-Estas en peligro Paulina, en Sinaloa las mujeres bonitas huelen a pólvora, vete de aquí lo antes posible.-Había exclamado con pánico en su voz y temor en sus ojos.
Las mujeres bonitas huelen a pólvora, si tan sólo te hubiese hecho caso a pesar de...
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-Así es señor, tenemos en nuestro poder a la mujercita del narco ese, el hijo del Chapo.-La desagradable mujer, vestida con el uniforme del grupo élite y una chapa de la DEA, hablaba con una enorme sonrisa viéndome fijamente, esposada y demorada desde hacía más de una hora y media en aquella sala de mala muerte de alguna bodega abandonada del aeropuerto.
Las ganas de escupirle con odio todo lo que me provocaba, no me faltaban, pero no me podía permitir el lujo de asumir abiertamente que era la mujer de Ovidio Guzmán, no si no quería ir presa inmediatamente.
-Que no sé de qué hablan, es una injusticia y los voy a demandar a todos.
-Mira reinita, a otro lado con ese cuento. Hay pruebas suficientes y un agente infiltrado en tu mugriento disque salón de belleza listo para declarar en el juicio que hará que te pudras en la cárcel, igual que tu suegro y los pinches nacos de sus hijos.
-Si es que no la callan antes, claro-Acotó la otra mujer que me miraba igual que la primera, con burla.
Me contuve las ganas de gritarle y sólo mantuve mi frente en alto, esperando algún milagro.
-Lamento la demora, necesitaba confirmar la captura de la señorita.-Esa voz que tanto conocía y detestaba, que tanta desconfianza me daba desde el primer día.
-No se preocupe agente Fuentes, que la damisela no tiene el talento de escabullirse como la rata inmunda del narco ese de su novio.
-Yo sabía que eras un puto fresón, vendido y traidor.-Escupí con asco ante los ojos azules de Máximo, quién alguna vez dijo ser proveedor de productos de belleza.
-Necesito que me dejen solo para interrogarla antes de llevarla a ...
-A mí no me llevas a ningún lado porque ¡Soy una simple presentadora de televisión, imbéciles! ¡Que me suelten les di...!-Me vi interrumpido por la fuerte bofetada que resonó en toda la sala, dejando atónito al agente y mi cara adolorida.-¡¿Qué te pasa estúpida?!-Le grité a la primera agente.
-Haber princesita, aquí vienes a abrir el puto hocico si no quieres ser la comidilla de las reclusas por ser fresa, creída y ricachona. Así que vas soltando la sopa o te la hacemos soltar.-Amenazó mientras iba hasta la puerta.-Si me permite agente Fuentes, cuando el señor nos vengan a mostrar su permiso para interrogarla lo dejaremos trabajar. Mientras le pido que nos deje trabajar a nosotras.
Éste me miró una última vez con pena y lentamente se retiró furioso.
Una de las mujeres, quien en su chapa decía llamarse Gloria, me tomó por la nuca tirando mi pecho sobre la mesa, apenas y pude aminorar el golpe ya que se me dificultaba por mis manos esposadas al frente.
-Hablas o te hago hablar.
-Ya les dije que no sé qué sucede.-Esa simple frase fue la detonante para un golpe a puño cerrado en mi otra mejilla.
