Richie se sentía confundido y odiaba sentirse así.
Su mente era un revoltijo y su pecho un huracán de emociones, su vida era una mierda.
Se decía que solo debía de ignorarlo.
Se seca las lágrimas, exhala y finge una sonrisa antes de entrar a la casa club donde los demás perdedores lo esperaban.
- Hey chicos - Saluda, bajando por las escaleras.
Stan lo mira mal - Llegas tarde - Era alguien que odiaba la impuntualidad aunque la mayoría de veces él llegaba tarde.
Richie se encoge de hombros - Hombre, si hubieras visto a esa chica entenderías mi tardanza.
Bev ríe, una suave risa característica de ella. ¿Por qué no se pudo enamorar de ella? Bill, susurra su mente pero sabe que esa no es la verdad. Otra vez se miente - ¿Una nueva chica imaginaría? - Pregunta, ofreciéndole un cigarrillo que Richie acepta.
Estaba ansioso.
Pasa un brazo sobre los hombros de la pelirroja - Nena, no tengo necesidad de inventar a una chica - Esa era lo único verdadero. La pubertad de verdad le pegó, ahora las chicas de la secundaria andaba detrás de él, no era por presumir.
Beverly rueda los ojos ante su narcisismo y se acomoda mejor a su costado. Billy se acerca - Venga, R-richie, sabes que en el fondo s-sigues siendo el mismo p-perdedor de siempre.
Lo era.
- Todos seguimos siendo los mismos perdedores - Ben concuerda.
Pero tuvo que pasar algo.
Siempre tiene que pasar algo.
- Si siguen fumando se morirán.
Y ese era Eddie.
Eddie Spaghetti.
Richie lo odiaba.
Y otra vez se miente.
- Solo cállate - Tal vez sonó muy rudo de lo que le gustaría, pero de verdad quería que se callara.
Y al mismo tiempo no.
El dique queda en silencio, uno muy incómodo.
Mike abre la boca.
- ¿Qué te paso, Richie? ¿Estas con la regla?.
Y las carcajadas vuelven.
Richie baja la cabeza, negando con una sonrisa, forzada, por cierto - Ese chiste fue muy Tozier para ti, Hanlon.