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Miré mi reflejo por unos segundos. En serio se notaba que dormía para la mierda. Resoplé alejando el pelo que caía sobre mi cara y me incliné para volver a lavarme la cara con frustración. Sabía que era mi culpa, yo me dormía a las cinco de la mañana por quedarme hasta tarde jugando en el ordenador y luego a las ocho tenía que estar levantado para poder ir a trabajar. Mi rutina era cada vez peor, porque cuando volvía de trabajar me acostaba para dormir un par de horas y después estaba otra vez con el culo pegado a la silla del pc.
Sacudí mi cabeza para tratar de estabilizar las pocas neuronas que me funcionaban en ese momento, peiné mi pelo hacia un costado y salí del baño dando zancadas hasta la puerta principal, tomé mi mochila para colgarla de mi hombro y las llaves para por fin salir de mi departamento.
Una vez que cerré la puerta y me aseguré que no se pudiera abrir escuché una risa socarrona.

—¿Otra vez tarde, Rubén?—

Pusé los ojos en blanco y me di la vuelta para poder ver a mi vecino y mejor amigo que me miraba arqueando una ceja y sonriendo con orgullo al darse cuenta que había logrado su cometido.

—¿Otra vez tocándome los cojones, Samuel?

Rió por lo bajo y se acercó a mi para pasar su brazo por encima de mis hombros. Sentí su aliento en mi cuello y no pude evitar estremecerme.

—Te encanta que lo haga—murmuró en mi oído con su mejor tono seductor y gruñí mirándolo de reojo, lo alejé de mí riendo y su risa retumbó en mis oídos.—¿Qué? ¿Acaso miento?

—No, pero me pones nervioso, cariño.—contesté con el mismo tono cautivador que el uso conmigo.

Nos miramos fijamente por unos segundos para después comenzar a reír ruidosamente. Siempre joteabamos, era una costumbre nuestra y los que nos conocían sabían que todo era en juego. No lo iba a negar, Samuel era bastante atractivo, su pelo azabache y sus ojos azules demasiado profundos revolvían el estómago de cualquiera, su presencia imponía, todos los que alguna vez tuvieron contacto con él lo sabían. Era alto, no más que yo, pero su cuerpo trabajado hacia parecer que sí. Sabía que si fuera gay me pondría, y mucho.

—Me tengo que ir, sino voy a llegar tarde—le dije acariciando mi cuello ya que aún sentía su aliento caliente en el.

—Como siempre—dijimos al mismo tiempo y volvimos a reír.

Negó con la cabeza y revolvío mi pelo cariñosamente.

—Nos vemos, chiqui—se despidió abriendo la puerta de su apartamento—. No te olvides que a la noche tenemos que ir a lo de Alex.

Sonreí tratando de ocultar que si no me hubiese dicho probablemente no me acordaría.

—No me olvidaría—le guiñe un ojo y río apoyándose en el marco de la puerta cruzando sus brazos sobre su abdomen. No pude evitar que mis ojos se fueron a sus brazos, directamente a los músculos que se habían contraído en ellos—. Nos vemos a la noche, Vege.

Le dedique una última sonrisa y bajé corriendo las escaleras tratando de alejar los pensamientos que estaban llegando a mi cabeza.
  Camine hasta la parada
  Cuando estuve arriba del autobús, apoyé mi cabeza en la ventanilla y miré a través de ella viendo como todo pasaba con rapidez frente a mis ojos.
A Samuel lo conocí gracias a unos amigos que teníamos en común, de hecho, gracias a él conseguí el departamento donde vivía. Él sabía que necesitaba un lugar donde mudarme y le comentó a Willy sobre el departamento que se había desocupado frente al suyo. Ahí nos conocimos, cuando al fin me mudé supe quién era.
  Estaba frente a su puerta y golpeé con timidez, era la primera vez que lo veía y estaba bastante nervioso, no estaba acostumbrado a socializar.
Cuando al fin abrió vi primero su rostro confundido y luego una sonrisa apareció en el.

—Rubén, ¿no?

Sentí mi garganta secarse y asentí con nerviosismo. Sabía que por dentro Samu había estallado de la risa pero era demasiado bueno para demostrarlo. Ahi me di cuenta de cómo su presencia imponía.

—¡Eh macho!—río y me atrajo hacia él para abrazarme y golpear suavemente mi espalda.—Un gusto, soy Samuel, pero me puedes decir Vegetta—dijo al separarse y no tarde nada en darme cuenta por qué lo apodaban así.

Su pelo negro erizado pero lacio se parecía bastante al de Vegetta, no lo iba a negar, pero también su rostro y presencia eran similares a la del personaje. En pocas palabras era un Vegetta de la vida real.
Sacudí mi cabeza cuando el autobús se detuvo y caí en que ya estaba en mi parada. Me levanté con torpeza y bajé del vehículo corriendo como todas las mañanas, esta puta costumbre ya me había agobiado.
Samuel siempre lograba distraerme.

***

xoxo

°❅Crash❅°•Rubegetta•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora