¡Que no quiero hablar! ¡¿Es que no me escuchas?! ¡No quiero contar nada! ¡Suéltame!
Argh... ¡Jum! ¡No pienso contar nada! Ya lo ha contado España, ¿no? Pues, ¿qué más da mi versión de la historia? El chico guapo ya ha contado la suya. No voy a hablar para que me critiquen. ¡Quiero irme a mi habitación y seguir durmiendo! ¡Suéltame, idiota!
[...]
Arghh... ¡Está bien, está bien! Acabemos con esto... Soy Lovino Vargas, aunque todos me conocen más por Romano o Italia del Sur. Vivo con España, ¡aunque estoy deseando separarme de una vez de ese maldito bastardo pervertido! Sabeís perfectamente qué pasó para que le odie así, pero al parecer tengo que contarlo yo también así que...
Antonio al principio me trataba muy bien. No tenía nada que envidiar a nadie. Me hacía la cama, limpiaba mi habitación, cocinaba para mí y nunca me hacía daño. Eso sí, era demasiado pegajoso. Me abrazaba y me besaba todo el rato, como si yo fuera un osito de peluche. Aunque si hubiera sabido que esos besos y abrazos acabarían como acabaron, seguramente le habría dejado desahogarse con ellos.
El caso es que un tiempo después, empezó a mirarme menos a los ojos y más al cuerpo. También empezó a mirarme cambiarme de ropa y esas cosas. Me pedía bañarme con él... Obviamente, a estas alturas yo ya sabía lo que pasaba con España. Su comportamiento cambió, y no me gustaba. Ya no era como antes, que sus sonrisas y abrazos eran todo amor y cariño. Ahora me metía las manos por debajo de la ropa en cuanto podía.
Sólo entonces supe valorar sus pegajosos abrazos y besitos. Los echaba de menos, así que dejé a España tocarme y mirarme cuanto quisiera, esperando que algún día me besara y me demostrara que me seguía queriendo y que no sólo me deseaba.
Sin embargo, sólo fue a peor. Ya era costumbre que me tocara como lo hacía. Él estaba feliz, pero yo no. Y a él no parecía importarle. No parecía que me siguiera amando como al principio, pero decidí seguir aguantándolo, manteniendo algo de esperanza.
Tuvimos sexo. Varias veces. Demasiadas. España estaba satisfecho, y no se daba cuenta de lo que yo quería. Simplemente estaba feliz de que le dejara hacerme todo eso, sin importarle la razón de por qué no le decía nada y le dejaba. Creo que pensaba que a mí también me gustaba. ¡Qué idiota! ¡Hasta me hizo llorar el muy hijo de su madre!
Se dio cuenta demasiado tarde. Yo ya sabía que no volveríamos a la época de los abrazos y el cariño. Cuando le dije "Te odio" lo decía en serio. Le odio. Le odio por no darse cuenta de lo que quería. Por ser un maldito pervertido que se aprovecha de mí. Por hacerme daño. Físicamente, digo...
Seguimos viviendo juntos, pero ahora estoy encerrado en mi habitación la mayoría del tiempo. Me sigue haciendo la comida, pero ni le miro cuando nos tenemos que ver forzadamente. Quiero irme, pero no sé con quién. No puedo irme con mi hermano, por que él vive con Alemania, y me cae mal. Además, Italia (Mi hermano, Italia del Norte) se lleva demasiado bien con Antonio. Seguro que se pondría pesado para que le perdonara y volviera con él.
Ya está. Lo he contado. ¿Contentos? ¿Que ha sido muy corto? No os lo voy a contar con absolutamente tooodo lujo de detalles. No necesitáis saber más. ¿Puedo irme ya? Gracias. Me voy a dormir.
ESTÁS LEYENDO
Odio amarte tanto
RomanceRomano odia a España después de lo que ha hecho. Le odia de verdad, y España no puede hacer más que arrepentirse, intentando demostrarle su amor tanto como le sea posible, pero ¿conseguirá el perdón?