A la mañana siguiente nos despertaron antes de la salida del sol. Nuestro día empezó con un baño (pues los samurais de rango mayor detestaban nuestro hedor) y luego de vestirnos empezamos con nuestros quehaceres como discípulos: Mantener aseado en cuartel, limpiar las caballerizas, cepillar a los caballos, darles de comer y de beber, lavar la ropa de nuestros superiores, limpiar el jardín de las ramitas secas del otoño y abastecer al cuartel de agua. Luego, almorzábamos y teníamos nuestras clases: nos enseñaron a leer y a escribir, historia, poesía, pintura, kyujutsu (el arte del arco), kenjutsu (el arte de la esgrima), juttejutsu (el arte de la equitación), Aikido y sojutsu (el arte de la lanza) entrenábamos duramente y luego de la caída del sol, regresábamos a nuestras habitaciones a descansar, pues el día siguiente era más duro que el anterior.
Al principio, tanto Souta como yo, queríamos huir de allí y regresar con nuestras familias, pero con el transcurso del tiempo descubrimos el culto mundo de los samurais, su dedicación, su perfeccionamiento diario, nos enamoramos de su tradición y costumbres; a partir de aquel momento en que nos habían aceptado como discípulos, nuestro destino había dejado de ser el de un pobre campesino para pasar a ser el de un noble samurai.
Souta se dedicó con cuerpo y alma a descubrir los misterios que encerraban el arco y la flecha, el pequeño Yuki encontró el consuelo para sus lágrimas en la lanza, y yo me dediqué por completo al kenjutsu.
Ocurrió un día de invierno en el que estaba practicando con mi bokken1, en el jardín, repasando las lecciones del día, cuando apareció una chiquilla, no aparentaba tener más de unos 5 años; supuse que se trataba de una de las niñas que servía en el palacio pues llevaba un sencillo kimono de trabajo, sucio y andrajoso, me sonrió abiertamente, pude apreciar que le faltaba un diente.
-¡Hola!, Mi nombre es Asuka, ¿cómo te llamas?-Me preguntó.
-Me llamo Koichi.-Le respondí en tono cortante, no tenía intenciones de relacionarme con una niña como ella.
Riendo y hablando me tomó de la mano y me llevó con ella a alimentar a los peces del estanque, jamás había visto animalitos tan graciosos y multicolores como ellos y Asuka imitaba a la perfección su forma desenfrenada de devorar la comida que les arrojábamos. Pronto nos aburrimos y Asuka me pidió que le mostrase como practicaba con mi bokken, le enseñé los movimientos que estaba practicando antes de que ella llegase; la niña maravillada aplaudía y me alentaba. Su risa era como las campanillas de viento mecidas por una suave brisa.
-¿Quieres probar?-Le pregunté, ofreciéndole mi bokken; Asuka lo tomó con manos temblorosas, experimentó su peso, su textura. En seguida tomó confianza y empezó a hacer las mismas exclamaciones que yo al realizar los movimientos; sin embargo, no supo controlar bien la fuerza al blandir mi espada de madera y esta golpeó el tronco del árbol, rebotó y golpeó a Asuka en la sien. Al momento, el lugar donde recibió el golpe empezó a sangrar; en vez de llorar, Asuka se reía con la misma alegría que antes.
Detrás de nosotros escuché un grito de angustia y desesperación, giré sobre mí mismo y vi al jefe del cortejo de la princesa, con todo el cortejo por detrás y Nobunaga-sama; venían corriendo directamente hacia nosotros.
-¡Princesa!-Gritó el jefe-¡Princesa Sakura!
-¿Princesa?-Dije yo, mirando a Asuka, la cual me sonrió con una sonrisa culpable.
-¡Insolente!-Dijo el jefe del cortejo-¿Cómo te atreves a raptar a la princesa?
Al ver la herida sangrante en ella, me dirigió una mirada de odio, tomó la katana de Nobunaga-sama y se preparó para dirigirme un golpe mortífero. Nobunaga-sama tomó la espada por la hoja y lo detuvo, a pesar de que su mano estaba sangrando, no dejó de sostenerla, con mano firme.
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El Cerezo y La Katana
RomanceDurante el periodo Edo, en Japón, los hombres luchan entre ellos, la sangre nipona de hermanos y hermanas se derrama constantemente, y Hirotaro, un humilde samurai, lucha al servicio de su Emperador. En medio de todo ese caos, surge un pequeño retoñ...