02

281 41 2
                                    

Los rumores corrieron, la hermana del nuevo monarca había sido mordida por una horrorosa criatura chupasangre, la joven había desaparecido, al igual que muchos hombres y mujeres del pueblo.

Aquél día, el sonido de las cigarras parecía ensordecedor para la neófita, quien estaba de caza, el sol no la quemaba, pero el incomodaba.
Un hombre que se alejó lo suficiente en sus cosechas, inmerso en su trabajo miró hacia donde algún ruido le alertó, al principio ignoró el hecho de que no hubiese nadie allí.
Pero cuando sintió una extraña presencia sus gritos no fueron los suficientes para poder salvar su vida.

Varios meses fueron suficientes para que los rumores se esparcieran totalmente, y para que se ofreciera una recompensa por traer la cabeza de los chupasangres.

Sin embargo, algo ocurrió.

Aquella tarde soleada, cuando el sol se estaba poniendo, muchas familias, costumbres e inclusive protectores de la ciudad murieron a manos de los fríos.

Los hombres de casacas rojas se habían enterado de que su secreto había sido descubierto.
Y no podía ser aún más esparcido aquél secreto que habían mantenido oculto por milenios.

-Los Vulturi no damos segundas oportunidades -el hombre de cabellos rubios y piel mármol, tan blanca que estaba a nada de parecer ser transparente habló-.

-Por favor, no ha sido nuestra culpa -el hombre de piel morena miró al vampiro-.

-Permíteme... Querida... -el hombre que estaba al frente del gran Clan tomó la mano de la princesa, quien miró con sus orbes escarlata al mismo-.

Los ojos del vampiro miraron con fascinación a la vampiresa, y una sonrisa que se convirtió en una mueca adornó su rostro.

-¡Telepatía! ¡Y puede leer la mente! ¡Es magnífico! -el hombre miró a sus compinches- llévensela -en un no tan complicado forcejeo, algunos miembros de la guardia lograron detener a la vampiresa, quien presenció el asesinato de su creador.

La cabeza del vampiro se separó de su cuerpo y terminó por hacerse cenizas cuando el vampiro de piel casi transparente lo encendió.

No sabía a dónde sería llevada, no sabía qué hacer, no sabía quienes eran, no sabía qué sucedería con ella.









(...)












-¿Cuál es tu nombre... Querida? -Aro miró a la vampiresa de piel bronceada desde su asiento-.

-Ixtlixochitl -pronunció la muchacha, ella había aprendido el idioma de esos extraños hombres blancos y de vestimentas negras gracias a su creador-.

-¿Perdón? -dijo Marcus.

-Significa... Flor de Obsidiana... -la vampiresa miró al hombre del medio con gran inseguridad-.

-He visto... Que puedes leer la mente... Y comunicarte de la misma manera... -el hombre sonrió a la mujer-.

-Sí, lo desarrollé después de mi primer año... Siendo de esta especie... -.

-Quiero decir... ¿Has pensado en unirte... A nosotros? -el hombre de piel casi transparente habló- no tienes a dónde ir... Podrías morir allá afuera... Pero con nosotros... Con nosotros podrías ser tratada como una verdadera deidad... -.

-Mientes -la muchacha miró con coraje al hombre-.

-Claro que no... -.

-Yo nací siendo la hija de un monarca, soy una princesa, ese linaje corre por mis venas... No necesito ser tratada como una deidad... Yo nací siéndolo... -.

-¿Acaso quieres morir? -el hombre de piel casi transparente miró a uno de los guardias- Félix... -el hombre de gran musculatura se acercó peligrosamente, entonces la muchacha miró al mismo-.

-¡No me toques! -.

El hombre forcejeó con la muchacha, sin embargo, algo que sorprendió a todos fue la gran fuerza que poseía la mujer, al igual que la rapidez.

La mujer acorraló contra el frío suelo de mármol al hombre, a punto de quitar su cabeza del cuerpo.

-¡Te dejaremos vivir! -dijo Aro- Pero a cambio... Servirás a nosotros-.

-De acuerdo... -.

La muchacha de piel bronceada miró a los tres vampiros, junto a los mellizos, Alec y Jane, quienes miraban envidiosos a la vampiresa.

La vampiresa de piel bronceada sacudió un poco sus prendas tradicionales y luego acomodó sus largos cabellos castaños.

-Heidi -ordenó Aro- llévala con Didyme y Athenodora, vístanla correctamente, que aprenda las reglas de la guardia. -la mujer asintió y se dirigió junto a la vampiresa hacia las esposas de dos de los miembros más importante de la guardia.









(...)









-No, definitivamente este vestido no va contigo -Didyme miró a la muchacha de cabellos castaños- ¡Athenodora! ¡Dame el siguiente! El de color flamenco, luego el salmón y el crepe -la mujer asintió y le dio en las manos el enorme vestido-.

-¡Vas a quedar guapísima! ¡Esos trapos no te favorecían! -Athenodora miró a la vampiresa quien apareció con el vestido de color flamenco-.

-¡Te ves hermosa! ¡Vamos a acomodar ese corsé! -Didyme se acercó a la vampiresa y apretó la cinta del corsé, haciendo ver aún más delgada la cintura de la misma-.

-¡Vas a ser una verdadera princesa! -.

La vampiresa de piel bronceada hizo una mueca al mirarse al espejo.

-¡Esto es horrible! -dijo la muchacha- ¡Dónde está mi collar de jade! -.

-Aquí está, ¿Quién te dio esta baratija? -Athenodora rodó los ojos al mirar la piedra que adornaba el collar-.

-Fue un regalo de mi hermano mayor -.

-Vaya gustos... -.

-Déjalo que se lo ponga, ¡Combina perfectamente con el vestido! -Didyme miró orgullosa a la vampiresa- Athenodora, vas a hacerle el peinado... -.

-Como digas... -.









(...)









-Tu nombre es difícil de pronunciar... -Athenodora miró a la vampiresa-.

-Vamos a darte un nuevo nombre -.

-¿Qué tal... María? -Didyme miró el collar que colgaba del cuello de la vampiresa-.

-Es perfecto... -mencionó Athenodora-.

La vampiresa se sentía lejana a lo que era en realidad, pero estaba aprendiendo a ser uno de ellos, no tenía a nadie más, estaba sola.

No tenía otra elección, no tenía oportunidad de elegir, no la había tenido nunca en realidad, y tal vez nunca la tendría.

Mitztemoa Noyollo - Carlisle Cullen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora