su difunto padre ni a los amigos de juventud de este, Sirius y Lupin. El mago los había idealizado completamente a los tres, y el golpe con la realidad había sido duro.
Decidido como estaba a pedirles explicaciones al hombre lobo y al animago, se coló en el despacho de Umbridge para usar la única chimenea del castillo que no estaba controlada por el Ministerio. Mantuvo una conversación con ellos que no lo tranquilizó: al parecer el temible profesor tenía motivos para odiar a su padre y a sus amigos, aunque ninguno para odiarlo a él. Pero que la vida no era justa era algo que Harry ya estaba empezando a asumir.
Tras esta conversación Harry salió algo alarmado del despacho, pues cobijado en su capa de invisibilidad había visto como Filch, que acababa de entrar allí buscando al parecer un pergamino, hablaba solo muy contento porque al fin tenía "permiso para azotar".
Lo siguió discretamente hasta el vestíbulo, donde el ambiente era similar al del día que Umbridge quiso expulsar a Trelawney de Hogwarts. Allí, sentados en el suelo se hallaban los gemelos Weasley rodeados de un tumulto de gente, algunos de los cuales aún tenían restos de bombas fétidas encima. Al parecer los habían pillado con las manos en la masa. Peeves los contemplaba desde arriba, mientras Umbridge los acechaba desde las escaleras, como una extraña y rosada ave rapaz.
Divisó a lo lejos a Draco, que chorreaba un líquido pestilente por el rubio pelo, situado con la Brigada Inquisitorial, y un poco más allá a Pansy (que había sido expulsada de dicha brigada) y Hermione, cogidas de la mano. Pansy parecía estar divirtiéndose con todo aquello hasta que su novia le propinó un poco disimulado codazo en las costillas: aquello podía acabar mal, no merecía ser tomado con ligereza, podía leer el chico en el rostro serio de su mejor amiga.
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Nunca apuestes contra un Malfoy
FanfictionPansy y Draco hacen una apuesta: si él gana, ella se disculpará con Hermione y le confesará sus verdaderos sentimientos, pero si el mago pierde, deberá alejarse para siempre de Harry Potter. Este será solo el principio de una serie de problemas y en...