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Harry frenó en seco delante de su casa. Estaba furioso. Había sido una pérdida de tiempo, había sido una jugada muy típica de Ty. Le daba igual que los demás perdieran el tiempo. Era tan propio de su hermanastro que no entendía que no lo hubiera esperado desde el principio.

Suspiró y apoyó la cabeza en el volante. Tenía que entrar y contarle a ___ que había vuelto a casa con las manos vacías. Ella se alteraría, como lo estaba él. Ella se preocuparía, como lo estaba él, pero esperaba haber acabado de una vez por todas con los temores a que Ty pudiera hacerles algún daño. Volvió a suspirar. Abrió la puerta del coche y se bajó. Fue hacia su casa, abrió la puerta y entró.

—¿Hay alguien? —exclamó.

Zadie salió corriendo de la cocina y se reunió con él en el vestíbulo.

—Señor… —dijo ella con tono lloroso—. Se ha marchado. Ha hecho la maleta y se ha marchado.

—¿___ se ha marchado? —preguntó él con el miedo atenazándole las entrañas.

—Sí. Cuando Ty se fue, ella hizo la maleta y se marchó.

—¿Ty? ¿Ha estado aquí?

—Sí, señor. Cuando esta mañana salí a hacer la compra, él debió de colarse mientras la verja estaba abierta. No lo vi, pero estaba en la casa cuando volví para recoger la lista que me había olvidado en la encimera —se tapó la cara con el mandil—. Fue mi culpa. Nunca debí dejarla sola. Debería haberme imaginado que ese chico haría algo malo.

Harry la agarró de los brazos y la zarandeó suavemente.

—¿Le hizo algo?

Ella se secó la cara con el mandil y sacudió la cabeza.

—No a simple vista, pero ha tenido que decirle algo para que ella saliera corriendo de esa manera.

—¿Adónde ha ido?

—A Dallas. Dijo que se iba a casa. Intenté que le esperara, pero ella no me escuchaba. Decía disparates. Me pidió que le dijera que preparase la rescisión que le había prometido.

—No… —Harry se dio la vuelta y se tapó los ojos con las manos—. No, Dios mío…

* * *

Harry no estaba dispuesto a perderla. Iría a Dallas y volvería con ella y el niño a esa casa, a la casa que era de ellos. Sin embargo, antes tenía que dejar algo zanjado con Ty.

No sabía lo que Ty había dicho a ___ ni le importaba, pero sí sabía que él era el responsable de que ella se hubiera marchado y estaba dispuesto a asegurarse de que nunca más se interferiría en su vida. Como el último intento de verse con él había fracasado, esa vez intentó una táctica distinta.

Dos días después de que ___ se hubiera marchado, a las nueve de la mañana en punto, Harry entró en el aparcamiento del edificio donde vivía Ty en Houston.

Agarró la gruesa carpeta que le había entregado el detective privado y la más fina con los documentos redactados por Lenny. Se bajó del coche, miró al coche que había aparcado a su lado y se dirigió al edificio. Llegó al piso y llamó al timbre sin soltarlo.

Oyó la estridente melodía y sonrió porque sabía que Ty no podría pasar por alto ese ruido tan irritante durante mucho tiempo. Al cabo de unos minutos, oyó unos pasos y unas imprecaciones que se acercaban a la puerta. Se apartó de la puerta para que Ty no pudiera verlo por la mirilla y esperó. La puerta se abrió de par en par y Ty salió con unos pantalones de pijama de seda y el ceño fruncido. Harry quitó el dedo del timbre.

—Buenos días, Ty.

—Vete al infierno —Ty dio un empujón a la puerta.

Harry metió la bota para que la puerta no se cerrara en sus narices y entró.

Matrimonio CiegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora