Cautiverio

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De vez en cuando, tenía sueños relacionados a buenos recuerdos. En algunos estaba el pasado que compartió con Steve y en otros, una vida que no se daría. Esa vez, soñó que se encontraba en medio del océano, el cielo azul se extendía en los alrededores que no estuvieran ocupados ya por el agua. Todo era tranquilo, el sol caía sobre él y no había olas para preocuparse. De repente, una fuerza lo arrastró y lo llevó abajo, el agua llenó su pulmones con rapidez y aunque quería gritar, su voz había desaparecido.

Se estaba ahogando y moriría solo, sin nadie que lo ayudara. Su cuerpo jamás sería encontrado y se descompondría hasta solo quedar un recuerdo difuso. Un final había llegado.

Otra pesadilla fue interrumpida cuando la falta de aire he hizo presente, abrió sus ojos y se dio cuenta que apenas si podía respirar con normalidad, unos brazos fuertes lo sostenían con recelo mientras simulaban un abrazo que lejos de ser amable, estaba lleno de aspereza y posesividad. Trató de salir del agarre, pero sus intentos fueron inútiles. Solo podía escuchar gruñidos ligeros ante cada ligero movimiento que hacía, lo cual lo aterraba.

Suspiró con resignación sabiendo que no lograría levantarse del colchón hasta que el otro hombre despertara. El simple hecho de pensar en él hacía que las ganas de llorar y de vomitar aparecieran súbitamente. Una sensación que odiaba pero que se había vuelto muy común en la compañía del otro.

No supo cuánto tiempo esperó en silencio hasta que su captor se dignara a levantarse, pero toda la angustia parecía no tener fin. Unos segundos después escuchó un pequeño bostezo qué hizo eco en toda la habitación, luego fue volteado con una extraña delicadeza hasta quedar frente a unos ojos azules que transmitían paz, o por un momento creyó que así era.

–Tony –dijo el rubio cuando lo tuvo delante suyo –¿Qué tal dormiste? –no esperó una respuesta y se acercó con una sonrisa para darle un beso de buenos días; sin pensarlo, el menor, con los ojos cerrados, lo esquivó movido por el temor y el asco combinados.

No percibió nada más que una respiración lenta con un pequeño rastro de dolencia por un minuto y cuando fijó su vista en el hombre sintió mucho más pánico que antes. En ese momento se dio cuenta de que acababa de hacer algo incorrecto en los ojos ajenos.

–Steve, yo..., yo no... –quiso continuar hablando, pero su cerebro no respondía, así que movió su mano hasta la mejilla del hombre pensando que tal vez con el gesto podría calmarlo. Era desagradable tocar a Rogers pero era mejor a ser golpeado.

Ahogó un grito cuando el mayor detuvo su acción agarrándolo por la muñeca con fuerza, fue una acción rápida que lo dejó paralizado por el dolor. Recibió una mirada que detuvo cada centímetro de su cuerpo agotado por los maltratos, respiraba con pesadez esperando la voz del capitán.

–Sabes muy bien que lo primero que me gusta hacer al despertar es probarte, a ti –dijo entre dientes y subiendo la fuerza con la que contenía su piel, parecía que quisiera romper su muñeca –. Y aun así te alejas de mí –al finalizar lo dicho se acercó hacía él, lo besó con aspereza e ira, casi remarcando la autoridad que se había otorgado.

Los labios de Stark dolieron y empezaron a sangrar, sus manos dejaron de estar quietas para darle paso a un temblor incontrolable. No podía negarse, era peor.

Cuando el beso forzado terminó, hubo un silencio aterrador en el ambiente. No sabía si debía hablar o esperar, cualquier opción parecía incorrecta.

–Lo siento Steve, lo siento en serio... –tartamudeaba sin poder calmarse, apenas sí podía hablar.

Esperó que Rogers le hiciera daño, esperó con miedo tantas situaciones; sin embargo, por algún extraño motivo, estas nunca llegaron.

A N I M A L SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora