Confesiones de Riveras pendejos

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Canción "Te quiero mucho, mucho" de Rio Roma

Ambos hermanos Rivera se encontraban en la sala del departamento que comparten desde su llegada a San Fransokyo hace un año, totalmente fustrados  por los sentimientos albergados en sus corazones

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Ambos hermanos Rivera se encontraban en la sala del departamento que comparten desde su llegada a San Fransokyo hace un año, totalmente fustrados  por los sentimientos albergados en sus corazones.

¿Los causantes? Un par de chinitos con caracteres de mierda. Así tipo: me cagas pero te amo un chingo de todos modos —más en el caso de Miguel—.

Y pensar que llegaron al país primermundista completamente enfocados y decididos a estudiar lo que más anhelaban para convertirse en grandes músicos como su tatarabuelo, Héctor Rivera, sin distracciones, sólo luchando por sus sueños.

JAJAJAJA, OÍLOS.

El destino dijo "ni mergas", ya que tenía planes para al par.

Una sorpresa que los dejaría todo idiotas: El puto bendito amor.

En el caso de Miguel, a sus 20 años podía contar con los dedos de una mano cuántas personas le habían gustado, pero asegura nunca haber sentido amor por alguna de ellas.

Por el otro lado,  Marco era un total Don Juan. Coqueto a morir, guiños y sonrisas a mujeres y  hombres y ambos sexos caen redonditos ante sus encantos.

No obstante los dos estaban en el mismo barco: cantaban canciones de amor sin entenderlas realmente.

Así era hasta que visitaron el lugar que marcaría el inicio de  su condena: The Lucky Cat Café. Todavía recuerdan ese día como si hubiera sido ayer. 

En aquel entonces habían concordado  salir del departamento para comer algo, pero no conocían los alrededores, así que le preguntaron a "San Google" —el que todo lo sabe y si no, lo inventa— donde había un lugar que estuviera cerca que fuera bueno y, lo último pero no menos importante,  que se ajustara a sus bolsillos —maldita pobreza—. 

Les apareció una lista de opciones para finalmete decidirse a la cafetería del curioso nombre y, lo mejor era, que les quedaba cerca, sólo a un par de cuadras de distancia.

«"El gato afortunado", aver, danos suerte», pensaron por igual.

Juran de corazón que así fue, aunque no en el ámbito que pensaban. 

En ese lugar conocieron a las razones de su frustración, torpeza y sonrojos, a los dueños de sus suspiros y a los que han dedicado miles de canciones en silencio:

Hiro Hamada y Kyle Takachiho.

Para Miguel fue amor a primera vista, se quedó tan embobado por Hamada menor que cuando este mismo les fue a tomar su orden, el moreno no pudo articular palabra alguna, sólo estaba ahí, viéndolo como estúpido cautivado completamente por la "belleza" del nipón.  Su cabellera desordenada, la piel nivea, la separación de sus dientes que le dan un toque tierno y sus ojos, Dios, sus ojos son los más chulos que ha visto en toda su vida —y esas ojeras, ¡uf!—.

Frijoles Casados [Higuel] [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora