𝙎𝙡𝙤𝙬𝙩𝙤𝙬𝙣

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Hey, hey, ¿No sería genial, genial, si solo pudiéramos acostarnos y despertar en la ciudad lenta?

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1 año desde la batalla contra DIO, 1 año desde la muerte de Kakyoin y era la primera vez que Jotaro visitaba a su tumba.

Ni siquiera había ido a su funeral. No porque no le importara, sino porque no soportaba la idea de no verlo nunca más y la única forma de "verlo" era mediante un pedazo de piedra con su nombre escrito, 6 metros bajo tierra. Simplemente no quería verlo así.

Para todos Jotaro solo era un chico rebelde al que no le importaba, pero realmente no veían más allá. No veían todas las veces que lloró hasta quedarse dormido, todas las veces que veía esa foto con sus amigos y sentía una vacío enorme por haberlo perdido. No solo era su amigo, para él fue la luz en su aburrida y triste vida. La única persona que logró ver que había detrás de esa actitud ruda, fría e inexpresiva. Nunca antes se había sentido así por alguien más y cargaba una gran culpa por nunca haberle dicho como se sentía. Kakyoin se había ido sin saber lo que causaba en él.

Finalmente iba a verlo. Se puso sus calcetines, solo para que su alma no se saliera por sus tobillos, y una vez ya arreglado se dirigió a la puerta lo más antes posible, solo para no caer en el piso y arrepentirse de ir a verlo.

Sería una caminata larga, lo cual le desagradaba ya que haría que pensará de más. Llevaba un largo tiempo reprimiendo sus pensamientos y sentimientos después de la pérdida de Kakyoin, era mejor guardarse todo y esconderlo en un lugar viejo de su mente con telarañas para que se quedaran ahí y no salieran.

Mientras caminaba era bombardeado de recuerdos con el chico que alguna vez amó, esos estresantes pero divertidos 50 días que pasaron juntos fueron suficientes para hacer que Jotaro se sintiera vivo. Recordaba cuando Kakyoin le decía que mirara arriba cuando todo se pusiera difícil, le ayudaría a despejar su mente. Pero ya no veía hacia arriba y no sabía porqué. Estaba cansado, todo iba demasiado rápido y solo quería ser salvado de esa interminable tortura.

Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando se percató de que había llegado al cementerio.

Dio un profundo respiro y entró en busca de la tumba del chico. Daba pasos lentos y pesados, le era tan difícil ver su tumba, pero que más da si no lo hace hoy probablemente nunca lo hará y seguirá reprimiendo todo hasta decaer.

Después de encontrar la tumba de su chico se detuvo y la miró por unos segundos, dio un fuerte suspiro y se recostó a un lado de la lápida.

"No puedo creer que te hayas ido." Comenzó a hablar, esperando que de alguna manera lo escuchase. "Eras alguien que merecía el mundo y mucho más, pero yo no pude dártelo. Nunca pude decirte lo mucho que me encantabas, y tal vez no lo notabas pero me hacías sentir muy feliz, me enseñaste que el amor no era algo estupido. Te extraño demasiado, no sabes cuánto."

Sus ojos se cristalizaron, odiaba llorar, lo hacía ver cuán débil era. Como pudo aguantó esas ganas inmensas de soltarse a llorar, no quería hacerlo.

"Hey, Kakyoin ¿No sería genial, si solo pudiéramos recostarnos y despertar en la ciudad lenta?" Dijo mientras estaba recostado, mirando el cielo. "Todo está pasando tan rápido que tengo miedo de-" Hizo una pausa y suspiró. "Solo desearía estar en esa ciudad, contigo y nunca más volver."

𝑳𝒐𝒗𝒆 𝑺𝒐𝒏𝒈𝒔 ~ 𝑱𝒐𝒕𝒂𝒌𝒂𝒌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora