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La historia que sigue a continuación se dio cita en México, un lugar surreal, uno muy singular, data de aquellos años, hace mucho, mucho tiempo.

Se trataba de la pequeña Ixtlixochitl, hija del rey filósofo, el gran Nezahualcóyotl, la hija directa y hermana directa de Nezahualpilli, la niña de piel bronceada y ojos negros, de cabellos negros y lisos hasta las nalgas y de bello rostro.

Había heredado el talento en las letras, había heredado la poesía del padre, había nacido con las letras en las venas.

Había crecido como una hermosa doncella hija de un gobernante poderoso, hermana de un heredero poderoso, pero aquella tarde había sido peculiar.

—Ixtlixochitl —llamó la mujer a quien reconocía como su madre— llévale esto a tu padre —la muchacha tomó entre sus manos un plato de barro, que contenía algunas barras de huautli, la muchacha caminó entonces por el palacio en busca de su padre, quien en alguna habitación de aquél lugar escribía de nuevo una nueva obra, probablemente la última, "amo el canto del cenzontle".

—Padre —llamó la muchacha con la voz clara— te he traído unos huautli —la muchacha le entregó en las manos el pesado plato de barro, el hombre agradeció y dedicó una sonrisa cálida a su hija—.

—He terminado de escribir un poema más.

—¿De verdad, padre? —.

—Así, es, lo he decidido llamar "amo el canto del cenzontle".

—¿Puedo escucharlo? —.

—¡Por supuesto! —el hombre aclaró la voz y comenzó a declamar—.

"Amo el canto del cenzontle,
pájaro de cuatrocientas voces
amo el color del jade,
y el enervante perfume de las flores;
Pero amo más a mi hermano el hombre.

—¡Es grandioso, padre! —la muchacha sonrió con alegría.

—Lo es —.

La muchacha compartió aquella tarde un par de huautli con su padre, probablemente sería el último día que disfrutaría a su lado, aunque poco podía importarle a su madre, la importancia que tenía el hombre en la vida y en los pensamientos de su hija eran importantes.










(...)










El hombre había resultado en un estado de salud grave en cuanto la noche llegó, sus dos hijos legítimos se encontraron en la habitación.

El trono sería heredado a Nezahualpilli.

Aquella noche en la que el rey filósofo murió la vida de la princesa Ixtlixochitl también cambiaría y su vida como humana terminaría para renacer en una nueva criatura.

Aquella noche de estrellas, la muchacha salió del palacio a escondidas, decidiendo buscar apoyo en la naturaleza.
Recorrió los enormes y extensos maizales  hasta llegar a un río  en el que se reflejaba perfectamente la luna, quien había considerado Ixtlixochitl como su compañera por esa noche.
Pensó y pensó, habló y se conectó con la naturaleza como nunca había hecho, y entonces, algunos sonidos provenientes de entre los maizales la pusieron alerta, no sabía cómo poder defenderse, pero no se preocuparía por ello demasiado, sabría qué hacer, o eso creía.

Mitztemoa Noyollo - Carlisle Cullen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora