desolación ; hw

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      Hyungwon... Hyungwon estaba cansado. Roto. Vacío. Incompleto también, tal vez.

Verle con la mirada perdida, sentado en el suelo en medio de la sala, apoyando con dificultad su espalda en uno de los muebles, no era una imagen esperanzadora. Aunque su cuerpo no dolía, sus extremidades estaban inertes, indispuestas a moverse. Ninguna parte de su cuerpo parecía tener ganas de colaborar en ese preciso momento; no lo suficiente como para colocarse en una posición diferente, en una más cómoda. Pequeñas y fugaces lágrimas bajaban lentamente por sus mejillas, una tras otra, calientes y saladas, dándole un extraño brillo a las oscuras e inmensas ojeras en su rostro. Sus párpados tenían ya un leve color rojizo gracias a las largas horas de llanto, y a duras penas el aire era capaz de entrar a sus pulmones debido a la congestión que se había generado en sus fosas nasales. Sus pálidas y delgadas piernas rozaban cada tanto contra el frío mármol del suelo, y sus brazos, esqueléticos, permanecían cruzados sobre su pecho para tratar de darse algo de calor al abrazarse a sí mismo. Sus largos y resecos cabellos negros cubrían gran parte de su rostro, molestándole ocasionalmente cuando limpiaba débilmente sus pómulos.

A Hyungwon le dolía ser él. Le agotaba tener que hacer cosas. Le molestaba salir al mundo exterior, afrontar cosas, hablar con personas. Quería permanecer dentro de una burbuja de plástico gigante que le aislara de todo, y así no tener que lidiar con los demás. Quería desaparecer, borrar su presencia del mundo. Pero no podía. Era demasiado cobarde como para atentar contra su vida, pero hacía lo mejor posible para tratar de acortar su existencia. Solo lloraba, se desvelaba y miraba al blanco techo sobre su cabeza gran parte del tiempo. ¿Qué clase de vida era esa?

Quería gritar hasta desgarrar por completo sus cuerdas vocales, pero ya no quedaba voz alguna que pudiera ser oída. Había pasado tanto tiempo sin hablar, que ni siquiera era capaz de recordar el sonido de su propia voz. Y tenía miedo de escucharse, de escuchar aquellas vibraciones extrañas, que, solo por casualidad, saldrían de su garganta.

Con la mirada perdida, sintió lástima por sí mismo.

La brisa nocturna no le brindaría calidez a su alma tan herida. Por más que viera hacia arriba, el techo no le daría las respuestas a todas las preguntas que le atormentaban. Las brillantes y titilantes estrellas suspendidas en el oscuro cielo que a duras penas podía vislumbrar por las rendijas de la ventana de su cuarto tampoco. Puede que las palabras que necesitaba escuchar para sanar se encontraran ocultas entre los patrones de sus huellas dactilares, o en la punta de una de sus pestañas. Quizás la paz que había perdido su corazón pudiera reestablecerse con la llama de una vela, o con un deseo de cumpleaños. Tal vez las variadas y poco agraciadas cicatrices en su piel desaparecían si lograba conversar con el sol, si convencía a un elefante de saltar o si conseguía crear un grano de arena a partir de la nada, si tenía mucha fe.

¿Era posible que todo cambiara si guardaba dentro de un cuaderno el pétalo de una flor?

Hyungwon no lo sabía.

Esperaba que sí.

cosas que escribo después de bañarme ; mxWhere stories live. Discover now