ENCUENTRO (II)

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10 DE OCTUBRE DE 2017.

El frío profundo se plasmaba hasta en mis huesos, y la sórdida lluvia ocultaba el sonido de su voz. En la mañana todo era más sombrío y triste, quizá no tanto como las noches sempiternas que pasaba en vela, pero de igual forma la nostalgia y agobio estaban presentes en esos dos momentos.

Me puse mi camisa roja, un pantalón de vestir negro y unos zapatos negros que hacían juego con lo demás. Mis lentes reposaban en la cama, junto a una carta sellada, aunque mi alma por más que la buscará en toda la habitación, no la podía encontrar, estaba perdido, tan perdido como mi mente y cuerpo después de lo ocurrido ese día. 

<<Todos los días pienso en ello>>.

Tomé mis lentes, la carta la coloqué en mi bolsillo trasero derecho y salí de la habitación. Bajé las escaleras para ir a la cocina, agarré una manzana que estaba encima del estante de cristal, ese en el que mi madre solía acariciarme. . . Salí corriendo, abrí la puerta rápidamente y me alejé lo más que pude de ese lugar. Muy pronto mis pulmones me pasaron factura por haber corrido como corredor olímpico, y me quedé un rato sostenido a la pared de la heladería "Good Day". Mientras reponía mi aliento, apoyándome en la pared de aquel lugar, escuché a dos chicas hablar sobre las delicias de helados que hacían ahí, y que hasta el más barato de ellos era un disfrute sensacional si se sabía disfrutar sin discriminación de precios. Y en ese momento vino a mi memoria un vago pero hermoso recuerdo que tuve con Margaret.

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– Ahora prueba este —dijo la pequeña Margaret con esa risueña sonrisa.
– Espera, aún no termino de comerme este, ahora pruebo ese que estás probando tú.

Ella estaba muy ansiosa y feliz por probar todos los sabores de la heladería. Hasta que llegó él.

– Pero vaya, que asco de helados pordioseros, solo un mísero como tú traería a alguien como ella a este lugar.

Yo no dije, ni hice nada más que ignorar sus palabras, pero ella no hizo lo mismo y lo confrontó.

– No te pases de idiota, Rodolfo. Mejor vete y déjanos tranquilos.

– Los helados más sabrosos están en "Delicius" —señaló él.

– Solo porque estén en tú lista de gustos, no significa que sean mejores, no por ser caros tienen que ser mejor. Las cosas con mejor sabor y que dan mayor satisfacción son aquellas que llevan consigo un buen momento, un buen acompañante, unas risas, hasta la melodía de publicidad del lugar causan sensaciones maravillosas, sin importar sí los precios en éste son bajos o elevados, eso es lo de menos, lo importante es crear recuerdos para el olvido.

La cara de Rodolfo cambio rápidamente, tenía una cara roja y despavorida, como queriendo esconderla en algún lugar o bajo tierra como un avestruz. Se quedó sin palabras, siempre había sido el tipo de personas de estatus y de clase que todos querían ver en su sociedad, y es así como era y no iba a cambiar o al menos eso creía yo.

– Insolente –dijo entre dientes el cobarde y se marchó del lugar.

Cuando perdía una discusión, siempre murmuraba lo que quería decir antes de irse, no decía las cosas directamente.

– Margaret, ¿estás bien? —comenté al ver su rostro pálido, sin aliento, y sus manos temblorosas.

– Si, no te preocupes, estoy bien, me pasa esto de vez en cuando, nada de que preocuparse.

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